Democracia y miedo

La historia demuestra que los que controlan el poder, ante la disyuntiva de escoger entre capitalismo y democracia, han optado por el capitalismo y han sacrificado la democracia. Por eso el asesinato de Allende, tantos otros y las restricciones a los derechos humanos generadas por la denominada lucha antiterrorista, fundada en la discriminación política, racial, religiosa y la agresión a la naturaleza.

Los mayores logros democráticos en tiempos del capitalismo están vinculados a la socialdemocracia y al Estado del bienestar, que se correspondió con un período de ascenso mundial de la lucha de los pueblos. La derrota de los movimientos sociales de los 60 y 70 condujo a la globalización neoliberal, al predominio de la acumulación financiera sobre la economía real, lo que prostituyó a la socialdemocracia y desarticuló al Estado del Bienestar, provocando un incremento de la exclusión social, precarización del trabajo, mayor explotación de las mujeres, retorno de la esclavitud, multiplicación de la explotación de los pueblos del Sur y el saqueo a la naturaleza. De ahí la generalización de la pobreza. También las dificultades de Obama para establecer una reforma al sistema de salud.

No es la época de los programas de reforma social que corrijan las generalizadas injusticias sociales y ecológicas.

Solo queda el miedo, fundamento del terror. Miedo al vecino, al que profesa otra religión, tiene otro color de piel, habla otra lengua, en fin, al diferente. Miedo y odio como bases de la desarticulación social, para impedir la profundización de vínculos interpersonales, sociales, espirituales… Miedo a acercarme al otro, a estrechar su mano, pues quien sabe de qué maldad, de que sustancia tóxica es portador. El miedo nos hace más dependientes de la policía, del Estado totalitario que expande bases militares por el mundo; o de las mafias y paramilitares que nos ofrecen protección o muerte. La inseguridad se ha adueñado de las calles, pero sobre todo de las almas, convirtiendo la cotidianeidad en un infierno.

Es el tiempo de la unidad, del empoderamiento de la gente; del socialismo de los consejos, de la comunidad que va construyendo caminos de justicia, basados en la participación creativa y no en la participación subordinada. Un tiempo de pueblo nos aguarda.


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Julio Escalona


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