La división del trabajo, versión burguesa o lucrativa:
El aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo numero de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas:
1) De la mayor destreza de cada obrero en particular. Los trabajadores a medida que repiten un trabajo van adquiriendo nuevas habilidades y por ende haciendo el trabajo mucho más rápido, dedicándose una sola labor, que a varias distintas.
2) Del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde de pasar de una ocupación a otra. Si los trabajadores deben cambiar constantemente de actividad, hay un tiempo que se pierde mientras termina una y comienza otra, lo que se conoce hoy como el set up o puesta a punto de actividad o una maquina. Además cuando un trabajador comienza una nueva actividad nunca esta preocupado al 100% de esa labor, por ende tiene un tiempo perdido hasta que logra trabajar eficientemente.
3) De la invención de una gran numero de maquinas. Un factor no menor que ha mejorado la productividad es el uso de la maquinaria correcta, para un determinado trabajo. Como el trabajador se encuentra especializado en una máquina el puede realizar mejoras a ellas, para aumentar su productividad. (sic) [1].
Tales circunstancias son meramente técnicas. No dicen nada atinente a la participación consciente, libre y voluntaria del trabajador en cuanto al uso de su fuerza de trabajo que es precisamente la que suele mejorar su productividad creativa al dividirse según las diferentes fases de todo proceso técnico de producción.
La fuerza de trabajo la divide y aplica el ama de casa cuando, luego de asearse personalmente, va y tiende las camas de su casa, mientras se cuela su café previamente montado; luego viene y atiende a sus niños, si fuera el caso: limpieza, comida, vestidos, etc. Lo hacemos nosotros mismos cuando marcamos nuestra agenda diaria con las tareas A, B, &, diligencias que muy probablemente respondan también a la mejor división y uso del espacio y el tiempo involucrados.
Ahora, imagine usted la vida en una comunidad cofamiliar-como decir una megafamilia-, entre amigos, conocidos, compañeros de trabajo, de alegrías y tristezas, de juegos, de contratiempos y desavenencias siempre resolubles como miembros de una misma comuna o comunidad, donde todos seríamos vecinos de todos.
Por ejemplo, la cuestión alimentaria. Este ha sido el caso: Los individualistas, los formadores y modeladores de las sociedades clasistas, terminaron haciendo de sus utensilios culinarios, su cocina, sus platos, sus sillas de comedor, sus cubiertos y manteles, su vajilla, todo eso lo convirtieron en propiedad personalísima y privada. Como él así lo hace un su casa, así lo hacen los trabajadores en las suyas.
¿Algunos de ustedes ha caído en la cuenta del gigantesco despilfarro de riqueza que significa la privatización o descomunización de todas esas cocinas, de todos esos cubiertos, de todos esos vasos y demás bienes usados para cocinar y comer? Usted no lo habrá hecho, pero los comerciantes sí, y mediante calculatorias y frías estimaciones de la oferta, de los inventarios, de sus ganancias estimadas, etc.
Es un hecho que a ningún comerciante le convendría una mejor distribución de tales medios de trabajos caseros y no comerciales cuando esa división se traduzca en una ingente economía de recursos para la sociedad porque de perogrullo también significará una considerable reducción de sus mezquinas demandas y y ofertas lucrativas y comerciales de las correspondientes mercancías.
Es que la división del trabajo en el propio seno de las comunas aliviará la demanda de recursos que bien podrían irse aplicando a la producción de otros bienes, muchos de los cuales han sido objeto de especulación burguesa, mediante la escasez que generalmente es inducida comercialmente para vender bien caro y ganar más y más,
Veamos: En la comuna, Chucha, Jacinta y Josefa optan por arrancar con el comedor comunal. En este operarían ellas, con toda su ancestral experiencia culinaria, con sus ayudantas, sus mandaderos, sus mesoneros, etc.
Las familias, aisladamente consideradas, se habrán desprendido de las comidas fuertes y se reservarían, a lo sumo, las comidas ligeras de fácil y expedita hechura.
En esa comunidad, pues, habrá un comedor para toda la comunidad, y por mucho que la derecha califique este comedor comunal como acuartelado, le diremos: Bueno, es que en los cuarteles castrenses se ha aplicado desde hace siglos la división del trabajo en este sentido, pero eso es un asunto meramente técnico también. Las empresas burguesas capitalistas mejor organizadas disponen de ese comedor para la comunidad de asalariados, si a ver vamos, y hasta ahora ningún de ellos, ni la mediática derechista lo ha chillado ni cuestionado.
Acotación: En esas mismas empresas existe un taller de reparaciones que es común para toda la comunidad laboral, y su oficina de contabilidad también es única y colectiva para todos los trabajadores.
De manera que desde hace muchos siglos se viene usando las ventajas de la división del trabajo para beneficiar y enriquecer más y en menor tiempo a los dueños de la empresa, y esta vez sería para beneficio de los trabajadores, de las familias comunitarias.
21/06/2014