¿Cómo convencer a un capitalista de que él es un explotador?

Vistos los sistemas esclavista y feudal[1] en los cuales la explotación del trabajador resultaba muy notoria, y conocido el sistema gremial en el cual el maestro artesanal mantenía trabajando durante años a sus aprendices con pagas miserables, vistas esas evidencias de explotación de una clase por otra, es virtualmente imposible que un empresario burgués, ora metido a fabricante, ora a intermediario comercial[2], pueda darse cuenta de que es tremendo explotador de sus asalariados, máxime cuando este tipo de explotación social se halla mental y físicamente muy bien disimulada.

En realidad, sólo gracias a Karl Marx[3], el mundo tomó en consideración la posible explotación a la que son sometidos los proletarios en funciones de asalariados. Desde la aparición de su obra, El Capital, el mundo de la literatura económica quedó dividida en defensores de la tesis marxiana, y los detractores de este connotado crítico e investigador jamás admitido por la burguesía y vilipendiado y atacado de mil maneras por los apologistas de esta clase a la que pertenecerían los nuevos explotadores a raíz de la desaparición del sistema feudal y de sus correspondientes explotadores.

Marx tuvo que echar mano de demostraciones históricas, filosóficas, matemáticas, sociológicas y económicas para descubrir, inferir y tratar de convencer al mundo moderno de que los sistemas clasistas emergen y sobreviven sólo a raíz de la apropiación privada de los medios de producción.

En el caso del presente modo capitalista de producción, se instaura así una nueva división clasista de las personas, una de ellas por ser dueña de todos los medios de producción, principalmente el de la tierra y mucho dinero amasado y acumulado durante siglos, y la otra explotada por carecer de esos medios, porque la propiedad privada se lo impide a los pobres, y porque los antiguos campesinos del Medioevo fueron despojados de todo tipo de medios durante la transición del feudalismo al capitalismo vigente. En la América despojada por españoles y portugueses, holandeses, ingleses y franceses, los habitantes originarios fueron despojados de sus medios de un solo tajo. Estos nuevos explotados fueron reforzados por africanos sometidos a esclavitud traídos por mercaderes y controlados por los ingleses. Esta explotación se aplicó en el campo y en las ciudades; de allí surgió el domesticado trabajador doméstico del cual devino el actual escuálido con su carga de servilidad y sumisión a la clase burguesa a la que mentalmente le sigue sirviendo con su carga de alienación, su carencia de conciencia proletaria.

Hasta la fecha, la explotación de los asalariados, manifiesta y calculada según el sobretrabajo impago conocido como plusvalía[4], todavía  no ha pasado de ser una inferencia teórica explicativa del origen de la ganancia obtenida sólo por los explotadores o ricos, y del origen de la pobreza a la que quedan condenados los trabajadores o pobres de la sociedad.

El hallazgo de la explotación burguesa sigue diciéndonos que, por  pequeña que sea la ganancia que les quede a los empresarios, luego de que los asalariados participen en las  ganancias anuales, la explotación sigue vigente y simplemente queda reducida a la parte mayor que se embolsillan los empresarios sin trabajo alguna de su parte.

Efectivamente, desde el punto de vista burgués esgrimido en defensa contra la crítica hecha por el citado Marx, todo se ha manejado teóricamente como un contrato civil bilateral entre un trabajador pobre que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo, sus servicios, para la elaboración parcial de tal o cual mercancía, un contrato de compraventa realizado por el trabajador por carecer de tierra, de herramientas y de todo tipo de medios de  trabajo como para dedicarse personalmente a producir alguna mercancía como suya.

Esa compraventa de fuerza de trabajo, así lo presentan los apologistas del sistema capitalista, supondría un justo precio que quedaría cargado como costo de producción por concepto de salario, a cambio de unos servicios sin que ningún teórico de la burguesía pueda probar que realmente el salario cubre el valor de dicha fuerza de trabajo, ni tampoco los defensores del marxismo hemos podido convencer a la burguesía que los empresarios capitalistas no pagan 100% del valor creado por el trabajador durante toda la jornada diaria.

De manera que los capitalistas niegan ser explotadores sin demostrar por qué  ellos suelen hacerse más ricos cada día, mientras sus asalariados entran pobres a su centros de trabajo, y de estos salen tan pobres como entraron, salvo pequeñas porciones de dinero que sólo suponen sacrificios de alimentación durante décadas a punta de  ahorros mezquinos. El mecanismo probatorio, aunque teórico todavía,  estaría  inscrito en la hipótesis de que el valor es la cantidad de trabajo humano aplicado durante cierto tiempo a determinada materia prima con o sin ayuda e otros medios de producción..

Si los medios de producción fueran de propiedad colectiva, aun así, no podríamos determinar cuánto le correspondería al trabajador por su aporte en el proceso de trabajo, pero, en cambio, de todos los trabajadores sería cualquier excedente del valor creado, luego de pagar los diferentes salarios.

Por lo demás, dado que los capitalistas sacan una ganancia por cada unidad monetaria invertida tanto en medios de  producción-capital constante- como el salarios, es un hecho incuestionable que si él revendiera los medios de producción comprados para llevar a cabo la utilización de la mano de obra salarial,  no podría venderlos por más dinero, y sin embargo sí podría revender a mayor precio el diferencial  de valor equivalente a todo el valor de la producción menos el costo por concepto de medios de producción consumidos. Obviamente, pues, de allí se deduciría fácilmente que su ganancia provendría del trabajo impago, de la mencionada plusvalía. Así podríamos convencer al capitalista de que su riqueza sí procede de laexplotación.


[1] El siervo de la gleba trabajaba 3 días en su parcelita de tercera, y 3 días gratis en las extensas y feraces tierras del señor feudal.

[2] Quedan exentos de ignorancia los banqueros ya que la usura ha precedido a todos los sistemas sociales clasistas desde la aparición del dinero.

[3] En su obra: DAS KAPITAL

[4] Se refiere a una parte de cada segundo de la jornada, según el tiempo necesario, por término medio, para que el valor nuevo creado por el trabajador compense el valor del salario. Este valor es por una cuantía arbitraria fijada por los mismos empresarios que controlan los precios del mercado tanto de bienes de producción o de demanda intermedia, como de bienes de consumo final que llenarían a cesta básica o de subsistencia que puede comprar el asalariado con la paga que recibe del patrono en forma de salario. En el resto de la jornada, llamada tiempo excedente, el asalariado genera   un valor impago, una plusvalía, más allá del salario, y  que le queda como ganancia al empresario.

09/03/2014 12:46 p.m.



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Manuel C. Martínez


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