Esa mañana, el camarada Pedro Mordida se levantó angustiado. Llevaba varios meses que se le había engatillado la posibilidad de colocar algunos expedientes en los primeros lugares de revisión por lo cual cobraba la módica suma de Bs. 2 por cada dólar que se estaba tramitando, una especie de baratija le dijo a uno de sus asiduos clientes que con todos los recaudos, aquello de producción insuficiente, no producción y pare de justificaciones, importaba lo que le daba en gana, hasta condones con sábila como lubricante, idea que le dieron en Coro mientras disfrutaba de sus excedentes. Pero, esas benditas subastas le han quitado a Pedro Mordida parte de sus posibilidades de incrementar su sueldo. Tanto le preocupa al camarada la falta de esos ingresos familiares que frente a un reparo de su delicada pareja porque ese fin de semana no fueron al restaurant de moda en la capital, le respondió groseramente: Coño ¿Qué quieres que haga si ya no dejan trabajar?
Pues, si que estaba preocupado Mordida. El lunes tempranito salió en cholas hasta un kiosco que está a unos tres cuadras llaneras de su nueva quinta; allí despachan el periódico desde muy temprano en la madrugada. Compró varios diarios y se fue oteando los titulares, pero sin mayor interés porque lo que realmente quería leer con detenimiento era su horóscopo. Sin embargo, se detuvo para aclarar un titular sobre un libanés que manejaba las remesas de unos cuantos niños que siendo venezolanos, estudiaban en el exterior, casi todos ficticios. Mordida, solo exclamó, ¡Que pendejo Habibi, más ganaba cuando traía neveras de segunda mano de Miami!
Continuó caminando, abrió la reja de su casa colocando el ojo derecho sobre un detector que disparaba una señal a la hembrilla electrónica, entró con pasos de preocupación y se sentó en una poltrona donde casi todos los días, menos este, se tomaba un café espumoso servido por una mucama, que según sus amigos estaba más buena que su mujer.
Abrió primero los diarios favorables al gobierno, y los dejo a un lado, sabía que los horóscopos no son la especialidad de estos. Algunos que los traen inventan vainas con las sorpresas que nos dará la revolución en materia de viviendas, aumentos salariales, pero eso se sabe sin ser adivino, puedes estar anotado en el puesto 200 mil, pero la vaina viene, cuándo, no se sabe, pero viene.
Fue entonces que tomó un diario opositor y se fue directamente al cuerpo donde aparecen deportes y amenidades. Buscó el horóscopo, y comenzó a bajar el dedo hasta que se encontró las predicciones para los acuarianos: “Haga lo posible por ahorrar para tiempos difíciles. Conocerá unos amigos que le darán una sorpresa. Tenga cuidado con lo que ofrece, aun si lo va a cumplir. Número de suerte el 57”.
No había terminado de acicalarse cuando frente a su casa se detuvieron varias patrullas e imaginó un operativo escandaloso de esos que llaman de seguridad ciudadana. Y comenzaron a cumplirse las predicciones de su horóscopo, un hombre de ojos oblicuos, de posible antecedentes orientales, tocó el timbre y Mordida se acercó a ver de qué se trataba. Le dijo, soy el Comisario Tomás Tuyukota, disculpe que le de la ingrata sorpresa de decirle que tengo una orden de detención en su contra.
Mordida, lo hizo pasar al porche mientras terminaba de acicalarse. Tomó un maletín lleno de dinero que guardaba por si alguna vez tenía que seducir, forma sutil que utilizaba para la palabra sobornar, a algún funcionario. Tuyukota se indignó, le puso sus relucientes esposas compradas por el gobierno para estrenarlas con los corruptos, y lo sacó a empellones hasta una patrulla y desde allí radió: Hemos capturado al número 57 de los bandoleros “Los cadivistas”.
Las sirenas agudas no despertaron a su amada, fue luego cuando una vecina le llamó para saber de que se trató todo ese escándalo. Hizo una llamadas, y cuando finalmente se enteró del triste desenlace de esa buena vida, dijo: ¡qué vainas! tendremos que gastar los ahorros en la defensa.
Así se cumplió todo el horóscopo de ese acuariano metido a peculador.
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