Traté de prometerme no escribir sobre los lugares comunes en los que cae la derecha cuando defiende a especuladores y usureros, pero algunos de los más recientes episodios en los que ha incurrido la oposición merecen ser señalados más como síntomas de la situación social de alienación y disociación que como anécdota tragicómica.
Si ya desde la moral es un tema álgido de abordar, hacerlo desde la práctica es aún peor: escuchar a personas defendiendo “su derecho a ser estafados”; acusando al gobierno de atropellar a los pobres comerciantes que recibiendo dólares del Estado vendían sus importaciones a precios especulativos y con tasas de ganancia sencillamente impensables aún para las más febriles imaginaciones; argumentando que si les daba la gana de pagar de más lo hacían porque ese dinero era de ellos. Todo ello simplemente ha resultado demasiado.
¿Cómo comprender a aquellos que cierran filas en defensa de quienes por años le esquilmaron el bolsillo y le estafaron con una sonrisa de oreja a oreja, deseándole que volviera pronto a seguir comprando y a ser nuevamente estafado? ¿En qué momento perdimos la sensibilidad y estafar al otro nos pareció no sólo algo normal sino más allá, algo socialmente aceptado? ¿Cuándo la honestidad dejo de ser un valor estimable para convertirse en una condición asociada a la falta de “viveza”? Profundas preguntas sin fáciles respuestas.
Sé que el Pueblo en su mayoría distingue sobre quien recae la responsabilidad de los desajustes económicos, así como también quien le protege y le garantiza la capacidad adquisitiva de su salario, que por demás ha sido incrementado constantemente en la Revolución Bolivariana. También sé que son cada vez menos quienes sistemáticamente se niegan a ver la realidad, tanto por razón de su cantidad como por la contundencia de sus argumentos, los cuales en medio de los indiscutibles avances sociales que en Venezuela hemos cosechado en los más amplios sentidos, debilitan cualquier argumento y lo hacen difícilmente sostenible.
Que el Estado siga haciendo justicia y desenmascarando a los estafadores del Pueblo; que los niveles de conciencia se sigan elevando para que no haya duda sobre quienes son los responsables de los desajustes económicos; que no se incurra en compras innecesarias movidas por una incontinencia consumista. Tres retos, la misma meta: Venezuela.