La naturaleza cumple un proceso alternativo, entre, períodos de cambio y periodos de equilibrio. Los grandes cataclismos (terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, inundaciones), crean situaciones nuevas. En la naturaleza, la evolución, es la constante. El equilibrio, aparente. ¿Qué equilibrio puede existir si la materia, esencia de todas las cosas, está en permanente evolución? Hablar de equilibrio es negar la evolución de la materia. Teoría muy propia del idealismo metafísico.
Cuando algún fenómeno, por causa de la evolución de la materia, crea el caos, la naturaleza se adecua a la nueva realidad. Así ha ocurrido durante millones de años. Son cambios normales. En tanto que los causados por el hombre, en comparación con aquellos, son ínfimos. Pero, por acumulación, provocan con el tiempo fenómenos irreversibles, como, la desertificación; la desaparición de bosques, selvas, ríos, lagos; la contaminación de las aguas; la sedimentación de valles y praderas; la extinción de especies animales y vegetales; y la más grave y amenazante, el indetenible crecimiento poblacional.
La desaparición de glaciales en las cordilleras; el derretimiento del casquete polar con el inevitable aumento del nivel de los océanos; el calentamiento global; el creciente aumento en número y violencia de los huracanes; el aumento de las inundaciones o sequías; son procesos normales, propios de la naturaleza, que existen desde hace miles de años. Contra estos fenómenos naturales no hay solución posible. La naturaleza, como centro de todas las cosas, está sometida a la acción del tiempo, fenómenos mecánicos y químicos, la evolución de la materia, y en ínfima medida, la acción del hombre.
En atención a estos conceptos, la propuesta de control de “emisión de gases de efecto invernadero”, no es sincera ¡es falsa! aun cuando signada de optimismo al pretende encontrar solución al llamado “calentamiento global”, en el “Protocolo de Kioto” o la fracasada reunión de Copenhague. El hombre, ante la impotencia que le crea el temor de lo desconocido, inventa pretextos. En la prehistoria, la ignorancia que tenía frente a los fenómenos naturales y el temor que le infundían, lo llevó a inventar dioses, como fuga, como huida de si mismo, como quimérica abstracción de la realidad, y durante miles de años ha padecido la tragedia de su propio invento.
De manera parecida, el “calentamiento global”, fenómeno de la naturaleza que escapa al dominio del hombre, como solución se propone el control de las “emisiones de gases”, producidas en alto porcentaje, por los combustibles fósiles (petróleo, carbón). Lo cual envuelve una propuesta falsa. Si fuera sincera, más fácil es disminuir la extracción de combustibles fósiles (causa), que controlar la emisión de gases (efecto). Pero, vemos que ocurre lo contrario, los países productores, de una parte y los consumidores de la otra, buscan aumentar la extracción de petróleo y carbón, para atender la creciente demanda. Venezuela planifica llevar la producción, en los próximos años, de 3 a 6 millones de barriles diarios. Es el gran aporte de nuestro país a la lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero. ¿Es hipócrita o no la propuesta? ¿Por qué nadie propone bajar la producción de combustibles fósiles? ¡Propuesta sincera!
El hombre sigue atado a la prehistoria. Allá, víctima de la ignorancia por el desconocimiento de un mundo inmensamente hermoso, pero, abrumadoramente misterioso, para el cual no tenía explicación; entonces fabricó dioses que ninguna explicación le han dado. Trabajo que le ha correspondido a la Ciencia. Pero, a pesar del inmenso caudal de conocimientos que ésta le depara, el hombre, como en la prehistoria, sigue atado al temor. ¡Resulta paradójico a estas alturas del conocimiento científico!
leonmoraria@cantv.net>
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