¿200 plátanos por noventa bolívares?. ¿Inflación o especulación, o ambas?

Es increíble, pero no salía de mi asombro cuando al campesino que tenía apilado en la orilla de la carretera cuatro racimos de plátanos le pregunté por el precio y me dijo: son noventa bolívares. De inmediato le reclamé ¿un racimo por noventa bolívares?. El hombre con humildad de campo me respondió: no señor, son noventa bolívares toda la pila, es decir, los cuatro racimos. Esto me acaba de ocurrir en la vía que conduce desde El Vigía, en el estado Mérida, hacia la ciudad de Santa Bárbara, en el estado Zulia. Andaba paseando con mi familia, buscando la ruta hacia el Parque Nacional Ciénegas de Juan Manuelen las costas del Lago de Maracaibo (http://www.inparques.gob.ve/index.php?parques=view&codigo=pn_0038&sec=1).

Al llegar a casa no salía aún de mi asombro por el precio pagado. En total eran unos 200 plátanos. 200 plátanos grandes y sanos. En una simple operación matemática, el precio pagado por cada plátano fue de Bs. 0,45. Mi asombro era mayúsculo, pues había pagado en una bodega, muy pocos días antes, 20 bolívares por tres plátanos en Mérida. También recientemente había estado comiendo con mi familia en un restaurante. Solicitamos unos tostones. El plato de servicio traía seis tostones de tamaño pequeño. En la cuenta pagamos 60 bolívares por los tostones.

Todo este cuento de los plátanos que compré lo traigo a colación por uno de los temas que más presionan sobre las políticas del gobierno nacional: la inflación. Me hice varias preguntas ese día. Entre otras, cuáles eran las razones para que un plátano o tostones tuvieran precios tan elevados, por encima del precio pagado al productor. En un ejercicio teórico, suponiendo que los seis tostones se hicieron con dos plátanos, es decir, un bolívar aproximadamente al precio pagado al campesino, el restaurante estaba sacando una ganancia de 59 bolívares por cada dos plátanos. Claro, tendríamos que considerar todos los gastos del restaurante, para procesar y servir los tostones. Aun así, la diferencia es enorme. Por los 90 bolívares pagados por los cuatro racimos de plátano, el restaurante obtendría Bs. 5.900,00. Igual análisis aplica para los plátanos de la bodega.

Hay que añadir, en todo caso, que sólo compré cuatro racimos, una bodega compra muchísimo más que eso, igual un restaurante, con lo cual los precios que se pagan son otros, pudieran ser más bajos. Pero, sería estúpido pensar que los de la bodega o del restaurante van a la carretera o al campo a comprar. Por lo general, son surtidos por terceras personas. ¿Quiénes los surten?. Por lo general, los que compran directamente el plátano al productor. Los que pagan el precio más barato. Los llamados intermediarios. En efecto, pudimos apreciar ese día, muchas camionetas y camiones cargados de plátanos, que compran a la orilla de la carretera o en el interior de las parcelas. ¿Se imaginan cuánto pagará ese intermediario cuando compra cientos de racimos?. ¿Cuánto debería ser el valor real de ese plátano cuando lo lleva a la bodega o al restaurante?.

Allí es donde aparece el fenómeno de la especulación. El intermediario compra a precios muy bajos al productor, al que realmente se jode preparando la tierra en condiciones tan adversas, sembrando y cosechando. Mientras maneja, en la tranquilidad de su vehículo de carga, el intermediario va pensando en el precio que ese día se antoja cobrar por cada plátano. Así, un plátano que compra a un ínfimo precio, lo vende a precio de especulación, al que le dé su real gana. El agricultor destina meses de trabajo, para lograr obtener el producto, la cosecha. En muy pocas horas, el tiempo que le toma en ir al campo y regresar a la ciudad, estos chupasangres intermediarios se llevan buena parte de la ganancia. La otra parte de la ganancia, la obtiene el de la bodega y el del restaurante.

Quienes salen jodidos: el productor, los consumidores finales, el país en general, la economía nacional. En efecto, para cálculos de la inflación el BCV toma en consideración, entre otros, los precios de los productos que se expenden en las bodegas y los servicios que se ofrecen en los restaurantes (http://www.bcv.org.ve/cuadros/4/informacionipc.pdf). De tal manera, que la especulación con los precios de los productos, tal como lo hemos intentado mostrar con el caso del precio del plátano, se reflejan obviamente en el Índice de Precios al Consumidor (IPC); el cual es utilizado para medir la inflación. En otras palabras, es un impacto bien fuerte el que tiene la especulación sobre la inflación, pues en buena medida, tal como lo demostramos con el plátano, los precios de las comidas en los restaurantes están en función de los precios especulativos de los productos que utiliza el restaurante en la preparación de las comidas que ofrecen. Claro, hay añadir que también el restaurante aporta su parte especulativa. De allí no es de extrañar que en un restaurante en Mérida un jugo natural, de lechoza por ejemplo, cueste un solo vaso unos 30 o 40 bolívares. Una lechoza, de unos dos kilos, cuesta en el mercado especulativo del Mérida unos 30 bolívares. Con dos kilos de lechoza son muchos los vasos de jugo que pueden hacerse. Con sólo un vaso de jugo, el restaurante saca, ya con extra ganancias, el precio que pagó por una lechoza completa. El restaurante también especula entonces.

Con el respeto que le tengo a los entendidos en la materia, y con mi neofitísmoal respecto, me atrevo a sugerir que también debería calcularse una suerte deÍNDICE PARA MEDIR LA ESPECULACIÓN, al igual que se hace para medir la inflación. Así, mensualmente el BCV reportaría la inflación, pero también la especulación para ese mes. Esto permitiría al gobierno determinar responsabilidades, develando uno de los tantos orígenes del fenómeno inflacionario que tanto golpea a la economía venezolana y, por supuesto, a todos los habitantes de este país. Pero al mismo tiempo, cerraría las bocas a los opositores que frecuentemente acusan al gobierno de tener una responsabilidad absoluta en la inflación, de una mala política económica. Pocas veces se oye a los opositores, incluso a veces a los nuestros, mencionar la especulación, menos que ésta incide en la inflación considerablemente. También el intermediario, el bodeguero y el dueño del restaurante coadyuvan en las altas tasas de inflación, pero como responsables directos, al especular, al vender sus productos y servicios muy por encima de su valor real. 

¡Los plátanos los compartí con familiares y amigos!.

(*) Profesor Titular, ULA

Email: heribertogomez60@gmail.com

@ulandino



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Heriberto Gómez

Profesor Titular, ULA

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