o que el gobierno baje la frecuencia del pago de las pensiones

Si la demanda crece, crecen los precios especulativos, salvo que crezca la oferta que restablezca el equilibrio

 El gobierno tiene que apresuradamente tomar medidas resolutivas sin mayores complicaciones burocráticas, con menos protocoles  para sólo así acabar con la brevedad del caso con esta incertidumbre comercial que está padeciendo toda la sociedad ante una demanda permanentemente insatisfecha.

 

Cierto que el gobierno está cubriendo una buena parte de esa sobredemanda que sigue creciendo por los nuevos demandantes-nuevos pensionados, nuevos incrementos salariales, nuevos empleos de obreros y de trabajadores en general-y de una demanda creciente por el déficit que a diario  acumula la demanda prexistente.

 

Con todo ello, el gobierno está lejos de ser eficaz en su cometido tanto en cantidad como en las reposiciones periódicas, de tal manera que siempre haya mercancías disponibles y hasta en exceso. Solo así el consumidor perderá el pánico que ahorita sufre, un pánico provocado por la mejor y voluminosa renta petrolera que el gobierno ha volcado sobre esa ingente masa de marginados de ayer-más de 5MM de venezolanos que por primera vez han conocido la necesidad de usar papel higiénico, por ejemplo, sentido la necesidad, con disponibilidad de compra, de comer carne a diario o, por lo menos, varias veces a la semana.

 

Así, pues, el gobierno debe importar con la mayor brevedad toda la demanda insatisfecha, pero al mismo tiempo debe disponer de una inventario de expendedores privados que reúnan las condiciones espaciales suficientes para almacenar y exhibir los nuevos y mayores volúmenes de oferta que, por lo general no caben en los actuales locales comerciales cuya capacidad  bastaban para la deprimida demanda de la 4ta.República.

 

 El gobierno debe velar porque por un  lado se agoten los inventarios y por otro esos detallistas estén listos para recibir las nuevas remesas repositorias y aumentadas al ritmo creciente de la creciente demanda que sigue experimentando la  economía nacional, una economía que ya arrancó con sus economía externas-punto y círculo-que ya tiene motor propio y que su dependencia del petróleo se halla en franca disminución[1].

 

Para resolver esta crisis de   reabastecimiento oportuno, los  detallistas   ya deben disponer de por lo menos 2 cajeros, y dejar de vender a puerta cerrada, con colas en la calle. Bodeguero, quincallero y expendio que no pueda albergar dentro de sus instalaciones su crecida clientela debe salir del juego, si no   adecua su oferta a la nueva demanda y deja de especular con la creciente oferta con frenos  a su oferta y creando malestar con fines politiqueros que no les darán buenos resultados.

 

 Ahí están los miles de sancionados y privados de libertad que han creído poder tumbar el gobierno de los pobres, el  de quienes por primera vez tienen un gobierno hecho a su medida y a sus necesidades.

 

En cualquier parte del mundo burgués y   sus productores necesitan ampliar sus mercados, ahí están, pues, los potenciales proveedores a quienes urgentemente el gobierno debe echar manos para las importaciones masivas y periódicas que estamos necesitando.

 

 De otra manera, el gobierno podría, como alternativa transitoria, ir pensando en bajar la frecuencia en el pago de la pensiones para con ello bajar la frecuencia de las  compras nerviosas y la recurrencia del pánico en cuestión.

 

 

 


 

[1] Con esta característica de la nueva y menos monodependiente  economía nacional no contaban los EE UU que con su actual dumpin petrolero creyó que nos deprimiríamos y entraríamos en crisis por falta de dólares nuevos. En 15 años de sana administración de recursos, y con el crecimiento de la economía no petrolera, de la pequeña industria, de la artesanía y el innegable crecimiento de las actividades productivas agrícolas, esa  dependencia del dólar se ha achicado. Además de las voluminosas reservas con que cuenta el Erario Público y el creciente crédito solvente que dispone el país con sus nuevos  administradores públicos.

 



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Manuel C. Martínez


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