Praxis de la riqueza

Las fábricas andan por un lado y el mercado por otro. El desequilibrio económico es una constante y los precios privan sobre el valor porque sencillamente la riqueza también tiene precio.

De poco o nada sirve la teoría del valor en la fábrica cuando los precios que lo concretizan se forman en el mercado. Acaso, ¿no sería posible fijar precios desde la fábrica para que el mercado se sujete a ellos?, ¿por qué los fabricantes no fijan precios al margen del valor, mientras los comerciantes sí lo hacen?

La realidad de cada día nos indica que los precios no se sujetan al valor trabajo. La prueba más palmaria es que las fábricas terminan asentando como precio de sus insumos y como precio de las mercancías fabricadas los  precios fijados por el mercado de compra y de venta,  respectivamente.

En el caso de los insumos de la fábrica, aun cuando se abaraten en el mercado, el fabricante sólo reconoce como costes los precios más elevados a los que haya comprado y  disponga en sus reservas, o sólo reconoce los precios superiores que rijan en el mercado aun cuando haya comprado a precios inferiores.

Por ambas razones, para arreglar el problema de la pobreza,  del mal reparto entre capitalistas y asalariados de la riqueza creada en la fábrica, debemos abandonar los ajustes salariales ya que estos son capitalizados por el fabricante y el problema se recicla a una escala mayor y más empobrecedora.

Una vez que se determine el valor de la oferta,  según sus costos, con inclusión de los costes falsos, el Estado debe imponer precios fijos por lo menos durante un semestre para todos los años.

Los márgenes de ganancia bien podrían  ser elásticos sin que el poder adquisitivo del salario caiga a niveles de pobreza. Los proletarios  en funciones como trabajadores no tienen por qué pasar penurias,  deben cesar la especulación y el enriquecimiento acelerado de los patronos a punta de los precios del mercado.

Se necesita medidas más drásticas contra el especulador como castigos ejemplarizantes con menos protocolos burocráticos  y legalismos inoportunos.

Por ejemplo, aquel comerciante que venda a precios notoriamente excesivos en relación a sus costes, debe salir del mercado. Esta sería un método de expropiación justificada.

Es inútil buscar en el la fábrica el origen de la riqueza monetaria ya que esta sólo se concreta en el mercado. Hemos tenido una grave equivocación desde el momento mismo  cuando, descubierta la fuente de la riqueza en la fábrica, hemos pretendido hacer valer el precio de costo de la fabricación de la mercancía  como precio de esta en el mercado donde se la compre con fines de consumo.

El fabricante, en el caso del precio de sus mercancías, a estas les pone el precio que indique el mercado en el momento de la compraventa y como resultado  de la puja oferta-demanda, aun cuando fabrique a menor costo u otro superior, porque el mercado lo obliga a tales ajustes, a veces hacia arriba, y otras veces hacia la baja.

Es un hecho que mientras la plusvalía pudiera irse minimizando, el poder adquisitivo del salario y en paralelo irá decreciendo, y así los mejores salarios están resultando  contraproducentes mientras el mercado las asimile a costes del período económico en juego.

A pesar de este hecho, se ha insistido más en las mejoras salariales  y pretendido regular los precios a partir de los costes de producción como si estos no fueran objeto permanente de adulteraciones capitalizadoras por parte del fabricante y de los mismos comerciantes.

29/06/2014



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Manuel C. Martínez


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