La tasa legal de ganancia está convirtiéndose en fuente de matracas
Ciertamente, hace mal aquel Estado que, sin regular los precios, mejora el poder adquisitivo de las mayorías afectadas con el desbordamiento de los precios de la cesta básica y de otras mercancías, máxime cuando haya razones poderosas para pensar que estas alzas diarias de precios responden a un plan bélico emprendido y sostenido por la poliarquía capitalista que se niega a ceder un ápice de sus tradicionales derechos burgueses con raigambre colonial.
Efectivamente, si el Estado permite que los aumentos salariales se los traguen los precios, el déficit del salario respecto al valor de la cesta se incrementa y hasta explosivamente porque los salarios asimilados a costos de producción representan capital y este espera su respectiva tasa de ganancia. Esto ocurre porque sencillamente, ningún comerciante quiere ni le conviene mermar sus ganancias a la fecha. En estos casos, la intervención directa del Estado luce justificada e inevitable.
De resultas, el Presupuesto Nacional sufre desajustes y la carestía sigue viva, todo lo cual representa un costo político de impredecibles efectos.
Los precios deben ser congelados durante un tiempo prudencial: deben cotejarse y auditarse las estructuras de costo, debe sancionarse con rigor belicista a los violadores de la Ley de Precios Justos, y, sobre todo, debe reglamentarse la aplicación de la tasa de ganancia media máxima, respetar lo que razonablemente aconseja la teoría económica: La tasa de ganancia rige sólo como tasa media para todo el capital fabril y comercial, y no 30% para cada comerciante en particular. Ya hemos señalado que una mala praxis de esta tasa de ganancia por parte del Estado (los agentes técnicos de la Superintendencia) está causando esta inusitada y molesta inflación de precios.
14/04/2015 11:59:30 a.m.