Es muy temprano en la mañana y en Santa Paula los pajaritos cantan. Uno de esos pajaritos llega hasta la ventana del lujoso apartamento donde vive John Vicente Salvatierra, quien está sentado frente a su computadora y, cuando escucha al pajarito cantar, toma su cámara y clic, clic, clic, luego baja la foto a su computadora y aplaude el encuadre.
Después, John Vicente sigue en lo que estaba: enviando correos y chateando con sus amigos, todos ellos antichavistas furibundos que chillan cada vez que descubren un nuevo logro del Gobierno. En el chateo John Vicente acaba de proponerle a sus amigos crear el Cartel del Odio. Allí les dice: “Si todos odiamos a esa chusma, a esos marginales, a esos sucios, por qué no creamos el Cartel del Odio, para sincerarnos de una vez”.
Los cuatro amigos de John Vicente están de acuerdo en crear el Cartel y se deciden a trabajar. Entonces se ponen de acuerdo en una serie de acciones para atacar demoledoramente al socialismo del siglo XXI. La estrategia consiste en buscar fotos de chavistas sin dientes, chavistas tomando, chavistas borrachos, chavistas al lado de un montón de basura y seleccionar también las caricaturas de Zapata donde dibujaba a los chavistas sin dientes. Una vez que tienen todo ese material subversivo deciden infiltrarse en todas las listas que pueden y cada uno de los cuatro crean un montón de seudónimos, de manera que parezcan miles de antichavistas y comienza el bombardeo del odio por todo internet.
Los correos llegaban a todos partes. A Venezuela y el mundo. “Es cierto, los odiamos a todos porque son unos mediocres, unos resentidos sociales, unos flojos que se quieren quedar con nuestra propiedad privada. Los odiamos porque nunca estudiaron y ahora se aprovechan de un presidente marginal y que todos los días nos está quitando lo que no es de él”, así le contestó John Vicente a uno de sus cuatro compañeros. Y después se levantó del asiento y se fue a la cocina hablando solo: “Eres lo máximo, John Vicente”.
Llegó a la cocina y vio que el pajarito había vuelto al balcón. Tomó una naranja y en ese momento el pajarito empezó a cantar, y John Vicente lo apuntó detenidamente y le lanzó la naranja. La buena puntería de John Vicente sacó al pajarito de la ventana y John Vicente sonriendo dijo: “Los que formamos el Cartel del Odio no podemos descuidarnos con estos malditos pajaritos mañaneros”.
Y volvió, otra vez, a su campo de batalla: la computadora, desde donde siguió el bombardeo del odio contra todo lo que huela a chavista.
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