Se debe detener a los "bachaqueros". Se deben apresar, ser "sometido[s] por la fuerza y arrestado[s]", como diría saltando de puro gozo el ex fiscal general, Ramón Escobar Salom, cuarta república, cuando se refirió al gobernador del estado Táchira, Ronald Blanco La Cruz, renuente a reconocer al golpista Pedro Carmona Estanga. Pero esta vez hay moral y ley de por medio para calar la frase. El pueblo lo agradecerá.
Los bachaqueros son delincuentes y el gobernador no quebrantó ninguna ley para merecer la expresión, por cierto. De manera que les cae al pelo la postura de esposas en sus muñecas por ejercer el delito como profesión, por actuar en contubernio con otros que les suministran, por asociarse para delinquir, por desalmados, por cínicos e impunes, por atentar contra la estabilidad y paz ciudadanas, por ladrones, por miserables, enemigos de la patria, por encarnar aquello que nadie desea se encarne en una criatura propia. Fungen como agentes de la descomposición social, ejercen in fraganti frente a los funcionarios policiales, libres en las calles de Caracas, en la Av. Baralt, del centro, en la Av. Sucre, de Catia, en la redoma de Petare, casi con orgullo, se dirá.
¿Es que los gobernantes no caminan las calles para verlos? Son bachacos, están por todas partes de ese triste árbol que se llama Venezuela, soltador de hojas. Son monumentos de evidencias. Lo único que falta es que salga una madre exclamando con arrobamiento y honra que su hijo es un bachaquero profesional, limpiándole las antenitas y tenazas frente a las cámaras de televisión. Clasificados ya aparecen en la prensa ofreciendo BsF. 5 mil diarios por bachaquear. Malo, si los gobernantes están intubados con dispositivos que les suministran el sustento automáticamente, sin exudos, no teniendo que salir al aire libre a pujar por los alimentos; peor si, luego de caminar unas varias cuadras desde Miraflores, comprueban la realidad y se hacen los desentendidos. Debajo del puente de Petare, estado Miranda, es un sitio ideal para despertar a realidades.
Quien padece es la gente, el sujeto final en la calle, el votante si se quiere ver así, a quien se le perfila lo peor que lleva por dentro cuando hacen una cola para comprar alimentos, si es que los consiguen cuando avanza su turno. Semejan perros arresmillando los dientes por un pedazo de hueso. La cosa es larga, te coleaste, aquel es bachaquero, se acabó la harina o la lecha, estoy acá desde la 6:00 de la mañana, no tengo nada en la casa, compré unos pañales ayer en BsF. 2500 (el precio es menos de 200) y en 5 mil la fórmula para mi bebe, me dieron el número 10 pero estoy en el puesto 70, atienden primero a los bachacos…
¿Que no hay tanta cárcel para tantos? ¿Qué el bachaquero es inocente, víctima de la crisis, familias venezolanas al fin que tienen que comer las pobrecitas en medio de un ambiente hostil por la supervivencia? ¡Pamplinas! Deben ser sometidos por la fuerza y arrestados, así, sin comillas. Cúmplase la ley. Haga algo el gobierno al menos por la justicia y en contra de la impunidad. No sólo de pan vive el hombre, también de justicia, y el pueblo no sólo comprenderá, sino que agradecerá. La gente lo implora. La impunidad de permitir tanto delincuente daña más que el delincuente mismo porque propone una especie de mutación social para el ejercicio del delito. Es más peligrosa la percepción social de la pérdida de valores constructivos, de barco a la deriva, de Estado y autoridad en bancarrota que el hecho desastroso de no conseguir por un tiempo un perfecto suministro de alimentos. Porque se ve tambalear el sistema, el hábitat político, la seguridad social y republicana, como una palmera, y eso causa incertidumbre, desesperanza, estampida, desmoralizamiento y empuja al borde de lo que se cree acabar, hacia la supervivencia como sentimiento. El hombre no es nada más una boca que come; también se alimenta de compensaciones psíquicas, justicia, seguridades, atención, amor, ideales, etc.
Nunca dejará de ser paradójico el estadio que se inventó Augusto Pinochet para meter a tanta gente inocente, por allá donde le cortaron las manos a Víctor Jara. ¡Sí que hubo espacio para gente que no era culpable de nada! En Venezuela es más factible meter en la cárcel a un señor molesto que alborota en una cola que a un miserable dechado de antivirtudes que vende harina de maíz a BsF. 700 a su lado. ¿Si no hay una pequeña celda para tan eximia plaga, confesa y en plena actividad, qué de estadios se puede estar hablando para que quepa quien? La pena por violación de derechos civiles es sólo para gente inocente, según lógica del infierno, según pinta la lógica de las calles. ¿Cierto, eh? Los culpables o cumplen condenas o están libremente aceptados en libertad.
¡Militarícese una avenida, hágase una prueba al menos! La ley aplíquese. Deténgase a tanto malandro. ¿Es que habrá que llamar al superpolicía ese, William Bratton, que en su tiempo contrató el alcalde golpista de Caracas, Alfredo Peña, para que venga a decir a los venezolanos que la aplicación de sanciones cohíbe al menos en un 30% la comisión de delitos? Es algo.
Sepa cualquier gobernante intubado que no camina las calles de Caracas o de cualquier ciudad del país y no se da cuenta, en consecuencia, de la arremislladera de dientes en la población, como ocurrió antes del 6D de 2015, que si se hicieran ahora elecciones se perderían estruendosamente. No puede aspirar el fatuo, también, que los votos, como los alimentos, le lleguen a través de mangueras. Sepa que hay una explosión social en puertas que no ha traspasado el umbral porque aún no se ha colmado del todo el aguante de la gente cuerda del país ante la proliferación de tanto bicho deleznable, como los insectos señalados, responsables en significativa porción de la desaparición y secuestro de alimentos. Algo es algo si se les para el camino a la cueva. Son la cabeza visible para iniciar pesquisas…, bueno pesquisas de lo que ya se sabe. Pero ejecútese.
¿Se malogró el pan, no fluye la harina por la razón dicha, entre tantas otras seguramente de mayor preponderancia? ¡Hombre, al menos hazle la merced al pueblo para que sienta justicia y aprecie el castigo al criminal por violar la paz ciudadana! Sería un buen gesto de quien, ya no interesándole la política, si fuera el caso, y quisiera continuar intubado o abandonar, compense a quienes lo pusieron en el cargo antes de irse.
Blog del autor: Animal político