Hay seis versiones acerca de la multiplicación de panes y peces por Jesús, para darle de comer a una multitud hambrienta. Según los evangelios, eso hizo el señor. No tomó ninguna medida económica, ni tuvo necesidad de allanar cuevas de acaparadores, pues no tenía medios como hacerlo y menos necesidad de eso. Sólo tomo unos dos panes y dos peces, varios panes y peces, según cada uno de los seis evangelios que hablan del asunto y los multiplicó tantas veces como fue necesario para que todos comiesen. Había que darle de comer al hambriento y agua al sediento. Pero Jesús es hijo del señor, por este dotado con esa y otras cualidades. El hombre común, por mucho poder que tenga, no puede producir de la nada ni disponer de un saco sin fondo, menos repartir a diestra y siniestra hasta el infinito.
La revolución bolivariana ha sostenido que su propósito inmediato, por lo menos uno de ellos e irrenunciable, era o es pagar la enorme deuda social que ha acumulado la práctica rentista. Pero también dijo desde el principio que había necesidad apremiante de cambiar ese modelo de economía que nos hacía vulnerable como nación. Parece no haber entendido que una y otra cosa estaban íntimamente relacionadas y la estrategia correspondiente era sacar a la gente de la pobreza volviéndola productiva y consciente de su rol histórico. Claro, lo electoral en Venezuela lleva a los políticos a hacer cualquier cosa para mantener la popularidad y las justificaciones sobran.
En la Agenda Bolivariana, el primer gran plan del chavismo, uno de los puntos vitales, en concordancia con lo anterior es el reordenamiento de la población venezolana. El rentismo y la economía de puerto, dos circunstancias inherentes al viejo modelo que pese a ser viejo se sigue aplicando, tanto que productos hasta hace poco producidos aquí los estamos trayendo de Brasil y otras partes para llenar las bolsas de los Clap, llevaron a que la población venezolana se aglomerase en la zona norte costera y en unas pocas ciudades. El área rural, de abundantes tierras fértiles y agua, fue abandonada y con ello decayó ostensiblemente la agricultura y disminuyeron las posibilidades del desarrollo de la agro industria. Una que otra finca quedó por allí sin mayor influencia en la economía nacional. Revertir ese esquema, contiene una excelente idea o perspectiva para pagar la deuda social, distinta a la que asumimos, la de usar el ingreso petrolero para jugar carnaval.
Desde la formulación de esa Agenda Bolivariana hasta hoy, hemos contado veinte años, de los cuales, el chavismo ha estado en el gobierno unos dieciocho. No obstante, hace sólo pocos meses, después de la caída brutal de los precios del petróleo, la vanguardia "revolucionaria" en el gobierno se acordó que en los avatares de la lucha se le había quedado olvidado en alguna gaveta ese proyecto y con él la idea de acabar con el rentismo y generar una economía productiva. Elías Jaua, ahora mismo acaba de decir, como quien descubre la "cola de cigarro" o el "agua caliente", que para combatir la guerra económica hay que promover la producción de alimentos. Es decir, combatir el rentismo. Lo malo es que se trata de un viejo discurso, simulación de lo acontecido y garrafales errores. Algo así, como hace el gato, cubrir sus desechos con tierrita.
Lo que debe hacer el chavismo gobernante es dar una explicación o un reconocimiento de haber errado en la estrategia económica. Reconocer que se falló en la tarea de combatir el rentismo y crear una economía productiva. Hacer eso, así de sencillo, debe llevar a una discusión abierta, amplia, sin sectarismos, como dice querer Diosdado, para redefinir el proceso y tomar las medidas pertinentes. Por supuesto, los errores estratégicos están asociados a nombres que deberían admitir su fracaso y dar el paso a un lado.
Pero el haber abandonado aquella tarea, significó también dejar a un lado la otra; la que a ella estaba asociada, la necesidad de reorganizar la distribución poblacional, que como ya dije tiene un puesto principal en la Agenda Bolivariana. Se hizo todo lo contrario, se descubrió que en Caracas y otras ciudades donde la población se aglomeró para formar enormes centros de miseria, ejércitos de desempleados, mano de obra barata y delincuencia, "cabían cuatro ciudades más". Así todo espacio, por muy pequeño que fuese, se dispuso para hacer viviendas. Todo por mantener cautivo a un votante que ahorita parece como díscolo y encabritado, pese toda la generosidad o populismo. Porque el cambio social, el equilibrio, paz no obedecen a sentimentalismos, lo que podría ser bueno mientras dura el impacto, sino a un proceder racional y ajeno al populismo y la demagogia. Aunque debo advertir, que estas prácticas pudieran estar acompañadas de la mejor buena fe.
Mientras aquello ocurría, lo de romper con el rentismo se dejó en la gaveta y se olvidó lo de reorganizar la población; las tierras de gran potencial productivo siguieron abandonadas, aumentó radicalmente la necesidad de importar y, de pronto, un hecho previsible porque es recurrente, nos dejó en la orfandad y casi la miseria. El petróleo bajó sustancialmente de precios, la caja registradora quedó vacía y fue entonces cuando la "vanguardia" se percató que el modelo rentista se agotó. Mientras tanto, le rogamos a las "cien mil vírgenes" por el regreso de los anteriores tiempos de bonanza y con avaricia miramos hacia el Arco Minero.
Todo lo anterior nos dice acerca de la necesidad de cambiar muchas cosas, hasta de hombres o nombres, para que la Revolución Bolivariana, produzca de verdad los cambios necesarios, posibles, sin pedirle peras al olmo, ni soñar con metas que no estén abiertas en la realidad del movimiento de la vida nuestra y del cuadro mundial en el cual fatalmente estamos pintados.
Por los errores anteriores y la guerra económica, que ha tenido éxitos justamente por aquellos, como que olvidamos la prédica de avanzar en la soberanía alimentaria y pusimos en práctica una, vamos a llamarla "original", para no caer en tremendismos, fácil y como romántica concepción de pagar la deuda social, dando o regalando a diestra y siniestra, en lugar de crear fuentes de trabajo, espacios productivos, oportunidades de crear para recibir, tuvimos que aterrizar en esto de los Clap. No significa esto que estemos en desacuerdo con ellos, pues resultan de la realidad de ahora y se hace necesario ponerle talanqueras al hambre.
Lo malo es que esos Clap, parecen víctimas de la "creatividad" de los rapaces venezolanos. Se cuentan dos historias o formas de proceder de esos rapaces. Una de ellas es que en muchos casos, esas bolsas de 16 kilos que habla Freddy Bernal, con un determinado costo, en un punto del camino se vuelven dos o tres, con mucho menor peso cada una, pero a un costo superior a la original. Son vainas asombrosas de la creatividad, genialidad del venezolano que a uno asombra. Pero más asombra que eso se dice, denuncia y no hay quien le pare. José Vicente Rangel, hace más de un mes, en su programa dijo eso a Bernal, este pareció admitir la veracidad de la denuncia, pero en muchos casos, todo sigue igual. Digo esto porque, por mi calle, llegó hace casi dos meses una bolsita con cuatro cosas, no llegaba a cinco kilos, de los 16 que dijo Bernal y a un costo superior y, lo que es más, nunca ha vuelto. Si le ven me la saludan.
Hay otra denuncia o versión de los Clap. Llegan las bolsitas con el mismo misterio. Se sabe quién las trajo pero no de dónde viene o vino. Los productos son los mismos que llegan desde Brasil a precio de mercado y la venden al bienaventurado como si fuesen los subsidiados por el gobierno; aquél la compra con avidez como quien cree está haciendo un buen negocio o aprovechando una ganga y cuando pasa por el abasto más cercano se percata que allí están los mismos productos y a los mismos precios, sin sentirse favorecido por nadie. ¿No parece esto un negocio valiéndose de los Clap?