Acabo de salir de Nueva Orleans hace un par de horas

Testimonio desde Nueva Orleans

Acabo de salir de Nueva Orleans hace un par de horas. Viajé del apartamento en el que me encontraba en un bote y me llevaron en un helicóptero a un campo de refugiados. Si alguien desea conocer cómo tratan los funcionarios federales y estatales a las víctimas del huracán Katrina, le aconsejo que visite uno de los campos de refugiados.

En el campo de refugiados que acabo de abandonar, en la autopista I-10 cerca de Causeway, miles de personas (por lo menos un 90% negras y pobres) están paradas y en cuclillas en el barro y la basura detrás de barricadas de metal, bajo un sol implacable, con soldados fuertemente armados que montan guardia. Cuando pasa un autobús, se detiene en cualquier parte, la policía abre una brecha en una de las barricadas, y la gente corre hacia el autobús, sin información sobre dónde los lleva –- Baton Rouge, Houston, Arkansas, Dallas, u otros sitios. Me dijeron que si te subes a un autobús que va a Arkansas (por ejemplo) ni siquiera permiten que se bajen en Baton Rouge a personas con familia y donde alojarse en el lugar. No queda otra alternativa que ir al refugio en Arkansas. Si tuvieras gente dispuesta a ir a buscarte a Nueva Orleans, no podría acercarse a menos de 27 kilómetros del campo.

Viajé por el campo y hablé con trabajadores de la Cruz Roja, del Ejército de Salvación, de la Guardia Nacional y de la policía estatal, y aunque se mostraron amistosos, nadie pudo darme detalle alguno sobre cuándo llegarían los autobuses, cuántos serían, adónde irían, o cualquier otra información. Hablé con varios periodistas cercanos, y pregunté si alguno de ellos había logrado obtener información de algún funcionario federal o estatal sobre alguno de estos temas, y todos ellos, de la televisión australiana hasta afiliados locales de Fox, se quejaron de un caos desorganizado, no comunicativo. Un camarógrafo me dijo “he estado en este campo durante dos días, y la única información que te puedo dar es la siguiente: ándate antes de que llegue la noche. No te conviene estar aquí de noche”.

Tampoco existe algún intento visible de ninguno de los que dirigen el campo por establecer algún tipo de sistema transparente y consecuente, por ejemplo una fila para subir a los autobuses, una manera de registrar información para contactos o encontrar a familiares, servicios de necesidades especiales para niños y enfermos, servicios telefónicos, tratamiento para posible exposición a enfermedades, ni siquiera un solo tacho de basura.

Para comprender las dimensiones de esta tragedia, es importante considerar la propia Nueva Orleans.

Para los que no han vivido en Nueva Orleans, se han perdido una ciudad increíble, gloriosa, vital. Un sitio con una cultura y una energía como no se encuentra en ningún otro sitio del mundo. Una ciudad en un 70% africano-estadounidense donde la resistencia a la supremacía blanca ha apoyado una cultura generosa, subversiva y única de vívida belleza. Desde el jazz, el blues y el hiphop, secondlines, indios de Mardi Gras, desfiles, cuentas, funerales de jazz, a frijoles rojos y arroz los lunes por la noche, Nueva Orleans es un sitio de arte y música y danza y sexualidad y liberación sin comparación en el mundo.

Es una ciudad de amabilidad y de hospitalidad, donde caminar por tu calle puede tardar dos horas porque te detienes y hablas con alguien en cada porche, y donde una comunidad se junta cuando alguien lo necesita. Es una ciudad de familias extensas y de redes sociales que llenan las brechas dejadas por los gobiernos municipales, estatales y federales que han abandonado su responsabilidad por el bien público. Es una ciudad donde cuando pasas a alguien en la calle no sólo te pregunta cómo te va sino que espera una respuesta.

También es una ciudad de explotación y segregación y miedo. La ciudad de Nueva Orleans tiene una población de poco más de 500.000 y esperaba 300 asesinatos para este año, la mayoría centrados en sólo unos pocos vecindarios, predominantemente negros. Se ha citado a la policía diciendo que no necesitan buscar a los perpetradores, porque usualmente unos pocos días después de un tiroteo, matan al atacante en venganza.

Hay una atmósfera de intensa hostilidad y desconfianza entre gran parte de Nueva Orleans negra y el Departamento de Policía de N.O. En los últimos meses, han acusado de todo a policías, desde tráfico de drogas a corrupción y robos. En incidentes separados, dos policías de Nueva Orleans fueron recientemente acusados de violación (de uniforme) y ha habido varios prominentes asesinatos policiales de jóvenes desarmados, incluyendo el asesinato de Jenard Thomas, que inspiró continuas protestas semanales durante varios meses.

La ciudad tiene una tasa de analfabetismo de un 40%, y más de un 50% de los niños negros de noveno año no se graduarán en cuatro años. Louisiana gasta un promedio de 4.724 dólares por la educación de un niño y está en el 48 lugar del país por los peores salarios para los maestros. El equivalente de más de dos clases de jóvenes abandonan las escuelas de Louisiana cada día y unos 50.000 estudiantes están ausentes de la escuela en cualquier día dado. Demasiados jóvenes negros de Nueva Orleans terminan esclavizados en la Prisión Angola, una antigua plantación de esclavos donde los reclusos siguen haciendo trabajo agrícola manual, y más de un 90% de los reclusos terminan por morir en la prisión. Es una ciudad de la que la industria ha partido y la mayor parte de los puestos de trabajo restantes son trabajos de baja paga, temporales, inseguros en el sector de servicios.

La raza ha sido siempre la corriente subyacente de la política de Louisiana. Este desastre fue edificado con racismo, negligencia e incompetencia. El huracán Katrina fue la chispa inevitable que inflamó la gasolina de la crueldad y la corrupción. De los vecindarios abandonados al mayor riesgo, al trato dado a los refugiados, a la presentación de las víctimas por los medios de información, este desastre está configurado por la raza.

La política de Louisiana es famosa por la corrupción, pero con las tragedias de esta semana nuestros dirigentes políticos han definido un nuevo grado de incompetencia. Al acercarse el huracán Katrina, nuestro gobierno nos llamó a “Orar por que el huracán descienda” a un nivel dos. Atrapados en un edificio dos días después del huracán, sintonizamos nuestra radio a pilas en la radio local y las estaciones de televisión, esperando noticias vitales, y nos dijeron que nuestro gobernador había llamado a un día de oración. A medida que comenzaban a dominar los rumores y el pánico, no hubo una fuente de información concreta y fiable. El martes por la noche, políticos y periodistas dijeron que el nivel del agua subiría otros 4 metros –– pero en lugar de hacerlo se estabilizó. Los rumores se diseminaron como un incendio y los políticos y los medios sólo empeoraron las cosas.

Mientras los ricos escapaban de Nueva Orleans, los que no tenían adónde ir y ningún modo de llegar allí, se quedaron atrás. Para echarle sal a la herida, los medios locales y nacionales pasaron la semana pasada demonizando a los que se quedaron atrás. Por ser una persona que ama a Nueva Orleans, y a su gente, ésta es la parte de la tragedia que más me duele, y me duele profundamente.

Ninguna persona de mente sana debería clasificar a alguien que toma alimentos de negocios cerrados indefinidamente en una ciudad desesperada, hambreada, como “saqueador”, pero es precisamente lo que los medios hicieron una y otra vez. Sheriffs y políticos hablaron de hacer que los soldados protegieran los negocios en lugar de realizar operativos de rescate.

Imágenes de la población de Nueva Orleans devastada por el huracán fueron transformadas en criminales negros, descontrolados. Como si tomar un estéreo de un negocio que evidentemente está asegurado contra pérdidas fuera un crimen mayor que la negligencia y la incompetencia gubernamentales que causaron miles de millones de dólares de daños y destruyeron una ciudad. Este enfoque de los medios es una táctica, igual como el enfoque en los años ochenta en las “reinas de la ayuda social” y de los “súper depredadores” oscurecían los simultáneos y muchos mayores crímenes de las estafas de Ahorros y Préstamos y los despidos en masa, la gente híper-explotada de Nueva Orleans está siendo utilizada como chivos expiatorios para encubrir crímenes mucho mayores.

Políticos de la ciudad, del estado y de la nación son los verdaderos criminales en este caso. Desde por lo menos mediados de los años ochenta, ha sido ampliamente conocido el peligro para Nueva Orleans representado por las inundaciones. La inundación de 1927, que, como los eventos de esta semana, tuvo más que ver con política y racismo que ningún tipo de desastre natural, ilustró exactamente el peligro que venía. Pero los funcionarios del gobierno se han negado de modo consistente a gastar el dinero para proteger a esta ciudad predominantemente negra. Mientras FEMA [siglas en inglés de: Agencia Federal para el Manejo de Emergencias] y otros advirtieron del urgente peligro inminente para Nueva Orleans y presentaron proposiciones de financiamiento para el refuerzo y la protección de la ciudad, la administración Bush, en cada año desde 2001, ha reducido o se ha negado a financiar el control de inundaciones de Nueva Orleans, e ignoró las advertencias de los científicos de aumento de los huracanes como resultado del calentamiento global. Y, a medida que los peligros crecían junto con el nivel del agua, la falta de una reacción coordinada dramatizó vívidamente la insensible indiferencia de nuestros dirigentes elegidos.

Las secuelas de la inundación de 1927 ayudaron a conformar las elecciones de un presidente de EE.UU. y de un gobernador, y marcaron el comienzo de las políticas populistas sudistas de Huey Long.

En los próximos meses, miles de millones de dólares probablemente inundarán Nueva Orleans. Ese dinero puede ser utilizado para marcar el comienzo de un “Nuevo Trato” para la ciudad, con inversión pública, creación de puestos de trabajo estables, sindicalizados, nuevas escuelas, programas culturales y restauración de viviendas, o la ciudad puede ser “reconstruida y revitalizada” como un esqueleto de lo que solía ser, con hoteles más nuevos, más casinos, y con tiendas de cadenas nacionales y parques temáticos que reemplacen los antiguos vecindarios, centros culturales y clubes de jazz en los barrios.

Mucho antes de Katrina, Nueva Orleans fue atacada por un huracán de pobreza, racismo, desinversión, desindustrialización y corrupción. Simplemente, costará miles de millones reparar el daño causado por ese huracán anterior a Katrina.

Ahora, cuando el dinero comience a fluir, y los ojos del mundo estén enfocados en Katrina, su pueblo vital y de mente progresista tiene que aprovechar esta oportunidad para luchar por una reconstrucción con justicia. Nueva Orleans es un sitio especial, y tenemos que luchar por su renacimiento.


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