Lo primero que salta a la vista es la visión autoritaria de la interpretación: El texto tiene una interpretación única que es precisamente la que posee la inteligencia académica de Harry Almela. Cualquier otra interpretación es un delito y, en consecuencia, debe ser castigada. En el primer párrafo, en dos oportunidades, vocifera la ausencia de castigo ejemplar: “Declarar, por ejemplo y de manera impune...” y “No se puede falsear la literatura con tanta impunidad...”, son las frases reivindicadoras del poeta. Ahora bien, ocurre que hasta la Biblia que es el libro sagrado de nuestra cultura, desde los tiempos de Lutero, ha quedado a la libre interpretación del hombre común y hoy que podemos comunicarnos directamente con Dios, sin intermediarios; necesitamos, sin embargo, de Harry Almela para interpretar a Arvelo Torrealba, o, en su defecto, de otra “inteligencia académica” de similar calibre. Todo esto, por supuesto, si asumiésemos tan estrecha visión de la lectura. Pues, por el contrario, las tesis de Nietzsche (el lector rumiante), Umberto Eco (la obra abierta), Julio Cortazar (el lector hembra); Hans-Georg Gadamer (no hay interpretación definitiva del texto); Miguel de Unamuno (la total independencia de la obra en relación a su autor), Roland Barthes (autonomía del texto) y un largo etcétera de escritores e investigadores brillantes, afirman, en síntesis, que la interpretación de un lector es tan válida como la de cualquier otro lector o, incluso, tan aceptable como la que hace el propio autor de la obra. En fin, el poeta tiene retrasos bibliográficos y conceptuales francamente espantosos.
Pero, sigamos la onda almeliana y veamos las afirmaciones objeto de su furia. Dice que el Presidente Chávez hace una ”macabra manipulación para quedar bien por las gradas” al señalar una posible inspiración de Arvelo Torrealba en la Batalla de Santa Inés. Pasemos por alto lo de macabro, porque al fin y al cabo se trata de Florentino y el Diablo. Pero, manipular (distorsión de la verdad con fines particulares, según el Diccionario de la RAE) enrarece la situación; pues, conduce a dos cuestiones interesantes: Cuestion 1: Se inaugura un nuevo capítulo de historia de la lógica-matemática con la formulación de una nueva paradoja: La Paradoja de Almela (en cualquier persona del montón se trataría de una vulgar contradicción; pero, tratándose de la inteligencia académica de que se trata, no podemos menos que hablar de paradojas). Si el Presidente manipula; esto es, distorsiona la verdad con fines particulares, vale decir, conoce la verdad; podemos, entonces, concluir que no es ignorante, lo que invalida la primera tesis de Almela. Por otra parte, si decimos que el Presidente es ignorante; entonces, no manipula, pues no conoce la verdad, porque para manipular la verdad es condición previa conocerla, y, por tanto, sólo es atrevido. En síntesis, sobre este punto específico no hay otra posibilidad: manipula o ignora. Almela, por mampuesto, ha legado un nuevo ejercicio de lógica a las nuevas generaciones.
Sin embargo, es posible pensar otra solución: La prepotencia de Almela enceguece e impide ver la verdad: El Presidente sabe de lo que está hablando y no manipula la verdad, sino que, simplemente, tiene una visión del poema distinta a la que tiene el poeta Almela. Cuestión 2: ¿Cuál es el extraordinario beneficio político que justifique la distorsión de la verdad? La inteligencia académica de Almela no nos lo dice; su sabiduría superior no está al alcance de los mortales. Pero, estos últimos podemos decir lo siguiente: El Presidente Chávez usa la expresión “se dice que se inspiró”; es decir, que ni siquiera lo afirma de manera rotunda. ¿Hay razones para pensar tal cosa? Si, hay razones. Entre otras, en el mismo poema hay referencias explícitas a la Batalla de Santa Inés (lea, poeta, lea):
“Por eso sé distinguir
en los ayes que te cruzan,
montaña de Santa Inés,
clamor de la gente tuya:
“Fusileros federales
en godas cabalgaduras
anunciando la pelea:
la del siempre con el nunca.”
(El poema Florentino y el Diablo está dividido en: El reto; Santa Inés; El diablo cambia la rima; Coplero que canta y toca; Albricias pido, señores; Emboscada; Ahora verán, señores; y Ecos lejanos repiten. Las coplas citadas corresponden a Santa Inés.)
En este punto Almela no distingue entre un hecho (se inspiró o no se inspiró en la Batalla de Santa Inés) y una interpretación entre varias posibles (“es la versión venezolana de las leyendas del Fausto y de Orfeo”). Lo primero puede ser verdadero o falso. La segunda es una interpretación tan válida como cualquier otra. Para usar una frase suya: “Nada que ver”. Esto sí demuestra –sino manipulación- por lo menos, confusión mental.
También Almela censura que Chávez diga que el diablo es negro cuando en realidad es indio y, además, siendo Florentino catire, es una forma del racismo que censura el Presidente. Ahora bien, he escuchado atentamente la exposición del Presidente y no afirma que el Diablo es negro. Se limita a leer la copla que dice :
““Negra se le ve la manta,
negro el caballo también;
bajo el negro pelo-e-guama
la cara no se le ve.”
Y, efectivamente, de acuerdo al poema, el Diablo es indio (“Cuando el indio pico de oro / con su canto lo saluda”) y Florentino, catire (“Catire quitapesares / contéstame esta pregunta”). Alguna tenía que acertar el pobre Almela. Pero, en la exposición no hay ningún acento peyorativo sino una función estrictamente descriptiva de los personajes. En ningún momento se habla de la superioridad de una raza sobre la otra. Lo que si dice el Presidente es que Florentino es el pueblo y, uno se pregunta, ¿cuál es el concepto de pueblo que tiene Almela? ¿Sólo lo constituyen negros e indios? Hasta donde a mi me consta, en el pueblo venezolano uno consigue negros, zambos, catires, indios y todas las mezclas imaginables (“Todos somos café con leche: Unos con más café y otros con más leche”). Sólo para Almela todo catire es oligarca, ¿Será que el poeta es catire y, en consecuencia, bajo su óptica, se siente oligarca?
También el poeta protesta que el Presidente atribuya la victoria a Florentino y piensa, más bien, que el resultado del duelo es “tablas”. Es el momento de preguntarse: ¿Qué pretendía el Diablo? Llevarse a Florentino (“Capitán de las tinieblas / es quien lo viene a buscar” ¿Se lo llevó? No. ¿Se llevó una parte, pongamos por caso, el cuerpo y dejó el espíritu o viceversa? No. Veámoslo ahora del lado de Florentino. Primero que todo aceptó el reto el cual no era otro que cantar con el Diablo y no dejarse vencer, vale decir, no dejarse llevar. Pues, bien, ambos objetivos los logró: Canto con el Diablo y no se dejó llevar. La pretensión de Florentino no era matar al diablo o quitarle su alma. Entonces, ¿dónde hubo tablas? Son curiosos estos resultados tablas. Es como si después del referendum ratificatorio de agosto, la oposición derrotada argumentara que los resultados fueron tablas por que si bien no lograron revocar el mandato presidencial, el Presidente no fusiló en una plaza pública a la dirigencia oposicionista y estos continuarán con vida después del 15 de agosto. ¿Sólo dando muerte al adversario, destruyéndolo por completo, volviéndolo polvo, se alcanza la victoria? Peligroso el poeta. Curiosa manera de ser democrático.
Finalmente, para concluir, Almela nos dice que en el poema la expresión “a golpe de seis” no se refiere a la hora del día sino al ritmo “seis por derecho”. Me temo que el poeta, albacea de Arvelo Torrealba, tiene un diario, testamento o nota, de puño y letra del autor, en que de manera explícita precisa ese significado. Pues, del poema no se desprende tal conclusión. La descripción del paisaje apunta hacia esa hora del día (el jinete “caminos de El Desamparo / desanda a golpe de seis”) y, siguiendo la línea del tiempo, se detiene –se supone que ha pasado un breve tiempo- a tomar agua, ya entrando la noche (“Las chicharras atolondran / el cenizo anochecer”). Ahora bien, ¿hay indicios en el poema que nos sugieren el “seis por derecho”? No. Si de ritmo se trata, el seis por derecho es ritmo rápido (es el ritmo del joropo) y más bien esta parte del poema (El Reto) sugiere un tono lento, como bien lo interpretó José Romero Bello, cuando en la musicalización que colocó a esta parte del poema es el pasaje y la declamación. El mismo Arvelo Torrealba lo dice para anunciar la respuesta de Florentino (“En un verso largo y hondo / se le estira el tono fiel”). Además, por argumento en contrario, imagínense a El Diablo cabalgando a galope tendido mientras canta las coplas de El Reto: Florentino no podría entenderle porque el primer verso lo escucharía al lado, pero el cuarto a doscientos metros más allá. El mismo Almela dice que la frase es ambivalente; pero, sin embargo, sostiene que la única interpretación que cabe es la suya.
El artículo termina con esta oración, proyectiva y de exquisito valor psicoanalítico: “Pobre muchacho. ¿Qué marca fumará?” Realmente no sé si el presidente fuma y, en caso de hacerlo, tampoco sabría que marca fuma. Pero, de todo esto, lo que si queda claro es que el poeta Almela fuma lumpia.