Es mentira que los fines de año los patronos reconocen o convienen en repartos de plusvalía o de utilidades.
Las primas, los bonos, los aguinaldos y afines dejan siempre incólume el monto de la plusvalía que sólo es distribuida entre fabricantes, comerciantes, terratenientes, gobernantes afines y banqueros. La plusvalía es una variable posféstum.
Desde luego, las mejoras salariales incrementan el tiempo necesario de trabajo durante el cual el trabajador reintegra el salario y todas las remuneraciones recibidas semanales o anuales, y, por consiguiente, merman el tiempo excedentario durante el cual se crea la plusvalía. Si esta baja con salarios más elevados, eso supone una productividad constante. Digamos que la plusvalía decrece o se incrementa, pero una vez establecido su monto, este permanece constante y en cuya distribución no puede beneficiarse el trabajador, eso sería un contrasentido, sería como explotarse y repartirse su propia explotación.
Entonces, una plusvalía mejorada o empeorada sigue siendo plusvalía, razón por la cual, por ejemplo, es mentira que los patronos reconocen o convienen en repartos de plusvalía o de utilidades los fines de año. En realidad, tales aguinaldos forman parte del salario, sólo que se traducen en retenciones durante el año que le permiten al patrono reducir su capital semanal; una reducción que le permite ingresos adicionales por concepto de intereses o por la contrata de otra mano de obra que se suma al lote de asalariados a quienes esquilmarles plusvalía adicional. Terminaron vendiendo la idea de un reparto de ganancias para suavizar la oposición en la lucha social y corromper al trabajador que al final de cuentas pareciera que es explotador de sí mismo y con lo cual se ha hecho cómplice de su propia explotación.