La foto es de un acto de apoyo al diputado Richard Márdo. Acusado por diversos delitos. Allí, levanta su brazo izquierdo, digamos, en gesto de menguada energía. Está frente a una claque sin expresiones faciales gratas. El fotógrafo demuestra con su arte que se puede retratar un grupo de rostros con inexpresividad uniforme en un acto dispensable y aburrido, donde todos vigilan, nadie mira.
Quien habla no muestra fiereza. Ni puño levantado, cerrado, firme, no lo eleva con la esperada potencia, hacia el cielo, como lo hacía en su arengas Jorge Eliecer Gaitán. Sería mucho pedir. El orador se nota mas cerca de la forma en que aviva sus gaitas el cantante de Guaco, que un líder manejando una masa.
Su mano no sostiene el micrófono. Sino que la coloca, encima del aparato que está sostenido por un pie, da la sensación de que quisiera o acariciarlo o posar su mano, sobre el casi obsceno adminiculo faloidiforme. Parece que busca un sostén, un soporte para derivar su angustia e inquietud mientras manosea el artilugio acústico.
Todo lo contradice, con la nada disimulada imagen del rostro de Jesucristo, de Zefirelli, que descuidadamente hizo imprimir en la franela que llevaba como prenda especial para el acto. Su imagen, en blue jeans, -a lo mejor marca Dussault Apparel- como señuelo, intenta colocarse cerca de los espacios celestiales, queriendo lavar sus pecados e imagen de “presunto corrupto”, engañando con su votos de falsa pobreza. Esto, imagino lo hace por indicaciones de su confesor de cabecera o es una pequeña y adicional ayuda de JJ Rondón a esta causa.
En la foto está rodeado cabalísticamente -¿como una corte¿-, de siete,7 apóstoles 7, rígidos, a sus espaldas. A todos los corona un cielo de drywall y focos, del auditorio. A la derecha de la foto, Hiram Gaviria, luce chaqueta muy del tipo de “dos por uno”, un tanto demodé, que anima con un coquetona corbata de rayas amarillas y rojas; él, mira hacia Mardo con gesto de sorprendido, como preguntando, “en que me estoy metiendo”; a su lado María Corina, qué, se nota, aplaude, displicentemente, pues no se preocupa por separar los brazos del cuerpo para hacerlo con mas convicción y fuerza.
El fotógrafo la pesca en momento en que mantiene su seriedad marmórea de mascara de carnaval veneciano, mientras ladea su cabeza, y, su ojo escudriña el lugar donde el acusado esta perifoneando.
Demuestra con su gesto poca convicción. Ella, acompaña, hace bulto, mientras dibuja una mirada poco catequizada sobre cuanto predica Richard Mardo. En la fila, la sigue Ramón Guillermo Aveledo que muestra cierta desgano y anda con el saco abierto, y arrugado, mientras su mirada no esta posada en el interlocutor, sino que la extravía en la distancia; parece que duda sobre el real impacto eleccionario que el acto que los ocupa puede tener.
En el extremo izquierdo contrapuesto de la foto, a María Corina; diríamos, bien lejos de ella, está Henry Ramos Allup; muy en la antípoda, como siempre. Se muestra en blue jeans, ajados, y una chaqueta deportiva corta, ceñida a la cintura de color azul; llama la atención que lleva –inexplicable para la ocasión- una maletín que guinda en bandolera en su hombro; uno de esos que sirven de por “si acaso”. Como buen desengañado histórico, no dirige su mirada a Richard Mardo, sino que fisgonea, abiertamente, tuerce el torso y espalda bien hacia atrás y voltea hacia la derecha, para atisbar por detrás de la espalda de los otros notables.
Es algo así como una mirada de control policial. Señal de querer pescar con el rabo del ojo un detalle que nadie, solo él, presiente; todo lo hace con los brazos cruzados en el pecho, y, obviamente, no aplaude al orador. Dirá, ¿para qué, si total, con tantas pruebas¿. Demuestra con sus gestos que sus sentidos no están allí, exhibe muy poco interés en todo lo que allí sucede.
En la parte frontal de la Tarima del “acto institucional” que ayer llevo a cabo la autocalificada Mesa de la Unidad para dar respaldo al Diputado Richard Mardo, se encontraba el Gobernador del Estado Miranda Henrique Capríles, se calzó para la ocasión, imagino, como recuerdo de su derrota electoral, una cachucha a colores, que le pirateó en la campaña a Maduro; ojo, no lleva ninguna chaqueta con colores vivos de aquellas con las cuales imitaba a Chávez, y, él, tomó prestada para sus intervenciones en la campaña en que perdió. Lleva un pantalón verde ocre parecido al que usan los carabinero de Chile, y que, a lo mejor, compró allá en su ultimo viaje. Tampoco mira hacia RM sino que se come con la vista el infinito.
La gráfica es del Universal y fue tomada por el veterano y muchas veces premiado Venancio Alcázares.
El trance lo hicieron llamar “acto institucional”, pienso, para recensar a los ya confesos. Convenido en un lugar cerrado sin participación a cielo abierto de la gente de la calle. No entiendo. Solo recuerdo aquello que decía Lenin: la idiotez, en cambio, no tiene ningún arreglo.