Nos jode lo evidente

Casi todos los organismos de seguridad, de investigación, fiscalización, contraloría o judiciales tienen un número telefónico, un Twitter, una página en la red o un correo electrónico donde el pueblo afectado pueda denunciar una acción indebida o una omisión de sus responsabilidades, donde un funcionario o “servidor público” está “supuestamente” involucrado y que esta situación conlleva a una ilegalidad o atropello, que afecta en lo individual o colectivo: casos de corrupción, trafico de influencias o abuso de autoridad, entre otros desafueros. Estos medios los plantean los organismos, como una forma de que el pueblo realice la denuncia sustanciada pertinente de manera segura, para evitar represalias o amenazas en contra de su integridad moral y física. Eso esta bien, pero ¿Qué pasa?

Cuando una persona hace este tipo de denuncias por esta vía debería sentir doble seguridad: a su vida y que la denuncia prospere en la investigación y que se le aplique la ley a los malhechores. La gente cree que esta vía de denuncia les permitirá justicia y sobre todo evitarse el mal momento de acudir personalmente a exponerse en las sedes de los organismos que deben velar por nuestros derechos. Pero, cuando el tiempo pasa y el denunciante cibernético o telefónico no ve que progrese lo expuesto y se siente aprensivo, decide ir personalmente a formular su preocupación. Pero, ¿Ustedes no se han acercado a una oficina de nuestra Guardia Nacional Bolivariana, del CICPC o del SEBIN para denunciar o pedir que investiguen ciertas situaciones que atentan contra el bienestar ciudadano? Háganlo y verán lo que es sentir como a usted lo convierten de denunciante preocupado a un supuesto investigado. Hay que ver como es el trato de estos funcionarios: despectivos y atemorizantes, con una actitud de sorna y amedrentamiento. Así, ¿quien carajo se atreve a ir a manifestar sus preocupaciones, si de vaina no te detienen? Algunos dirán que estoy generalizando, pero es una situación recurrente.

La condiciones que vive nuestra patria de una inflación brutal y desabastecimiento, creada, no por los factores de la economía habitual, sino por una inmoral usura, el perverso acaparamiento y un maldito contrabando  de los bienes de consumo y hasta de los servicios, no se puede controlar a través de un precio justo impreso, porque no existen mecanismos eficaces de intimidación judicial eficientes para sancionar a los explotadores, que no le paran a este precio justo y manosean la psiquis emocional y la necesidad del pueblo, para venderles al precio justo de su hija de puta ambición (disculpen, pero no sabía como expresarlo de otra manera mas grandilocuente). Se han creado mecanismos, procedimientos, reglamentos, programas y cuantos artilugios administrativos y de sanción, para tratar de contrarrestar este infame contexto, pero no cambia, es inmutable, su pérfida coraza solo sufre rasguños.

¿Qué pasa? Tristemente tenemos que decir que la corrupción es más eficiente, porque no es burocrática. La corrupción no utiliza muchos trámites, no necesita tantos requisitos para aplicarla, para que sea tangible. Y muchos “servidores públicos” a los que el estado y la revolución les han dado la responsabilidad de cuidar al pueblo, lamentablemente se han dado cuenta de esto. Es por eso, que los responsables de los organismo de inteligencia, de seguridad y judicial no debe esperar que los ciudadanos de a pié redunden en denuncias, cuando ustedes viven a una cuadra de las evidencias de estos desafueros y en vez de esperar que se lo digan, inicien la investigación y que conlleve a la sanción que corresponda.

La Revolución se ha deslastrado de individuos y grupúsculos que han desviado su actuar, pero hay que seguir decantando. Nuestro pueblo está en el entendido que hay una guerra económica y por eso, de manera esperanzadora, sigue paciente. Pero, también entiende que hay sujetos que hacen daño y que amparados por un manto rojo no actúan subrepticiamente sino lo hacen de una manera escandalosamente evidente, cuando el salario que el estado dispone para sus funciones no tiene nada que ver con los bienes “adquiridos” y el “estilo de vida” que no corresponde a sus ingresos y además,  tienen el tupé de pedir en reuniones populares, sacrificio al colectivo. Esos malvivientes no están en las colas y su salario de manera desconocida en esta parte del universo, les alcanza y les sobra. Contra ellos se debe actuar, ya que parte de la desesperanza del pueblo está contra las colas y una parte grande, contra aquellos que no la hacen. 

Los ingentes esfuerzos que realiza nuestro gobierno y que diariamente el compañero presidente Nicolás Maduro en su real preocupación dirige a la nación, para someter estas perversas condiciones que asedian nuestro sustento vital y espiritual, se desaguan en nuestras fronteras ante la vista de todos, porque esa montaña de alimentos y artículos que se encuentran en abundancia en tierras neogranadinas, no pasan por túneles subterráneos ni en submarinos ni mucho menos en aviones anti-radares. Esos cerros de productos que no llegan a la mesa o al hogar de los colombianos pobres, pero que si consumen la derechista y privilegiada clase media colombiana, debe ser parado de una manera mas firme y lo mas importante, con un personal de honor no como lema, sino de valores reales. Y ¿Qué tal si cerramos la frontera por un tiempito, como ejercicio de valoración y ajuste? Digo yo, si es posible.

Sin el legado de Chávez no hay Revolución y todos somos Chávez en esta Revolución.

 



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Carlos Contreras


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