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Las colas de los cajeros automáticos

Todo comenzó como la gran solución a las colas internas de las oficinas bancarias. Como todo muta, los cajeros también cambiaron y hoy por hoy se arrogaron y tomaron para sí todas esas colas ajenas.

Hecho que se derivó del reemplazo de las oficinas de pago que mantenían todas las empresas privadas, cuando se abastecían de suficiente dinero que sus trabajadores embolsaban en aquellos sobres de cada semana, quinces y últimos, y esas funciones fueron absorbidas por la banca que hoy por hoy no se da abasto mientras su estructura física  siga  respondiendo a la ley de minimización de costes y maximización de ganancias.

Lo curioso del asunto es que mientras más   largas son las colas del exterior de las oficinas bancarias, más espacio ocioso  y más cajas inoperantes  mantienen las oficinas en cuestión.

Como si fuera poco, los privilegios de la mujer embarazada, del anciano, del minusválido, han sido tirados al barranco de la indiferencia. ¿Cómo quedan esos DD HH?

Por otra parte, desde los tiempos de María Castaña,  
 la banca privada y ahora la pública también ha gozado para sí de unos horarios chucutos muy convenientes para sus dueños, pero muy perjudiciales para sus ahorristas y usuarios en general.

De cuanto   día feriado exista o introduzca el gobierno, la banca es la primera en disfrutarlo porque ella inmancablemente  baja sus santamarías. 

Eso no significa que sus trabajadores lo hagan; no, estos aprovechan para trabajar muchas horas extras y así compensar sus salarios  que, por cierto, no son muy elevados que digamos a pesar de que por sus manos suelen pasar  todos los dineros del mundo, aunque aquellos se limiten a olerlos, contarlos, manosearlos, archivarlos y contabilizarlos.
 
Su idea  de ayer y hoy es la misma: maximizar el tiempo de la tenencia de bolívares  ajenos en caja, o sea: más tiempo para cargar sus tasas activas, y más tiempo para disponer de máximos fondos (liquidez inmediata, valga la redundancia), a los cuales les reconoce  las pasivas, cuando sus ahorristas se los retiren.


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Manuel C. Martínez


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