Fisiocracia ayer, tecnocracia hoy. Seguimos subestimando y negando la creatividad del trabajo humano

Cuando François Quesnay diseñó su descripción macroeconómica de la riqueza anual de un país[1]  e hizo depender limpiamente la producción de la Naturaleza, no hizo otra cosa que negar la creatividad del trabajador tanto agrícola como artesanal ya que todavía era inconcebible que esclavos y siervos recibieran tamaña importancia en la riqueza de las naciones.

 Adam Smith hace otro tanto cuando incorpora como trabajador a los artesanos o trabajadores extragrícolas[2] ya que se limita a extender la fuente de la riqueza a todos los tipos de medios de producción extranaturales, a las herramientas y a las primeras máquinas e instrumentos permitidos por la técnica de entonces. Su conocida “división del trabajo” sólo sirvió para magnificar los rendimientos de esos artificiales medios de producción.

Entonces, Karl Marx aparece y con él parecía que definitivamente se pondrían las cosas en su lugar. Realmente no ha ocurrido así. Este crítico no busca ni logra contraponer,  ni equiparar, el trabajo humano del asalariado al del campesino; más bien, concentra sus análisis y demostraciones económicas a la división del trabajo dentro de la jornada. Es así como durante una parte de la jornada el trabajador crea un plusvalor gratis que se embolsillará el capitalista, y, en otra, un valor que repone o con el cual paga su salario.

 Mediante este análisis, Marx da por sobrentendido que si el trabajador es explotado con la plusvalía, tal como extensivamente   él logra demostrarlo en su obra El Capital,  es porque él es el creador de la riqueza. Sin embrago, los críticos y apologistas del capitalismo  sólo entienden que son los mismos medios de producción los que, en todo caso, permiten incrementar la productividad de la inversión, y que la división del trabajo en pagado y gratis no pasaría-para esos críticos y defensores de la burguesía-de ser una especulación comunista.

Digamos que todavía, a estas alturas del SXXI, seguimos subestimando el carácter exclusivo de la fuente de la riqueza por parte del trabajador porque continuamos   manejando una macroeconomía centrada en una riqueza de las naciones atribuible hoy a las máquinas y la tecnología contemporánea que, además, ha sobrepujado la creación de la Naturaleza que hasta los tiempos de Quesnay absorbía toda la producción de los bienes tanto finales como intermedios.

Es que hasta tanto no se reconozca abiertamente que sólo el trabajo humano crea la riqueza, con o sin ayuda de instrumentos de trabajo, no podremos   demostrar  con éxito académico que, a pesar de que el trabajador asalariado es el creador de la riqueza total, en lugar de sobrestimarlo, es explotado por el capitalista y menospreciado como productor.

29/01/2015 06:40:03 p.m.


[1] Véase su “Tableau Economique”.

[2] Véase su obra La Riqueza de las Naciones”.



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Manuel C. Martínez


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