Este artículo es un extracto de PRAXIS de EL CAPITAL *
En el siguiente diagrama veremos cómo y por qué la explotación burguesa ha podido sostenerse y robustecerse a lo largo de sus ya buenos 500 años de práctica, miserias, crímenes, despojos territoriales, masacres, etc.:
Máscara numérica
C= 100 + V 50 + Pl 50 = Valor de la Oferta = 200, para
C = capital constante (medios de trabajo-50-objetos de trabajo-50-);
V = c. variable, y Pl = plusvalía
Allí vemos una producción total de 200, descompuesta en 100 para medios de producción; 50 para salarios, y una plusvalía de 50 que traduce una tasa de plusvalía de 100%.
Según la máscara numérica, todo el capital invertido en medios de producción ha sido cargado al valor de la oferta, y eso supone que maquinarias, herramientas, energéticos, lubricantes, alquileres, cortinas, adornitos de oficina y afines, y hasta el pago de los estudios de mercado del proyecto empresarial, será cancelado por el consumidor cuando consuma su salario.
Como sabemos, el consumidor sólo recibe las materias primas transformadas en el valor de uso de la respectiva mercancía, los envoltorios y empaques, pero absolutamente nada del valor de uso de los medios de trabajo. Estos jamás han debido imputarse como costes de producción, aunque sí como medios de producción.
Aclaramos que a estos medios de producción (medios de trabajo) no les negamos su carácter de capital constante, sino su intransmisibilidad al valor creado con la ayuda que prestan al trabajador porque su utilidad se limita al aumento de la productividad del trabajador, y mal podría servir dos veces por el mismo valor: como valor de cambio de la nueva mercancía, y como incrementador de la productividad del operario.
Ahora bien, de acuerdo con esa realidad contable, la ganancia de 50 representa 25% del precio total de la venta, pero si dejara de cargarse las depreciaciones y demás medios de trabajo, el capitalista recuperaría sólo 150, que es apenas el monto inicial de sus inversiones en C y V.
De acuerdo con ese resultado, nuestro capitalista deberá buscar un rendimiento mayor de sus trabajadores, o una mayor a tasa de explotación que pase de 33,3% (50/150); eso significaría una tasa de plusvalía mayor de 100%, pero lo hace con una salida diferente al aumento de las horas de trabajo y la minimización del salario ya que ambas opciones son rechazables de plano por su visibilidad como manifestaciones de una explotación que debe permanecer tan invisible como si no existiera.
Esa salida nos pone en evidencia que las largas jornadas mantenidas hasta finales del siglo XIX sólo pudieron reducirse mediante el traslado del valor de esas depreciaciones y afines al precio de las mercancías, y así lo reflejan los cálculos vigentes del Producto Interno Bruto.
* Tomado de Manuel C. Martínez M. PRAXIS de EL CAPITAL Cap. V.