Preguntémonos cómo EE.UU reúne y dispone de tanto presupuesto nacional dinerario, al margen de su PTB. ¿Acaso el volumen del circulante nacional debe acoplarse sólo al volumen marcado por la oferta-demanda o de sus operaciones comerciales y nada más cuando, por supuesto, la economía nacional disponga de valores de uso en cantidades harto probadas?
La respuesta de aquella pregunta es sencillamente asombrosa: Desde que EE.UU. dispuso que todos los países ya engolfados en su área de influencia y capitalización transnacional (ONU) abandonaran el patrón oro (año 1944), y luego ellos mismos (1971) así lo hicieron, tales decisiones imperiales han representado una estrategia que le ha servido para disponer a fondo de cuánto circulante fiduciario haya estado necesitando en esa cantidad que desmedidamente les ha permitido sostener tan costoso aparataje militar en el mundo.
Cómo sábese, el patrón oro fue abandonado porque EE.UU. ya no podía garantizar el trueque de sus billetes por oro y ni siquiera por plata; así de elevado ha sido y sigue siéndolo el volumen de tales gastos bélicos luego de la Segunda Guerra Mundial, con la inocultable intención de proteger sus voluminosos mercados nacionales y transnacionales susceptibles razonablemente de esa competencia mundial que a ese mismo país le permitió desarrollarse como la ha hecho tecnológica y capitalistamente desde los comienzos mismos del siglo pasado.
De tal manera que uno debe buscarle una explicación a los soportes que garanticen el poder adquisitivo del dólar fiduciario, más allá de que, por ejemplo, los deudores de EE.UU. les paguen en esos mismos billetes a fin de que no sigamos alimentando la emisión ilimitada de una moneda que a ojos vistas sólo ha fungido de autorización o imposición imperial de un país sobre el resto de aquellos con los que mantiene relaciones comerciales.
Tal proceder monetario representa un brutal ventajismo monetario que ya en sí mismo representa una poderosa arma belicosa.
Así, resulta evidente que el poder adquisitivo (de compra) de la moneda fiduciaria, como su nombre lo señala, está sujeto al respaldo económico del PTB correspondiente al país emisor en cantidad y calidad de sus valores de uso, naturales o artificiales.
En consecuencia, desventajosamente, los demás países apelotonados en la ONU deben tener dólares para viajar al exterior, para comprar importaciones, etc., y se hallan en desventaja o castigados con la obligación de mantener determinados volúmenes de las fulanas “reservas internacionales” que no son otra cosa que reservas de dólares, mientras los soldados estadounidenses llegan a cualesquiera partes del mundo y les basta llevarlos en su cartera.
Además, no requieren importar materiales ni mercancías bélicas por cuanto las producen, salvedad hecha de algunas e importantes y hasta insustituibles, materias primas que deben importar. En este último caso, EE.UU. es, podríamos así decirlo, la única economía que por ahora no necesita “reservas internacionales”, por ejemplo, en Bs.F-¿y por qué no?
Sólo nos falta aclarar que esos valores de cambio, esos dólares, hace muchísimas décadas dejaron de representar en valores de uso el valor trabajo almacenado en valores de uso diferentes a las mercancías de la guerra, sobre todo porque no se conoce aún que EE. UU. practique trueque con alguna otra economía.
De resultas, sirvan estas reflexiones para comprender que ninguna economía con recursos probados tiene por qué acotar su circulante, no menos fiduciario, máxime en situaciones económicas de elevada demanda monetaria como la que Venezuela se halla sufriendo por razones que no viene al caso dilucidar.
Corolario: Esto nos conduce a reconocer que si la inflación actual se agrava el Estado bebe ir acoplando con la inmediatez posible sus emisiones dinerarias al volumen que cada día exigen los precios en permanente suba.