De todas las cosas que uno escucha y lee sobre “la guerra económica”, lo más sensato, en mi humilde opinión de analfabeta funcional en la materia, guiado apenas por los simples sentidos, que es como un volar sin instrumentos, es lo dicho por Víctor Álvarez. Si hay, según le entendí, una guerra económica, desatada por sectores empresariales indispuestos contra el gobierno por razones políticas. Pero sostiene que un 70 por ciento del fenómeno, que incluye escasez y hasta ese triste y cruel bachaqueo, resulta de “desviaciones y errores de la política económica”.
No dijo él, como si creemos nosotros, que lo que acontece no es nuevo. Pero pareciera cierto que en la medida que avanzamos en el tiempo eso se agrava.
A uno, que observa de la mejor buena fe y no tiene más aspiración que seguir observando y opinando por un relativo largo tiempo, hasta que el cuerpo aguante, le embarga la impresión que quisiéramos resolver las calamidades con retórica y como si, más que abordar la realidad, nos pareciera más práctico embelesarnos interpretando los hechos del pasado y usar consignas de esas que entusiasman las graderías. La palabra fuerte, que desentumece y enardece los ánimos, contra un enemigo ya visualizado pareciera ser de las preferencias en el combate. Recuerdo una manida y vieja frase, no por eso sin sabiduría, “no es suficiente interpretar la sociedad, hay que cambiarla”.
No quiero decir con lo anterior lo mismo que ha dicho reiteradamente Obama respecto a la historia. Sino que todo tiene su lugar y tiempo. El venezolano de ahorita aplastado por calamidades, lo que más desea escuchar, por eso está pendiente de lo que habrá de decir el presidente, es acerca de cómo ellas serán abordadas o resueltas. Lo que tampoco niega que cuando de eso se hable, se podría aprovechar para hacerlo de la historia. Es decir, “bueno es culantro pero no tanto”. Un poquito para allá y otro para acá.
Debo reiterar mi inconformidad con el “Sacudón”, en el cual predominó el enroque de unos ministros y el nombramiento de nuevos, muchos de los cuales pasaron fugaces por esos cargos. Apenas comenzaban a calentar la silla les rasparon, sin que ni ellos mismos, posiblemente digo yo, se enteraran de los motivos.
Si aquello me desilusionó, igual comienza a sucederme con el “Revolcón”, pospuesto por unos días y ya han pasado varios y, de él, como que si ya nadie se acuerda. “Revolcón” es como más contundente que “Sacudón”, sin que esta palabra deje de ser tremendista y llamativa. Pero los hechos, por lo menos los relacionados con el “Sacudón”, como que no se correspondieron con la reciedumbre de la palabra. Tanto que quedamos como esos bateadores que esperan un lanzamiento en recta y candente y le lanzan una curvita débil y descendente.
Mientras la guerra económica y el fenómeno generado por “las desviaciones y errores de la política económica”, que aparecen asociados, se desarrollan y nos acoquinan, quienes deben hacer para que esto no se agrave, parecen como con el bate al hombro o el avestruz que hunde la cabeza en el primer hoyo que encuentre ante cualquier amenaza.
Y ahora o mejor a medida que pasan los días la cosa como que se agudiza. Por ejemplo, habiendo tan grave brecha cambiaria y en los precios de los productos destinados al mercado nacional, para no ser arrogante y decir estamos seguros, supone uno que el contrabando no ha cesado. Como tampoco la especulación, acaparamiento para desviar las mercancías hacia el bachaqueo, pero llama la atención que ya nadie habla ni informa de la lucha contra esos atentados contra la economía nacional y sobre todo el menguado bolsillo de la gente. Es como dejar de hacer e informar a ver si actuando así, como por cábala, eso se acaba.
En cambio los empresarios que si están en la guerra, esa del 30 por ciento del cual habló Víctor Álvarez, mucho hacen ver que el gobierno les tiene a monte y no cesan en su combate.
Por cierto, es bueno no olvidar que Víctor Álvarez, no hace mucho, recibió del gobierno el premio nacional al “Pensamiento Crítico”, lo cual le avala.
Todo lo anterior, que es mucho menos de lo que en realidad acontece, le hace creer a uno que hemos salido a combatir, a la guerra, como Mambrú, pero armados de la “lógica” del avestruz.
No obstante esperemos por el “Revolcón”, el cual no ha sido suspendido aunque ya nada se diga. Esperemos que tampoco signifique expropiar para cerrar, asumir pasivos y engrosar la nómina salarial, sino generar políticas que estimulen la producción y corrijan esas “desviaciones y errores”.