Si hoy la universidad
no se perfila, no se pone como tarea la transformación de todo lo que
hace, la forma cómo lo hace y las especificidades a partir de las cuales
genera las relaciones con la sociedad, con los Estados y a su interior,
creo que ese es el problema.
Ante todo una referencia
ontológica y epistemológica para ubicarnos en el debate, en lo personal
sostengo que la educación no genera en ninguna parte del mundo consenso
o, en algunas experiencias históricas, una hegemonía impone determinado
modelo educativo y por ahí entra todo mundo.
Por otro lado, se intenta
debatir hasta que surja algo, pero siempre es en el ámbito de
lo hegemónico, porque ahí juegan muchos factores, intereses,
especificidades. Nosotros votamos en la Constitución de 1999 por un
tipo de ciudadano, que tiene determinadas características que les dan
un atributo que lo definen como tal en el marco de nuestra nacionalidad,
no votamos por otro, votamos por ese. Entonces, todo el sistema educativo
tiene que adecuarse, transformarse para lograr que socialmente ese deseo
de tener un ciudadano con estas características se haga realidad y
eso supone revisarse internamente en cada una de las instituciones.
Eso no genera consenso,
ni siquiera en los calmados países nórdicos (Suecia, Noruega, Finlandia),
cuando se toca el tema educativo se desatan los demonios, porque hay
intereses muy personales, grupales, sociales.
Todo sistema educativo
está marcado por una elección, la de un proyecto de hombre y
sociedad, y eso se votó en la Constitución de 1999, que es diferente
al marco hermenéutico y jurídico de la Constitución de 1961.
Cualquier obstáculo administrativo que se imponga entre un bachiller que tiene su título y el acceso a cualquier universidad es la violación a la garantía de ese derecho constitucional, por eso es que las pruebas de ingreso son violatorias de las garantías constitucionales. Las pruebas internas o independientemente del nombre que les pongan, pruebas del área de conocimiento, eso es violación de la garantía. Como lo demostró ya, hasta la saciedad, Cristóbal Walke, la calidad de los procesos no tiene nada que ver con la cantidad de la matrícula, cuando hay un problema de enseñanza es porque hay un problema de aprendizaje, entonces es una relación no dicotómica de ese punto de vista.
En ese sentido, no es
posible transformar la universidad sin transformar la sociedad, no es
que la sociedad se transforma y la universidad va a seguir con esa anemia
recurrente de hace 60 - 70 años, no es posible, porque la sociedad
le va a pasar por encima, por eso hay un mandato histórico, se dan
las condiciones para que la universidad no muera, que se transforme,
porque es una institución que le interesa y le concierne a todos.
La sociedad se priva
de hacer esto y aquello por financiarnos, por financiar ese espacio
privilegiado para que nosotros pensemos y produzcamos conocimientos
para que la sociedad, en crisis, en problemas, apunte hacia las instituciones
que generan ese conocimiento para solventar sus problemas cotidianos
y construir las viabilidades de un país que tenga una certeza de lo
que vendrá.
En cada una de las distintas
fases históricas del desarrollo de toda sociedad es posible distinguir
al pensamiento social y filosófico que, estrechamente vinculado a los
sectores sociales dominantes, imponen su impronta al diseño, orientación
y funcionamiento del sistema educativo, es decir, hay una hegemonía
en ese sentido, y ya la vamos a ver cuando esbocemos algunos rasgos
del modelo neoliberal o de la mercantilización de la educación universitaria.
Cuando una clase social,
sus ideólogos, políticos e intelectuales enfrentan históricamente
la necesidad de establecer los fundamentos de la nación que mejor se
avenga a sus intereses y al ejercicio de su hegemonía, la educación
se convierte en uno de los factores más valiosos e indispensables en
el diseño del país que se aspira y los hombres y mujeres que en su
interior habrán de formarse. Entonces, hay una decisión no solamente
política, sino también ética sobre los atributos que definirán a
ese sujeto histórico que hoy llamamos pueblo.
En todo sistema educativo,
la educación universitaria desempeña un papel fundamental, como eje
central de ese subsistema de educación avanzada, en cuyos espacios
se forma la clase dirigente del sistema económico, político y social;
se forma y se desarrolla la comunidad científica, los artistas, intelectuales,
profesionales que forman la contracultura que resiste la dominación
o la favorece. Como ha pasado últimamente con los egresados de la universidad,
que aquí se diga tranquilamente y que sea regocijo para una universidad
que 4 mil 800 médicos se fueron del país, al obtener el título, y
aquí no pase nada, se formaron gratis, la sociedad pagó por ellos
y no hay una retribución, entonces, de qué ética estamos hablando
en la formación, qué ética se generó al interior de los procesos
que definen e identifican la universidad para que expulsara, porque
no es que se fueron del país, es que la universidad los expulsó por
los referentes, los dispositivos culturales que le fue introduciendo
a lo largo de su formación.
Las universidades llamadas
públicas están tomadas por la mercantilización de la educación y
la privatización del conocimiento, que en muchos casos, junto con el
problema financiero, las lleva a competir en el mercado, no sólo con
otras universidades públicas, sino con empresas de capital privado
nacional y extranjero. La educación genera en el mundo algo así como
170 mil millones de dólares, genera más dinero que muchos países
juntos anuales, eso se pidió hace algunos años a la Organización
Mundial del Comercio, que desregularizara el rubro educación y que
se fuera al libre mercado.
La reflexión sobre lo
que ésto significa resulta de fundamental importancia, pues lo que
está en juego es nada más y nada menos que el futuro de la educación
universitaria como derecho social y la preservación del conocimiento
que en ella se genera como bien público, porque la sociedad paga por
eso; el proyecto neoliberal propone el establecimiento de una economía
de libre mercado, sustentada en un conjunto de premisas que los sectores
políticos ideológicamente hegemónicos han impuesto a la mayor
parte de la población para constituir una especie de sentido común,
conformada por verdades absolutas, dogmáticas, indiscutibles, que hacen
ver natural e inamovible una formación histórica, por eso es que se
dice: fuera la ideología de la universidad, como si el capitalismo
no fuera ideología.
Léanse todos los documentos
de educación de la Asamblea Nacional, por ejemplo, el hecho educativo,
su naturaleza es definida por la política y la política entra en el
marco que llamamos teoría de las ideas. Hay un marco referencial ideológico
que determina no solamente las secuencialidades temáticas, el contenido,
los métodos, los sistemas enunciados, las didácticas, las relaciones
pedagógicas; todo lo que toca el tema educación tiene que ver con
lo político y lo ideológico, no puede ser de otra manera.
En materia educativa,
el neoliberalismo proclama el libre mercado y rechaza la educación
pública, por considerar que impide la libertad educativa, al ser un
monopolio cuya existencia, además de depender de los factores fiscales,
imposibilita la participación de otros “agentes” más eficaces
para promover la oferta en el mercado del servicio educativo.
El mercado del servicio
educativo, como el de todas las mercancías, debe ser libre si se le
quiere eficiente para alcanzar y mantener la máxima calidad, la máxima
calidad asociado a aquel que pueda pagar; al convertirse la educación
universitaria en un servicio mercantil se conculca como derecho social,
es decir, deja de ser un bien público para convertirse en un bien privado,
mediante la relación capital-trabajo y ofrecido como mercancía.
Al ser la educación
universitaria convertida en bien privado, la población sólo puede
acceder al servicio a través del mercado, pagando al precio determinado
por la oferta y la demanda. Todo servicio de las universidades autónomas
públicas son pagados, vean los aranceles, pero como esta condición
elimina de entrada a las personas talentosas con bajos recursos, se
insiste en que el Estado debe financiar esta demanda a través de becas
a los estudiantes que la merezcan.
Entonces, se hace una
tipología, aquellos que puedan dar respuesta a los atributos que define
la naturaleza del mercado, recordemos que el capitalismo no es sino
la expresión de la modernidad y éste es un atributo constitutivo de
lo que hemos denominado la colonialidad. Todo proceso de dominación
que empezó de este lado del mundo, en 1492, está prácticamente intacto.
La educación universitaria
se reduce bajo la égida del neoliberalismo a la producción del capital
humano, esto es la formación de cuadros técnicos sin formación intelectual
ni cultural alguna, pues, no la refiere sino sólo para ser útiles
a la competitividad, productividad, rentabilidad; se forman profesionales
para la empresa y no para la sociedad.
Algunos temas para el debate que sólo voy a enunciar:
- Acceso a la educación universitaria, el garantismo constitucional y el modelo de país. Ahí tiene que haber una coherencia, de lo contrario, la Constitución queda como un referente histórico y no como un elemento fundamental en la constitución de la vida cotidiana, material, social y simbólica. Entonces, el garantismo es el factor que aglutina, integra y articula los derechos, tiene que expresarse en un modelo de país, tiene que expresarse a través de sus instituciones.
- Autonomía y libertad académica, valoración de los criterios de pertinencia. Es muy distinto plantearse la autonomía en una dictadura, pero en un proceso de extremada libertad de participación, de protagonismo, donde la gente realmente quiere ser oída, pero que su voz sea vinculante con la decisión, la autonomía tiene que revisarse en ese marco, no es una autonomía hacia el interior, aislada completamente de la sociedad, por ejemplo, 83 por ciento de la investigación que se hace en el país no tiene nada que ver con la sociedad venezolana, proyectos de tercera línea que tributan a los mega proyectos de los centro de dominación internacional.
- La investigación de los postgrados como búsqueda de soluciones a la demanda de la sociedad y no exclusivamente a los intereses corporativos y de mercado.
- La necesidad de invertir en educación universitaria para alcanzar la excelencia y la competitividad en la sociedad del conocimiento. No le tengamos miedo a la palabra competitividad, a ser eficientes, eficaces, porque hay metas, hay recursos que son cada vez más escasos, se asigna un presupuesto para hacer algo que el resultado sea materialmente irrefutable, que impacte esa viabilidad de la cual estamos hablando en el marco de la construcción de un modelo de sociedad. No hay modelo de sociedad si no hay modelo de universidad que acompañe esa transformación.
- Participación en la toma de decisiones como forma de gobierno en la universidad. Un proceso que se genera, donde hay miles de experiencias articuladas con las instituciones del Estado, donde las comunidades toman decisiones, presentan proyectos, toman su vida cotidiana para construir una forma mucho más humana, diferente de vida; las universidades no pueden quedar aisladas de eso, la manera como se toman las decisiones desde el interior de las universidades tampoco, tiene que haber una articulación, una vinculación que toca los fundamentos epistemológicos, ontológicos, precisamente de la autonomía.
- Las redes tecnológicas: Las universidades no pueden ser islas, tienen que estar articuladas, que tengan acceso a lo que produce, a la documentación, a la fuente de información, consultar.-