Mucho se ha escrito y hablado sobre la diversificación de nuestras fuentes presupuestarias. Como sabemos, estas están formadas por el Ingreso mineropetrolero y por los ingresos impositivos sobre el resto de la economía nacional, o sea, por dólares y bolívares.
Las transnacionales, por ejemplo, esas que operan en nuestro país, deberían pagar impuestos en dólares y no en bolívares, por cuanto sus ganancias exportadas desde las empresas situadas aquí, en Venezuela, las obtienen en bolívares, pero ,suponemos que las remiten en dólares.
Cabe preguntarse: ¿cómo hacen para convertir en dólares esos bolívares?, ¿acaso, gozan de algunos privilegios cambiarios?
Digamos que nos nutrimos de dólares y de bolívares, y por esta razón la cacareada “siembra del petróleo” no puede reducirse a multiplicar los dólares procedentes de la industria petrolera en más dólares provenientes de exportaciones no petroleras.
Cuando una empresa privada no transnacional o paraestatal productora de mercancías logra ganancias dentro del territorio nacional está reflejando que los dólares petroleros pudieron perfectamente ayudarla en el financiamiento de dicha empresa y de sus ganancias en bolívares. Esos bolívares, pues, pasan a convertirse en nuevas cosechas de la siembra del petróleo, y por esta razón es una cosecha en bolívares de la siembra de aquellos dólares petroleros.
De allí la suprema importancia de que el Estado mantenga, propicie y cofinancie sólo empresas rentables o capaces de generar ganancias. No puede seguirse ayudando a empresarios ni a burócratas tradicionalmente parasitarios e ineficientes, por no decirles corruptos.
Hay expedientes de casos consumados de empresarios harto fracasados como tales que siguen apareciendo en nóminas de posibles empresarios a quienes el Estado seguiría financiándoles esa modalidad de corrupción burocrática, personas que están destruyendo el petróleo y no sembrándolo.