No debe quedar duda alguna sobre el ataque sufrido por la población venezolana a partir del desarrollo, implementación y abordaje de la guerra económica, llevada acabo de manera soterrada por los enemigos del pueblo y quienes aspiran a tomar el poder por el poder mismo. No es casualidad el llamado a eso que llamaron la salida y la aparición de toda una suerte de desorden de lo económico en cuanto a la escasez, especulación y acaparamiento de los alimentos primordialmente los de la canasta básica y de estructura aplicada de subsidios bajo el financiamiento del Estado.
Cuando un país es atacado en lo mas sensible para cualquier pueblo, las angustias y a veces el desencanto hacen presa fácil de quienes ignoran de donde viene el ataque y el porque del mismo; ha sido ciertamente impresionante la movilización del pueblo en procura acertada de los alimentos que requieren para la familia entera. La generación de rabia la han utilizado los interesados en acusar al gobierno de ineficiente en la producción cuando sabemos que la industria privada en mayor porcentaje domina el mercado de alimentos y sobremanera su distribución. Hay que reconocer y ejercer la autocritica correspondiente en cuanto al seguimiento, control y ataque a estas irregularidades detectadas y no combatidas desde un principio con toda la energía y autoridad necesarias.
Crear confusión y ejercer el ataque a través de los mecanismos de dominación y arrastrar con ello a parte importante de la población sin dar la cara, ha sido digamos el modus operandi de ciertos sectores comerciales e industriales que han estado permanentemente detrás de todas estas irregularidades en el movimiento de la economía. Ahora bien, como segunda etapa por llamarla de esta manera, desarrollan ahora con la participación de mafias organizadas y el narcotráfico la fuga de alimentos por una parte y el denominado bachaqueo por otra parte, localizando en lo interno un gran mercado buhoneril en ciudades y pueblos a través del desvío de alimentos producidos y adquiridos por la empresa privada así como la red pública del Estado, con el consiguiente incremento desmedido de los precios.
A partir de ello, el gobierno con el concurso en primer lugar de la FANB y los organismos competentes, más un poco mas tarde la incorporación del pueblo organizado, comienza la ofensiva para liquidar los orígenes de la guerra económica y trascender mas allá de la misma con la implementación de mecanismos coercitivos como las inspecciones en locales, centros comerciales y en la red pública, lo que en un principio dio resultados relativos; estos resultados medianamente efectivos y estudiados y analizados las causas y efectos correspondientes, hubo la necesidad de profundizar la lucha contra la guerra económica y crear otros instrumentos de lucha como la llamada captahuellas, que su solo anuncio produjo una reducción importante del contrabando interno aunado a las medidas en la frontera.
Dicho esto, la actual etapa se encuentra en una especie de evaluación permanente a nuestra manera de ver, de tal manera que la sistematización de las irregularidades encontradas más la actuación de las autoridades y la oportuna incorporación del poder popular nos irán diciendo si ese es el camino mas indicado para combatir la guerra económica, aunque sabemos a ciencia cierta que lo optimo se logrará cuando definitivamente activemos realmente el proceso productivo con la participación del sector privado nacionalista y no guarimbero y el poder popular organizado a través de la producción pública de alimentos y la reactivación de otros sectores de la producción, para ir progresivamente disminuyendo las importaciones.