Nuestros capitalistas son crematísticos, no economicistas, y por eso son capitalistas [1]
Es un hecho palmario que los capitalistas, particularmente los intermediarios e intermediarias de los cuales la banca financiera es su máximo representante, suelen obtener ganancias absolutas sin límites hacia arriba, tanto que, si caen por debajo de una tasa determinada, abandonan el negocio y emigran hacia otras aplicaciones de su capital con expectativas de mayor rentabilidad; y si las ganancias mejoran, sólo la capacidad de compra de su clientela, hasta verles el hueso-literalmente-podría impedirles subir y subir los precios, sobrepeciar sus costes no salariales, adulterar las medidas de tiempo, de peso, líquidos y gases, según la naturaleza de los valores de uso de sus mercancías, habida cuenta de que la acumulación de capital pide más capital. Quedan a salvo los comerciantes al detalleo quienes, curiosamente y según versiones escolásticas, sí practican una actividad económica, ortodoxamente hablando. Los capitalistas, pues, son acaparadores de dinero por excelencia y por eso son crematísticos.
En el caso venezolano, esos capitalistas saben muy bien que su mejor cliente es el Estado o sus trenes burocráticos. Saben que al Estado poco le cuesta un Presupuesto Nacional alimentado por nuestros recursos naturales y por las recaudaciones tributarias derivadas de las actividades alimentadas por esa misma renta petrolera. Ellos se mueven pensando que quien tenga más harina tiene "derecho" a tragar más harina.
Por esas razones, los comerciantes crematísticos saben que, ante subas de precios que superen la cesta básica de los trabajadores más humildes, el Estado entrará en su auxilio, y así, mientras subsidia esa cesta básica, indirectamente les subvenciona a ellos sus ganancias absolutas porque, sencillamente, el Estado reinyecta dinero a los bolsillos recientemente desangrados, dinero va a los bolsillos de los mismos capitalistas que con sus elevados precios provocan un déficit continuo en la capacidad de compra del consumidor que por defecto recibirá nuevos ajustes salariales para reciclar el mismo estado de cosas o conducirnos a una mayor pobreza en sentido amplio, pobreza que, por cierto, es el supraobjetivo-no subjetivo ya que se trata de leyes crematísticas ajenas a la voluntad del capitalista, como persona-de todo capitalista: acaparar todas las riquezas hasta destruir el planeta como lo estamos presenciado, si antes no se le pone freno de algunas maneras poco ortodoxas.
Estamos viendo y observando que desde que se introdujo en las atribuciones presidenciales el decreto de los salarios mínimos, los empresarios burgueses se garantizaron un flujo permanente de ganancias crecientes ya que antes cada empresario fijaba cuánto debían ganar los trabajadores de sus plantillas, de manera que en suma o macroeconómicamente, el volumen del mercado creció y sigue creciendo con dichos ajustes estatales decretados para el salario mínimo. Mal podía el propio patrono aumentar salarios a sus trabajadores para luego retirárselos. Ahora el Estado le cubre esas funciones.
Es que los capitalistas están usando doblemente al trabajador: como asalariado y como perceptor de renta del Estado para que así la renta petrolera fluya y circule hacia ellos. A esto se podría llamar metabolismo de la renta petrolera.
De tal manera que, estimado y honorable Presidente, cuando usted puso el ejecútese al Decreto Ley de Precios actual y les toleró una tasa de ganancia máxima = 30% del capital en funciones, allí no quedó claro si esta tasa debía considerarse como tasa media; tampoco se predispuso que los incrementos del capital por encarecimiento de su porción constante sólo debían responder a mejoras técnicas para que se respetara una composición orgánica más o menos constante.
No perdamos de vista que cada aumento de salarios que no se corresponda con una mayor productividad-rentabilidad para el inversor-se traduce en una baja en la tasa de explotación (tasa de plusvalía) y con ello bajaría la tasa de ganancia, ante lo cual e indefectiblemente el capitalista opta por encarecer caprichosamente los costes constantes, o sea, rompe con su composición orgánica para justificar su alza de precios.
Ante la ausencia de esas limitaciones para el disfrute de aquel 30%, nuestros capitalistas, y propiamente sus sesudos asesores, le buscaron la vuelta y les ofrecieron alternativas para burlar semejante "atropello" al libre comercio- O sea, para, manteniéndose dentro de la ley, burlarla como lo han venido haciendo hasta ahora y lo seguirán haciendo si usted no reforma dicha ley y minimiza esa nueva tasa máxima de ganancia que les darán, no obstante, cuantiosas ganancias absolutas al comerciante; digamos podrían perderse todos sus esfuerzos para compensar la inflación inducida tanto por la alta demanda como por la alta tasa de ganancia que usted les permitió.
La idea es clara: ningún comerciante tiene por qué ganar más a cambio de sus mismos esfuerzos ya que para vender, pongamos por caso, 100Kg de café al precio = X, cuyo costo sea =1/2X, no tiene por qué vender a 2X los mismos 100Kg de café si su costo se eleva a X, porque de perogrullo entonces se ganaría el doble por su mismo trabajo, si puede llamarse así el acto de cambiar especies mercantiles por dinero.
05/07/2015 09:44:07 p.m.
[1] Véase Carlos Marx El Capital, Libro Primero, Segunda Sección, Cap. IV.