El libérrimo mercado de Venezuela

La ANC está luciendo una salida tangencial ante la ineficacia gubernamental para aplicar las leyes que podrían detener el hambre que está galopando día a día.

Tanto rige en Venezuela el más absoluto libre mercado que todos los comerciantes y fabricantes se han convertido en monopolistas sin que el gobierno los castigue, y son monopolistas no porque sean un solo vendedor, es que venden sin competencia y por esa razón todos los días incrementan sus precios sin sufrir competencia ni injerencia estatal alguna.

Todas las medidas regulatorias del mercado han fracasado hasta ahora. Tenemos, pues, una libertad de precios que se ha traducido en hambruna en proceso, y libre mercado que no es para que los comerciantes compitan entre sí.

Su competencia por ahora, es contra el gobierno: el comercio viene ejerciendo una suerte de extorsión económica: O el gobierno entrega el poder o los precios seguirán subiendo.

Por el contrario, las pocas medidas regulatorias de precios y ganancias han sido utilizadas como excusa-falsa excusa-para los incrementos de precios con descarada y abierta burla de los costos, de las regulaciones de precios y del hambre que se halla en pleno proceso de generalización día a día.

Lamentablemente, la incompetencia gubernamental para frenar esta inflación es notoria e innegables.

Los CLAP han resultado paliativos, sólo útiles para que la explosión social no se haya presentado todavía.

Ya lo explicamos en reciente artículo: La desigual distribución de la riqueza de los escuálidos, la de la pequeña y mediana burguesía, de los proletarios de altos ingresos, le ha permitido al gobierno frenar esa explosión, pero con cargo al hambre que indudablemente está creciendo en las familias de menos ingresos hasta ayer con relativa holgura frente a las familias de pobreza extrema.

De allí que, mientras unas familias aburguesadas se hunden en la miseria otras sobreviven mientras los precios no suban más, pero como suben, en pobres de convertirán más temprano que tarde.

Buena parte de la abstención en las recientes elecciones de gobernadores fue el descontento que experimenta parte de esas clases de mejores ingresos que ya se vienen afectando como la mayoría de los chavistas que por su naturaleza humilde ha sufrido de bajos ingresos durante toda su vida: personal doméstico, técnicos empíricos, profesionales de la educación y obreros de baja calificación técnica.

La impotencia del gobierno es inocultable en materia del combate de esta inflación, pero también son equivocadas la opiniones que acusan a la producción, a la distribución, al “dolartoday" y al “dinero inorgánico”. Estos males son efectos, no causas primarias.

El gobierno se halla satisfaciendo muchas necesidades: vivienda, salud y educación, pero no puede evitar el hambre en proceso porque está incapacitado para frenar la inflación. Lo está demostrando, con su pasmosa quietud ante el crecimiento de los precios, tal como tan pasivamente se cruzó de brazos ante la reciente matanza de las guarimbas, sus guarimberos y sus responsables políticos a quienes es gobierno también se ha mostrado incapaz de aplicarles las leyes correspondientes.

La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente está luciendo como la salida tangencial del gobierno ante su incompetente e inoficioso llamado a la paz con gente de la burguesía. Pensar en diálogos y en conciliaciones entre la burguesía y el proletariado es una aberración socialista.

¿Qué espera el gobierno para ir al fondo de las verdaderas causas de esta inflación insoportable?, ¿cuándo piensa atacar el problema de la banca cómplice?, ¿cuándo sancionará a los comerciantes monopolistas sin mayores protocolos jurídicos?



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Manuel C. Martínez


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