Que haya sido un mitómano, vulgar y silvestre como Rómulo Betancourt, quien años atrás anunciara que “sacaría a patada a los ladrones de Acción Democrática”, eso ni nos da frio ni calor, porque el bellaco guatireño jamás cumplió pues era un demagogo empedernido. Comunista en sus mocedades, Betancourt nunca hizo honor a la palabra empeñada y por eso no tardaría en pasarse con capotera y cobija para la derecha reaccionaria. Y como en sus actos siempre fue voluble, ello explica porque se proclamaba demócrata, y en la práctica mediante golpe de Estado le arrebató el poder a Isaías Medina Angarita en octubre de 1945.
Si de rabo de paja hablamos, bastaría con recordar que Betancourt como Presidente de una fáctica Junta de Gobierno, dictó un decreto el 27 de noviembre creando el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa, presidido por el universitario Fernando Peñalver, e integrado por el Tte. Gutiérrez Prado, el alférez de corbeta Luis Ramírez, el presbítero José Ignacio Olivares, Antonio Sotillo Arreaza, el sindicalista Luis Hurtado y Salvador de la Plaza, este último por decoro no acepto. Lo cierto fue que todos los enjuiciados, apena sirvieron para saciar odios personales , y a la final ninguno resultó culpable, vieja costumbre desde 1830, porque por lo visto pareciera ser que en Venezuela, los únicos delincuentes fueron un personaje apodado Petróleo Crudo en la década del cuarenta, y el Chinito de Recadi durante la administración del dipsómano Jaime Lusinchi.
Para bien de las instituciones pública, hoy ávidas de decencia y pulcritud, en hora buena el Presidente Nicolás Maduro anunció que combatirá ese flagelo de la corrupción que es peor que la siete plagas de Egipto; asegurando extirparlo de raíz porque amenaza de muerte la vida misma del sistema republicano. Y no será en vano que ante tantas estatuas de héroes que enaltecen el Campo de Carabobo, el Jefe de Estado juró perseguir a quienes delinquen contra la cosa publica, sean o no militantes de la causa del Comandante Eterno y Supremo. De modo que a los incursos en delitos contra el patrimonio público, les anunciamos que a la vuelta de la esquina los espera la implacable espada de la justicia, y que para nada les servirá que juren y perjuren estar arrepentidos de sus fechorías.