Libre competencia o manipulación de costos y precios[1] Parte I

La Economía Política Burguesa está llena  de las más descaradas manipulaciones teóricas; así se recoge en toda la copiosa literatura económica que ha llegado a los pueblos del mundo capitalista, a sus academias, universidades y bibliotecas[2]. Lo observamos en unos libros editados por empresas pertenecientes a empresarios que suelen hacer abstracción de los contenidos de impresión, en el menor de los casos. Ahí tenemos el contraejemplo con alta frecuencia de textos de tercera calidad cuando se trata de obras marxistas[3].

 

En ese orden de críticas, la ley de la oferta-demanda nos resulta emblemática. Cada vez que, por ejemplo, la primera sobrepuja a la segunda, los precios deberían venirse abajo, pero observamos que ya ni los bienes de alta perecibilidad responden a esa tendencia, o sólo la albergan sin realizarla[4]. Por cierto, destaquemos la significaba impropiedad que se comete  frecuentemente  cuando a los empresarios que logran burlar dicha tendencia se les tilda de inicuos, como si se tratara de actos conscientes al margen de leyes económicas que terminan privando sobre la personalidad capitalista del ofertante; tal es el caso de la suprema ley de tendencia al enriquecimiento máximo con mínimos esfuerzos y con la mayor brevedad   posible, o sea, mínimas inversiones que garanticen máxima rentabilidad a como dé lugar, inclusive llevándose en los cachos-valga la metáfora-a cuanta ley jurídica se   atraviese porque tales reacciones y contrarreacciones son clasistas también, y para eso el capitalista cuenta con los maquiavélicos y ubicuos recursos del soborno, la matraca, la corrupción burocrática.

 

Sin embargo, cuando esa oferta supera la demanda coyuntural, entonces la ley sigue privando, y es por eso que los textos sobre economía, marxistas y no marxistas, hacen sus análisis de mercado y producción con estricto respeto a dicha ley. De esa manera, los capitalistas más poderosos acumulan inventarios en depósitos que ya tienen listos para tales ocasiones[5]; esta alternativa no está al alcance del capitalista menor. Si no cuentan con depósitos o pudieran correr el riesgo de dañarse en pocos horas, entonces optan por destruir los excedentes, derramarlos en ríos o mares, y  en caso de medianos y  grandes capitalistas, los transforman en terceras mercancías, por ejemplo, la leche en polvo  mediante  deshidratación inducida y pasteurizada; conservas varias de pescado, de frutas, etc.  

29/11/2014.29/11/2014 07:33:07 p.m.


[2] Una cuña televisiva actual del Banco Central de Venezuela habla de una biblioteca contentiva de “más de 200M libros sobre economía”. Es de inferirse que en su mayoría son obras antimarxistas y antimarxianas, de puro apologizo burgués. Ojo con estas bibliotecas.

[3] La afamada obra de Cartago (Buenos Aires, Argentina, Rústica, 1973), El Capital, de Karl Marx, adolece de un Índice de materias enteramente cargado de múltiples imprecisiones.

[4] Los avances técnicos en materia de refrigeración hicieron obsoleta la naturaleza perecedera de muchas mercancías, así ha ocurrido con las delgadísimas cuchillas de acero inoxidable, cuando no el rayo láser; ellas permiten reducir la pesada de carnes que antes era imposible con cuchillos de gruesos y toscos filos, porque sólo así pueden encarecerse los precios y seguir vendiendo. Si en la casa aumenta el número de comensales, pongamos por caso, basta con adelgazar los bistés o las rodajas de mortadela-la oferta-para seguir estirando el dinero y de esa manera mantener la cesta básica en términos nominales-mantener la demanda. A este recurso se le da en llamarlo “apretarse el cinturón”. Véase  “Curiosidades”,  WWW.Sadelas-sadelas.blogspot.com

 

[5] Tales galpones ya construidos o en proyecto de construcción, según los programas de financiamiento, son considerados en los libros de texto de academias y universidades vigentes como previsiones a potenciales o eventuales ampliaciones en la capacidad productiva de las plantas inauguradas. Eso se ha traducido en puras hipótesis mendaces. La historia cumplida  en pleno proceso de realización, como el presente caso venezolano, nos revela que han servido más para las regulaciones de aquellas ofertas que excedan las posibles y tendenciosas bajas de la demanda que pudieran presentarse con la caída del poder adquisitivo del salario, con el desempleo creciente al que cicloviciosamente propenden los empresarios de bajo perfil industrioso, más rentistas que capitalistas. Es un hecho que, muy lejos de ampliaciones de plantas productivas, hoy estamos viendo estrangulaciones en el aprovechamiento de las capacidades instalas del parque industrial, parque que por general fue financiado por el Estado-Alcaldías-mediante créditos blandísimos, precisamente, a esos seudoindustriales que hoy han cerrado fila con acaparamientos, sabotajes y otras manifestaciones de manipulación de la oferta, estrategias que en términos ortodoxos ya no guardan respeto por la ley de la oferta-demanda, ya no compiten entre sí, sino que se mancomunan colusiosamente para desabastecer el mercado con fines tanto económicos como políticos.



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Manuel C. Martínez


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