La mediática burguesa ha falsificado o torcido hasta nuestro vocabulario, en el marco de lo que lo que conocemos ahora como el mundo al revés, célebre frase atribuida al ya connotado escritor Eduardo Galeano[1]
En concreto o pasando de la teoría a los hechos, por la citada mediática radial, televisiva y literaria, en academias y los colegios primarios, liceos y universidades, y modernamente por pp. Webs, los bienes suntuarios han sido considerados hasta ahora como bienes no imprescindibles para el consumo personal de ningún cristiano ni de cualesquiera otras religiones mono o politeístas.
Se trataría de unas mercancías con utilidad moral, romántica, espiritual, no aptas para comérselas y ni siquiera para vestirnos con ellas, ni calzarnos ni sentarnos, ni asearnos, ni dormirnos ni arroparnos, aunque como vestidos, calzados, camas y otros muebles para sentarnos, dormir y comer, etc., también allí hallamos algunos de tales b. suntuarios.
El nobelado Thomas Mann nos citó el caso de un miembro de la alta burguesía alemana, Los Buddenbrook, que acostumbraba dispensar la sal común y corriente, o sea, el condimento más populachero, ese que se halla al alcance hasta del más menesteroso de los pobres y miserables engendrados por el feudalismo y por el capitalismo, herr Buddenbrook, acostumbraba, decimos, a dispensar esa misma sal común en saleros de oro puro (24 quilates o de 100% oro) distribuidos a todos y c/u de los comensales del momento. También hay gente podrida en dinero que acostumbra degustar la champaña con alguna perla que queda en el poso después de acabarse la espirituosa y gaseosa bebida; todo un costoso lujo.
Un automóvil full equipo, una grifería dorada, los jarrones chinos, las ropas con hilos de oro, pluma fuentes y bolígrafos dorados, pisa corbatas, y también de oro, llaveros y yuntas adiamantadas, etc., toda una gran cantidad de bienes destinados a satisfacer hasta las más ridículas frivolidades o vanidades del ser humano adinerado, ayer feudal y hoy burgués o aburguesado[2].
Ahora pasemos a otro tipo, a la más importante de las mercancías suntuarias[3], que no por pasar por ahora inadvertidas dejan de serlo.
Estamos escribiendo sobre muchos de los muebles suntuarios que adornan escandalosamente las oficinas y sedes directivas y presidenciales de muchas o de la mayoría de las empresas privadas, y hasta de las oficinas burocráticas presidenciales[4] , ministeriales, judiciales, legislativas, gubernamentales y municipales y fiscales, cuando el Estado correspondiente pueda incurrir en esos gastos suntuarios por sus holgados presupuestos o porque indolentemente tales burócratas los cubran con cargo al hambre de sus gobernados.
En materia de este tipo de costes falsos, las actuales auditorías fiscales con miras a dar fidelísimo cumplimiento a la Ley de costos, ganancias y precios justos (LCGPJ), deben determinar cuáles de esos bienes son o no son imputables con justicia al costo justo de producción.
02/02/2014 04:54 p.m.
[1]http://www.aporrea.org/internacionales/n182740.html
[2] Por supuesto, entre esos bienes suntuarios se hallan las obras de artes plásticas y literarias, propiedad privada de anticuarios y de la alta burguesía así como de los engatusados recién aburguesados, pero en este caso se trata de bienes suntuarios usados como depósitos de valor, ante los inevitables riesgos que corre el dinero, las joyas y dichas obras de arte, en las bóvedas privadas bancarias de algunos colegas suyos, o porque su posesión transparente se preste a especulaciones de las más diversas.
[3] Este rubro de costos pertenece a los costes falsos que ya hemos señalado en nuestra obra editada como libro de texto, PRAXIS de EL CAPITAL I.
[4] Se supo de la existencia en Miraflores o en la tal Casona de la existencia de decenas de Sillas Presidenciales, arrumadas en una suerte de museo o desván por el sólo hecho de haber servido de mullidos asientos a muchos glúteos de gente indeseable por sus sucesores. El Presidente Chávez nos habló de un montón de fluxes presidenciales al mejor estilo anglosajón, entre ellos muchos sin estrenar. El ñemeíto que estos despilfarros o malversaciones han supuesto para el Fisco Nacional serviría como guion de un tremendo film de los que ahora están en boga en nuestra flamantísima patria.