La población del país viene siendo atacada en forma creciente por un “medalaganismo” culturalmente muy destructivo que puede terminar erosionando las expectativas de la mayoría y frenando cualquier intento de avanzar en la instrumentación de un proceso revolucionario.
Aunque el virus no distingue afectados, parece propagarse en cascada desde la cima de la pirámide socioeconómica, aún vigente.
Así, los delitos cambiarios y los abusos de administradores de divisas, importadores y distribuidores de bienes foráneos aúpan a los raspa-cupos y contagian de referencias monetarias virtuales a los comerciantes de bienes locales.
Las especulaciones de los grandes monopolios financieros, farmacéuticos y alimentarios infectan a usureros y bachaqueros dispuestos también a hacer lo que les da la gana, para no quedarse atrás.
La negativa de la profesora García Arocha y otros rectores de universidades a rendir cuenta del uso de los recursos que les asigna el Gobierno ha servido para que organizaciones populares también se sientan con el derecho de administrar como les da la gana el dinero que les otorgan.
Los grandes negocios de quienes cuidan sus bolsillos y nuestras fronteras como les da la gana han estimulado el incremento del redondeo y del contrabando al detal en ciudades fronterizas.
La irresponsabilidad de las autoridades de transito ha trasmitido una forma agudísima de “medalaganismo” a los motorizados, amos de calles, de aceras y hasta del destino de los peatones.
Las mentiras y calumnias que expresan, como y cuando les da la gana, políticos y medios opositores locales e internacionales han transformado a jóvenes y a no tan jóvenes en bufones cegados por el odio y la violencia.
Ciudadanos y ciudadanas que cuidan sus posesiones, su vestir y sus hogares, malgastan como les da la gana los dineros públicos. Destruyen o dejan destruir sus calles, sus colegios, sus universidades, sus plazas y sus lugares de trabajo pues no los sienten de ellos.
Así juega Tío Conejo manipulado por Don Dinero, en contra de sus propios intereses…
Lo dijeron Rosa de Luxemburgo, Gramsci y muchos más: no hay hegemonía política sin hegemonía cultural. La superación del “medalaganismo” es tarea de todos y requiere de mucha perseverancia e imaginación para lograrlo.