Aunque no lo hayamos observado bien, jamás hemos tenido capitalistas industriales en su estricto sentido económico. Sólo hemos conocido capitalistas comerciales[1] a quienes con sobradas razones hoy el pueblo los conoce como empresarios rentistas y parasitarios o vividores del Presupuesto Nacional.
El capitalismo industrial, el mismo que experimentó en Europa sus dos últimas revoluciones del período de los siglos XVIII-XIX no lo hemos conocido en Venezuela, no ese mismo que estudió y analizó Carlos Marx.
El capital nuestro no ha superado su época de simple capital comercial. Sus presentes y tradicionales prácticas paramonopólicas-desde bodegas y bodeguitas hasta supermercados-sus abusos y estafas, la presente especulación y adulteración de precios, la minimización del precio de compra y maximización del precio de venta, todas han sido y siguen siendo manifestaciones palmarias de que siempre hemos estado sujetos a un simple y arcaico capitalismo comercial.
Ese capital comercial suele ser abusivo y estafador; se desenvuelve con precios arbitrarios que han girado alrededor del valor con la compra a precios inferiores, y una reventa de mercancías por encima del valor.
Han desconocido, pues, lo que es la formación y compraventa de mercancías según sus precios de producción. Como hemos explicado varias veces por este mismo medio, los p. de p. son el fruto de la competencia intercapitalista industrial a fin de compravender según los precios de mercado. Estos precios rigen sólo y durante el capitalismo desarrollado o capitalismo industrial, y garantizan beneficios medios para todos los diferentes capitales de todos los fabricantes, comerciantes, intermediarios y banqueros financistas.
En el capitalismo industrial el comercio o la circulación de las mercancía se halla envuelto-como alas-en la circulación del capital- D-M...P…M’-D’. Eso significa que el capital dedicado al comercio carece de autonomía de acción y no será este tipo de precapitalismo el que podría obstaculizar el salto al socialismo como modo de producción.
El capital comercial no contrata asalariados para producir ni aportar plusproducción alguna. Se limita a importar bienes terminados del exterior y a exportar materias primas nacionales, petróleo, hierro, cobre, etc. Despluma a vendedores y compradores. De allí su parasitismo, sus estafas, sus especulaciones, toda esa basura económica que no observamos en los países caracterizados por el capitalismo industrial o capitalismo propiamente dicho.
He ahí una ventaja que confrontamos porque carecemos de productores de plusvalía, y prácticamente nos hallamos en un sistema económico que no es feudal ni capitalista, salvo por su engarce unilateral al capitalismo imperial y superdesarrollado: de aquí el envalentonamiento de los comerciantes nacionales, auténticos colgajos del imperio burgués internacional.
Con la regulación de los bienes que este arcaico comerciante importa puede perfectamente ir minimizándose la fuerza de este perverso comercio ya que hasta ahora, y hoy más que antes, el mercado que disfruta hasta ahora lo están practicando de la manera más abusiva, usándolo como arma de guerra para desestabilizar el país. Los permisos municipales para este tipo de comercio que en nada contribuye al PTB nacional requieren ser observado más detenidamente.
6/9/2016 6:17:05 p.m.
[1] Los concesionarios mineros y petroleros no pasaron de ser simples comerciantes desligados de la producción nacional, aunque, como agentes extranjeros, sí fungieron como capitalistas industriales unilateralmente al servicio de sus países de origen: EE.UU., Inglaterra y Holanda.