¿Sabía usted, o al menos realmente lo sospechaba, que ninguna entidad bancaria de carácter privado jamás le ha prestado un centavo a ninguno de sus clientes?
¿Cómo es eso?, se preguntará, sin temor a dudas. ¡Qué disparate es ese!, dirán otros más sesudos. Otros, más leídos y hasta escribidos, contrariamente, definirán la función de la banca privada como aquella consistente en ofrecer fondos con cargo a los haberes de su clientela de cuentahorristas con los que aquella crea así fondos líquidos disponibles para acreditarlos a quienes vayan al banco privado a quitarles prestado, cosas falaces así.[1]
Veamos esto más de cerca: Conceder un crédito es literalmente tener confianza en el prestatario. Su palabra empeñada en lugar de prendas varias, en lugar de
leoninas hipotecas, de tierras y otros inmuebles de comprobada propiedad privada del prestatario.
De manera que, aunque usted no lo crea, hay 2 (dos) tipos de prestamistas verdaderos, dos agentes que dan crédito: El uno lo da porque vende su fuerza de trabajo en condición de asalariado. Efectivamente, tenemos un trabajador que le da crédito a su patrono por una semana, una quincena y hasta por más tiempo, y el rico prestatario y patronal tiene el tupé de pedirle fiado al pobre asalariado quien como generalmente vive entre hambres, cae en ese leonino contrato laboral.
Y el otro prestamista es el citado en la nota al pie de página, o sea, el que con sus pasos contados va y le acredita dinero al banquero, sin garantía alguna, a cambio de recibir un interés generalmente de ocurrencia azarosa y de monto miserable comparado con el que este prestatario-banquero-le carga a quien le empeña o pignora algún bien mueble o inmueble que servirá de prenda ejecutable tan pronto ese cliente caiga en mora o se vea impedido de pronto pago. Esta pignoración se acompaña de una fuerte, clara y jurídica amenaza escrita de que si no devuelve el dinero que se le adelanta, el agiotista del caso se queda con la prenda.
Otro prestamista es el funcionario público, este desvalido empleado público, salvedad hecha de los corruptos, viene siendo objeto de una retención indebida y a destiempo de algunos impuestos nacionales, como el Impuesto sobre la Renta, que es de obligatoria cancelación una vez al año, pero que al burócrata de le arranca directamente de su paga semanal, o quincenal y sin que se le ajuste esa amortización con la tasa de interés correspondiente.
El funcionario público es pechado compulsivamente mediante descuentos oficiales por nómina y a este funcionario no se le reconoce ni un centavo por pronto pago.
07/01/2014 05:05 p.m.
[1] La palabra crédito proviene del latín credititus (sustantivación del verbo credere: creer), que significa "cosa confiada". Así "crédito" en su origen significa entre otras cosas, confiar o tener confianza. Se considerará crédito, el derecho que tiene una persona acreedora a recibir de otra deudora una cantidad en numerario para otros. http://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%A9dito