Venezuela, una economía atípica.

Por qué el Capitalismo se torna destructivo

Desde hace más de 100 años el mercado solvente creado por el propio capitalismo llegó a su topé máximo, y no llegó a ese máximo de ventas  porque el crecimiento vegetativo demográfico lo haya tenido, sino porque las mercancías no sólo se fabrican para satisfacer necesidades varias, sino porque quienes las necesiten deben tener con qué comprarlas, y  esta infranqueable simbiosis entre valores de uso y  valores de cambio es el meollo del asunto.

Por ejemplo, cuando  el presente proceso bolivariano inició la carrera del empoderamiento del pueblo, hasta ayer marginado o excluido de toda capacidad de compra, desde entonces empezó a facilitarle  los medios para comprar una cesta básica, y en paralelo empezó a ayudar al capitalismo, aunque parezca algo contradictorio para un modo de vida que a largo plazo busca  cambiar de capitalista a socialista.

Es que toda empresa capitalista tiende a crecer por naturaleza propia, justo en la diferencia entre el Capital Final (al término de cada período económico) y su capital inicial. A tal diferencia la marca la plusproducción por concepto de plusvalor.

Por supuesto, ese plusvalor se halla en forma de mercancías terminadas y estas  necesitan espacio, vigilancia, contabilización, defensa jurídica, o sea, luego de producido necesariamente debe  salir de la fábrica. A tales efectos, los fabricantes han implementado mil formas estratégicas con sus correspondientes tácticas de mercadeo para que sean los intermediarios quienes asuma esas sobreinversiones, esos costos de mantenimiento de las mercancías, tanto las   que rotan frecuentemente como los incrementos que cada año va produciendo el empresario fabril.

Sin embargo, todas las estrategias de mercado ya son conocidas y harto experimentadas por fabricantes e intermediarios. Una simple visita a los comercios al por menor y a los medianos intermediarios revelaría a ojos vistas que en sus depósitos e inventarios se halla  buena parte de la producción invendible de años, de la que no tuvo salida oportuna por insolvencia del proletariado marginal o subremunerado.

Por lo demás, en el Trópico donde vivimos no se dan las famosas temporadas estacionales de remates,  por ejemplo, de la ropa de primavera y verano para darle paso a ropas capaces de satisfacer necesidades propias del otoño e invierno.

 Por esta razón, nuestras grandes tiendas   tienen ropas de décadas que ya pasaron de moda, pero que el comerciante las conserva para pantallar y magnificar su capital.

La liquidación de esa plusvalía hecha mercancía, pues, resulta imposible en los términos rentables de la empresa burguesa. De manera que al llegar a esa etapa, las mercancías burguesas ni le sirven al capitalista  ni a los proletarios.  

Obviamente, el capitalismo necesita mercados solventes crecientes, pero tal necesidad no puede autosatisfacérsela ya que tendría que minimizar su tasa de ganancia con menores precios, pero eso sería pedirle peras al olmo; es una de las contradicciones inzanjables que confronta este sistema y que marca su plomo en el ala que a largo plazo lo liquidará como sistema irrentable.

O sea, hay dos opciones, o las había:

1.- Dejar que la marginalidad siguiera creciendo ad infinitum, con lo cual se contribuiría más rápido con  la desaparición económica del sistema capitalista cuya vida depende de un mercado constantemente creciente, so  pena de que la riqueza obtenida a diario por concepto de plusvalor  no halle mercado, no se convierta en plusvalía, ni esta en ganancia.

 En el caso venezolano, la miseria habría continuado y crecido porque aquí se produce muy poca plusvalía, pero mucho petróleo que ha viabilizado el rentismo parasitario  petrolero practicada por un empresariado corrupto o desviado de su papel industrial. Por eso nuestra economía es atípica.

2.- La otra opción sería el empoderamiento de grandes masas de proletarios marginados, una labor que sólo puede correr a cargo de modo socializado de producción, como el que se está construyendo.  

Eso ha provocado una contradicción entre un empresariado que todos los días vende más, gana más, gracias a un gobierno al que consideran hostil a sus intereses burgueses, pero, lanza al mercado buena parte del Presupuesto Nacional, todo lo cual evidencia que el sistema burgués tiende a perecer, a extinguirse, ya que detrás del empoderamiento o mayor poder  adquisitivo de ingentes masas de exmarginados, si bien se alimenta a las empresas burguesas, estas se ven obligadas a arruinarse en su obstinación por  acabar con el mismo sistema que hasta ahora le ha permitido alargarle su destructiva vida.

 Esta destrucción se refiere a las guerras, al armamentismo parasitario que convierte la plusvalía y sus patrimonio en mercancías mortales, que acaba con la mano de obra, única capaz de crear las mismas riquezas que el sistema hoy se halla destruyéndolas a  nivel mundial.

 29/05/2015 12:42:48 p.m



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Manuel C. Martínez


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