Luego de calcular sus costes globales de producción, usualmente denominados “costes de fábrica”, el capitalista fabricante aspira una ganancia que cuantifica en determinado % del capital global empleado y consumido. Digamos que no se va al mercado a lograr un precio de su oferta, según la competencia del caso con otros fabricantes, para luego descargar aquellos costes del valor de la oferta vendida y así averiguar, por defecto, cuál ha sido su ganancia. Es todo lo contrario.
Sin embargo, en la literatura económica burguesa, su contabilidad maneja los llamados “costes marginales”[1] de producción, que son recogidos en los llamados “gráficos de rentabilidad”[2] , y con estos elabora sus flujos o curvas de costes (inversiones de capital). Esos costes marginales son una ficción numérica que sirve para enmascarar la plusvalía, sin que necesaria ni deliberadamente ningún economista ni contable, ni analista de costo de la burguesía, se lo hayan propuesto así
La curva de costes marginales, que es la inversa de la curva de la productividad marginal (otra ficción económica)[3] ha sido un ingenioso artilugio contable que logra contabilizar ex ante el costo o valor de producción, inclusivo de una ganancia (plusvalía) muy bien estimada que, como coste de fabricación, el mercado ex post reconocerá como precio de mercado, luego de dar cuenta de los errores (entre precios y valor trabajo) y de la puja entre oferentes y demandantes, de fabricantes entre sí, y entre estos y sus respectivas clientelas. Veamos la siguiente “gráfica de rentabilidad”:
Para C P = costes y precios; Q = cantidades demandadas y ofrecidas; D= curva de demanda, y O= c. de oferta.
Ocurre que, según esa gráfica, en la curva de costes marginales (curva de oferta O) cada punto de ella representa un “costo marginal” de hecho y cuidadosamente calculado dentro de la empresa, y representa a la vez un precio ex ante que es superior al precio de todas las demás unidades precedentes y pertenecientes a la misma curva en cuestión. Para el punto de intersección de ambas curvas, esa ganancia esperada está representada por la zona zigzagueada. La superficie del cuadrilátero representa el valor-precio de la transacción de equilibrio, y la zona no zigzagueada, los costes de fabricación formados a punta de costes marginales sucesivos y acumulados hasta ese volumen de “equilibrio” o de intersección de ambas curvas.
Como sabemos, esta curva, trazada en un sistema cartesiano (primer cuadrante), se mueve ascendentemente de izquierda a derecha, cóncava hacia arriba, razón por la cual cada precio y cada coste precedente pertenecientes a esa curva representa uno menor a todos los que le siguen hacia arriba en toda su trayectoria. Así, al vender al precio de un punto cualquiera de la curva, la fábrica habrá formulado y fijado de antemano ganancias para cada una de las restantes unidades del lote vendido.
No hay duda que tales “costes marginales” y afines representan un asombroso artilugio econométrico que forma parte de la Teoría Económica Vulgar, y que no en balde ha recibido premios provenientes, precisamente, de las academias burguesas, y en particular de la que fundó Alfred Nobel.
Pero sabemos también que cada fábrica opera con lotes de compras para la realización de su proceso productivo, y funciona con lotes de ventas de las mercancías que produce. Digamos que sus transacciones son rigurosamente al mayoreo. Hasta donde también sabemos, sólo los detallistas venden al detalleo, pero pagan al mismo precio cada unidad comprada. Con ello, la idea del costo marginal queda desvirtuada, pero, matemáticamente del valor trabajo de cada unidad fabricada, una parte representa salarios y otra plusvalía “marginal”, digámoslo así.
Cierto que es necesario calcular el coste medio de producción, esto es, formar los precios o costes de fábrica, pero es sólo para estimar los desembolsos futuros de capital correspondientes a los nuevos procesos de producción, pero, no para fijarle precios de venta a cada unidad en particular. Sencillamente, cada lote de producción, según la cuenta burguesa, que niega la explotación en fábrica, contiene el valor trabajo que cuesta, según los costes de fabricación constituido por: mano de obra al costo de sus salarios y directamente involucrada, por materia prima debidamente disponibles para su transformación, y los costes externos para mejoras ambientales y laborales.
Esta entrega se completará más adelante.
P.D.: La terminología conjugada en estas cartas está sujeta al carácter universal de la Economía Política, más que al léxico de extensión popular. Esto es así para poder abarcar el mayor número de lectores capaces de leer según la simbología que previamente hayan trabajo en los libros especializados. Hacemos hincapié en el empleo de voces máximamente populares, pero sin descuidar ni reemplazar las necesarias categorías, principios, y designaciones económicas de uso técnico y profesional.
[1] Consultar la literatura económica que circula en todos los centros académicos y universitarios del mundo marxista y no marxista. Libros de Teoría Económica, Diccionarios de Economía Política, El Capital (Marx) y afines.
[2] José Castañeda, Lecciones de Teoría Económica, Lección 23, # 5.
[3] Lo que la Economía Vulgar llama “productividad marginal decreciente” es, por el contrario, “productividad creciente” ya que a mayor cantidad de mercancías fabricadas en la misma jornada, menor valor añadido o menor costo para cada una de ellas, por lo que resulta falso que la empresa tenga costes marginales crecientes, sino todo lo contrario, en el bien entendido que por costo se entienda valor trabajo. Cónfer: Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. XV, Subc. III, # 2/ José Castañeda, Ob. cit., Lección 20, # 5.
[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí, y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.
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