Lo único barato que nos queda…y no se come

Basta ir al mercado y, preguntar los precios de los productos para que enseguida empiece a recorrer mi cuerpo, cierta angustia que se desplaza desde el cerebro, creo yo, hasta el estómago en donde se produce una especie de vértigo, que retorna nuevamente al cerebro, para comprender que lo que tengo es una soberbia arrechera, porque todos los días en cada amanecer, los inescrupulosos comerciantes, a su libre criterio, le colocan los precios a los productos que expenden, como les da la gana, muchas veces dejando a un lado los criterios de dólar today. Es decir, superando el valor del dólar, que emite esa pagina golpista.

En otras palabras, no creamos que los que se encargan de ‘ajusticiarnos” con el valor del dólar, son los únicos que están haciendo caída y mesa limpia con la economía venezolana. Existen muchos comerciantes que, viendo la mantequilla que tienen, sin supervisión, ni control de nadie, sus agallas se han expandido, al igual que sus bolsillos. Quedamos a merced del distribuidor de alimentos y de los comerciantes al detal. El detallista, siempre afirma que el distribuidor lo engatusa con los precios y entonces, lo obligan a vender mas caro. Puede tener razón, uno entre cien, pero la mayoría de los detallistas están cortados a la misma medida. El dinero está hecho, hay que buscarlo, pueden decir ellos.

A todas estas, cuando se acepta el precio que señala el comerciante, se produce en uno, al pagar, una metamorfosis que comienza desde el momento en que se saca la cartera del bolsillo, sacar el dinero de manera lastimosa, y de inmediato como si lo estuviéramos contando, lo que hacemos, disimuladamente, es manosearlo y decir: “Tanto que me costó ganarlo, para que se vaya tan fácil”. A la vez, se produce un tira y encoge para pagar. Es decir, haces a pagar y de golpe se produce un breve arrepentimiento de no querer hacerlo y dejar los productos en el mostrador. Pero te acuerdas, que debes comer y nuevamente estiras la mano para que el comerciante cobre. Eso está pasando, y la psicología debe abocarse al estudio de esta situación.

Esta experiencia, cuando voy al mercado, es la que me hace envidiar a mi cacharrito cuando pienso, que lo que él, consume, es tan barato. Por eso es que, últimamente, he reflexionado, en relación a las variadas situaciones que se hubiesen resuelto en la vida del venezolano, si la gasolina fuera un producto de consumo humano, que tuviera todos los componentes nutritivos/alimenticios que se requieren para vivir. Esa guerra económica, no habría sido tal, ni hubiésemos estado pendientes de cuanto camión llegaba al pueblo, creyendo que llevaba la solución a la papa del día.

Finalmente, imagínese usted pagando un producto que le satisfaga el hambre por tan solo 0,097 bolívares, que es el precio de la gasolina de 95 octanos. Pues, eso es lo mas barato que tenemos en Venezuela, y como lamentamos que no se pueda comer o beber. ¡Que pollo, ni que carne! nuestra dieta seria a base de gasolina. Así estuviéramos como Daddy Yankee, todo el día, cantando: “Me encanta la gasolina”. Porque, para colmo, cuando quisimos volver a comer granos que era lo más barato, después de la gasolina, resulta que se pusieron más caros que la carne, de allí que los peos estén un poco calmados en nuestro país, a menos que se desaten cerca de la fecha de las próximas elecciones parlamentarias.


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Jesús Rafael Barreto


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