Los psicólogos, psiquiatras, consultores sentimentales e iluminados saben que los malestares mentales y espirituales suelen tener su causa profunda en un misterio, en algo que el paciente se empeña en mantener oculto. Mientras la persona no drene ese secreto, seguirá sufriendo. En la política pasa lo mismo porque la política es humana, para bien y para mal.
El más reciente giro de nuestra realidad política es una clara muestra de esto. La carta desgraciada, puño y letra de Jorge Giordani (aunque muchos se niegan a aceptarlo... ¿será que piensan que fue secuestrado mentalmente por un alienígena?) revela, entre otras muchas cosas, el generalizado malestar que existe en el chavismo ante las evidencias de un desmadre en diversos aspectos de la gestión pública, de los cuales la megaestafa de Cadivi es el más escandaloso.
Por supuesto que la carta revela diversos niveles en la confrontación endógena: el ideológico (¿insistimos con el socialismo o retornamos al capitalismo hechos los locos?); el de las facciones (reales o imaginarias); y hasta la cuestión generacional (el abuelo Giordani luchando contra muchachitos que hasta no hace mucho tomaban tetero). Pero, conociendo un poco la trayectoria y las características del ex ministro de Planificación (a quien por algo le dicen "el Monje"), también está de fondo un asunto moral. Volvamos a la metáfora psicológica-psiquiátrica-sentimental-iluminada: mientras no se le diga al país, como en la vieja consigna, "aquí están, estos son, los que roban a la nación", la mayor parte del chavismo, la que no se robó nada, seguirá sufriendo una tremenda crisis existencial.
En una carta tan larga (¡qué rápido escribe este señor, me quito el sombrero!) por supuesto que hay, como dice el lugar común, mucha tela que cortar. Un aspecto crucial es que aunque el título habla de asumir responsabilidades, Giordani no lo hace, al menos no de un modo tan tajante como, por ejemplo, critica al presidente Nicolás Maduro. Según se entiende, el modelo diseñado por él y por el comandante Chávez, funcionó a las mil maravillas hasta que sobrevino la desgracia de la enfermedad presidencial. Uno no tiene credenciales para cuestionar al emérito profesor, pero es algo difícil de creer, ya que algunos de los problemas actuales de la economía parecen tener causas más estructurales.
Más allá de ese debate para economistas, el gobierno haría mucho por la salud mental y espiritual de todos (en especial de sus simpatizantes) si, de una buena vez, revela la lista de los altos ladrones de Cadivi. Una lista muchas veces ofrecida ("caiga quien caiga"), pero que no ha habido psiquiatra, psicólogo, consultor sentimental o iluminado capaz de desentrañarla.