Los subsidios han sido la más vieja forma de ayudar a los pobres dentro de la sociedad mercantil. En el caso venezolano, años cincuentas del pasado siglo, el azúcar se vendía al público, a ricos y pobres, a los muy ricos y a los menos pobres también, a Bs. 1,00/kg. Este precio duró muchos años, lustros, si mal no recuerdo.
Los vendedores, siempre hablando mal de todos los gobiernos, decían que esa mercancía sólo les dejaba un margen, aprox., de 5%, y que la vendían porque, si no lo hacían, sus clientes se les iban hacia otro especulador.
Les escribo con propiedad[1]: A eso de las 5 a. m. yo, un imberbe y menor de edad para entonces, convertía un saco de muchos kg en unas 50 bolsitas de 1 Kg que el comerciante me pagaba con Bs. 5,00, o sea, me reconocía Bs. 0,1/Kg = 2 chivitas por bolsita = 10%/bolsita.
Ya en menos de ½ hora yo tenía mi “fuertote”, mi “car’epalo”, mi “cachete”, en mi modesto bolsillito. El comerciante debía tener listos esos paqueticos para las 6 a. am , hora de apertura del recién inaugurado “mercado popular”, creado para los pobres de siempre; operaba sólo los domingos y a cielo abierto-sólo para tiempos secos-sito en calle Cantaura, esquina de la av. Escalona, parroquia Candelaria, Valencia.
Hoy son muchas las mercancías subsidiadas por el Estado-el Estado pendejo, siempre pendejo y aburguesado aun, además de las subvenciones pagadas directamente al fabricante al lado de otras y numerosas ayudas que ese mismo Estado les ha prestado a los especuladores de oficio sobre la base de que ellos pagan impuestos, como si, luego de tantos siglos de comercio, todavía alguien pudiera ignorar que, mientras más ricos y poderosos sean los fabricantes y comerciantes, más recursos malsanos y contables tienen para tirarle tres o más gases a ese Estado nuestro todavía muy enfermo y cargado con todos los viejos vicios burgueses.
En cuanto al llamado mercado irregular del
“contrabando de extracción”[2], esos subsidios están resultando contraproducentes, no porque no sean una ayuda muy importante para nuestros más necesitados, sino porque el mecanismo usado todavía para el pago del susidio al fabricante, y la recepción o beneficio de ellos por parte del consumidor, lucen con muchos defectos y rehendijas que han permitido ese saqueo que vienen haciendo los comerciantes del “ramo”.
1.-Eliminar los subsidios directos al fabricante, de tal manera que el consumidor cancele 100% del precio justo, libre de subsidio alguno;
2.- El vendedor estará obligado a entregarle al comprador un comprobante específico para cada mercancía presubsidiable, y
3.- Con ese comprobante, el consumidor retiraría personalmente-sólo personalmente-el monto del susidio en cuestión.
[1] Dejamos a salvo algunas imprecisiones atribuibles a retardos memorísticos propios de mi edad actual, pero en líneas gruesas, les narro la vivencia personal de aquellos sucesos.
[2] Encanillamos este tratamiento despectivo porque también resulta contradictorio que el mismo Estado abogue por una producción nacional capaz, no sólo de cubrir la demanda doméstica, sino también pueda exportar, y ese “contrabando” al revés no es otra cosa que exportaciones, aunque sin tener cubierta la demanda interior, o más bien acentuando su déficit.