Las regulaciones de la producción podrían encarecer los precios y deteriorar la calidad de los bienes

Plusvalía, Ganancia y Estafa [i]

El consumidor tiene el control de la selección de sus proveedores, razón por la cual puede sacar del juego al especulador, salvo en los casos mono y paramonopólicos; por otra parte, en ningún régimen económico se concibe una remuneración total a favor del trabajador porque aquel se quedaría sin reservas para eventualidades y sin provisiones para el necesario crecimiento económico en lo personal, familiar y generacional de toda la sociedad.

Los capitalistas suelen echar mano  del volumen de la plusvalía que les toca por vía de determinada tasa de ganancia, a los fines de su crecimiento empresarial que, desde luego, les garantice mayores ganancias aunque conserven la tasa de plusvalía o grado de explotación. Por lo demás, esta les tiene sin cuidado, no la reconocen. Las ganancias que obtienen, no sólo las atribuyen a las diferencias   precio-costo, una concepción compartida por nuestro gobierno, sino que no la asocian con trabajo alguno, sino con el dinero invertido.

Como esto piensan los capitalistas y sus teóricos apologistas, es racional que ambos atribuyan cualidades gananciosas a todo el capital invertido, independientemente de que en la producción intervengan medios de producción y mano de obra. Para ellos todo se reduce al dinero invertido.

Esa manera de concebir la ganancia permite cargar a la producción costos como los que vengo denunciando y calificando como costes ilícitos[1].

Hemos explicado ampliamente que tales costos representan una estafa contable que, por cierto, goza de admisión entre todos los contadores, auditores y asesores económicos gubernamentales. Es así cómo, por ejemplo, al trabajo improductivo gerencial, de custodia, de acarreo, los energéticos, alquileres, los gastos de mobiliario de oficina, decoración, el desgaste de maquinaria y herramientas, etc., todos esos desembolsos de dinero relacionado con la empresa fabril o comercial son considerados como inversiones productivas.

De allí que buena parte de las ganancias burguesas procedan de esa estafa, y no de la venta del  plusvalor, así como una importante parte de los ingresos estatales de algunos países, como Venezuela, no proceden de trabajo alguno ni de impuestos a la renta salarial, ya que todos estas fuentes "impositivas" derivan en su origen de la llamada Renta Petrolera que permite garantizarles a fabricantes y comerciantes el cargo de semejantes costes ilícitos, a sabiendas de que estos estos serán reintegrados con salarios que en buena parte provienen  de dicha renta petrolera y no de la previa explotación salarial. Estamos hablando de que la plusvalía en países como el nuestro representa sólo una pequeña parte de la fuente de las ganancias burguesas no fabriles. La mayor parte de esas ganancias   provienen, pues, de la RP y de la estafa contable.

Aclaremos que una cosa es el grado de explotación salarial o la explotación en sí misma, y otra, la parte que le quede al capitalista en funciones. Hay capitalistas, por ejemplo, que se ven competitivamente obligados a ceder parte de su plusvalía en beneficio de los capitalistas que operan con altas composiciones orgánicas de capital[2]. Es así cómo las tasas de ganancia de pequeños, medianos y grandes capitalistas se ven tendenciosamente igualadas entre sí.

La plusvalía es fuente de ganancia, aunque muchas ganancias no procedan de aquella. Esta diferencia ha creado mucha confusión, inclusive entre asiduos lectores de El Capital, de Carlos Marx,  y obras afines. Las ganancias pueden tener un origen malsano. Las apropiaciones ilegales, el robo, la estafa y los sobreprecios, son buenos ejemplos de ganancia aclasista. Como la mayoría de los estafadores y especuladores son los capitalistas, la diferencia en plusvalía y ganancia suele desaparecer, con lo cual se esconde la práctica de la explotación obreril en las fábricas, y así la ganancia  queda relegada al mercado, porque es aquí donde se la plusvalía se metamorfosea en ganancia.

La plusvalía no tiene nada qué ver con el robo ni con la especulación. Es más, cuando un productor o un comerciante encarecen sus precios indebidamente, se limitan a encarecer una ganancia que ya no guarda relación con el trabajo de explotación burguesa.

Por lo demás, es poca la relevancia del Estado en cuestiones de precios y costos burgueses, sobre todo cuando se tolera el cargo ilícito. Es que los consumidores van quedándose como clientes sólo de los comerciantes y productores que les ofrezcan mejores precios con mejor calidad, razón por la cual los controles estatales se estarían limitando a una recontabilización de dicha estafa, además de que sus controles de precios y costos podrían traducirse en reducciones de la oferta y calidad de la misma. 

marmac@cantv.net


[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com     marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez


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