Cuando Don Vicente, así le llamaban aquel señor de apariencia humilde pero que llegó a amasar una fortuna gigantesca, calificativo que se ganó por su capacidad acumulativa, sólo dejo cuatro hijos. Tres varones y una hembra. Siendo un hombre relativamente joven todavía cuando le conocí, en sus andares de darle vueltas a sus propiedades, una de ellas un viejo galpón donde el gobierno puso un liceo en el cual yo trabajaba como docente, pero ubicado en un área de alto valor comercial, quedó viudo. Para esos días, como comenzaba a ser habitual entre los jóvenes de las clases acomodadas, sus muchachos se habían ido a vivir al Norte, aprovechando que su padre disponía de lo suficiente para mantenerles allá sin que nada hiciesen y aprovechando de paso que la paridad entre ambas monedas les favorecía ampliamente. Quizás, por la fama de pichirre que tenía el Don, quien tuvo que pasarlas negras para lograr lo que tenía, pensaba también para sus adentros que era mejor negocio tenerlos allá, con el dólar tan barato, que aquí consumiendo y ostentando como lo hacían, sin producir nada en bolívares.
Un mal día, digo yo, al Don le dio un infarto y murió cuando por su edad, era posible pensar que le quedaban unos cuantos años de vida por delante. Pero, al parecer, se empeñó más en cuidar sus propiedades que eran cuantiosas, como también sus cuentas bancarias, tanto aquí como en el norte, que su salud. Se decía que opinaba que eso de "gastar real en médicos por pendejadas que se quitaban solas era para ricos y gente que no sabía lo que costaba ganarse los reales". Claro, él llegó a ser un potentado, habiéndose iniciado como ayudante de gandolero y luego gandolero mismo y contratista.
Cuando quienes le llevaban sus cuentas y sus abogados que le manejaban sus cosas que ya eran demasiadas para que él se ocupase de eso, anunciaron a la familia, sus cuatro hijos, que vivían a sus anchas, cada uno por su lado, allá en el Norte, la fortuna que había dejado y aquella información salió a la prensa, a mí que le había conocido y hablado con él muchas de las tantas veces que iba a revisar su propiedad, se me quedó la boca abierta por largos minutos, intentando comprender ¡cuánto era aquello!. Era una fortuna que repartida entre doscientas personas, haría a cada una de ellas cómodamente ricas. Y sus hijos sólo eran cuatro y no habían tenido el trabajo de preocuparse por su salud y sus cosas cotidianas, menos con lo de cuidar el patrimonio, tampoco en el trabajoso asunto de aumentarle. Todo lo contrario.
Por mucho tiempo, casi todos los días, en la prensa salían informaciones dadas por separado por cada uno de sus hijos o los abogados de cada uno de ellos, ventilando públicamente sus desacuerdos acerca de cómo dividir aquella cuantiosa fortuna. De las informaciones, se podía deducir, no sólo que cada uno de ellos quería todo para sí o una tajada superlativamente superior a los demás, alegando cosas fútiles. Por supuesto, los abogados, por motivos de sobras conocidos por cualquiera, se encargaban de atizar aquellos desacuerdos y complicar lo que era una cosa sencilla, dividir en cuatro partes iguales todo aquello y cada uno quedaría súper saciado y asegurado para toda su vida y descendencia. Supongo, es lo habitual, que al final de aquel drama o novela picaresca, en la cual los abogados sacaron su buena tajada, los hermanos, antes separados, se distanciaron todavía más.
Lo anterior lo he recordado por lo que ahora acontece en el seno del chavismo. Claro, estuvimos entre quienes dijimos más de una vez que aquello que Vladimir Acosta, Monedero y otros previsivos y valientes, llamaron el hiperliderazgo, podría generar serias dificultades, sobre todo dada la infausta circunstancia que Chávez no estuviese. No pensábamos que eso sucedería en verdad sino que era una manera de llamar la atención para prepararse para cualquier contingencia. Varias veces dijimos o leímos o escuchamos lo que otros escribieron o dijeron, si Chávez no estuviese, esto se dividiría en mil pedazos. ¡Y aquello aconteció y cómo! Por supuesto, aconteció la muerte de Chávez.
Para mí, entre tantos, uno de los mayores logros de Hugo Chávez, aquel valiente, inteligente y valioso ser humano, el arañero de Sabaneta, es haber unido lo que la historia anterior y los hombres, entre estos los militantes de la izquierda, habían desunido o separado al máximo. Cada hombre, mujer o pequeño grupo pro socialista, antiimperialista, privilegiaba sus particularidades para mantenerse lejos de los otros que en lo fundamental pensaban como ellos. Siempre encontraban un pero para pensar que aquel era de la derecha, un enemigo o poco digno de confianza. Tanto que en veces preferían convivir con la derecha y no entre ellos. Unos se creían más papistas que otros. Dueños de la verdad, su verdad; que no era la verdad.
Pese a la naturaleza popular, del origen humilde de la gente del ejército, antes y después de la lucha armada, grandes sectores de la izquierda tenían una actitud contraria contra los militares.
Los antiimperialistas, anti neoliberales y contrarios al habitual enroque adeco-copeyano, que tantos eran, llegaron a creer que cada uno de ellos por su lado debían mantenerse; mejor solos que mal acompañados, al parecer pensaban. Por encima de llegar al poder para cambiar aquel estado de casos, parecía prevalecer en ellos la absurda idea que había que mantener el linaje puro, la limpieza de la percepción supuestamente marxista que cada uno tenía acerca del momento histórico. Mezclarse unos con otros para elaborar un programa común, donde cada quien fuese escuchado y poder aumentar y hasta multiplicar las fuerzas, era como una afrenta o renuncia a la pureza de la que estaban revestidos. Esa consigna que usó Capriles, "Sólo hay un camino", que por supuesto ya está hecho, contrario a aquello de Antonio Machado "Caminante no hay camino, se hace camino al andar", parecía ser la fija idea de aquellos grupos al parecer nihilistas o negadoras de toda realidad.
Chávez logró el milagro de unir todo aquello disperso y ponerle a luchar hombro con hombro y con los hechos les mostro cuánta ventaja había en eso. Unió la injustificadamente dispersa izquierda, a ésta con el movimiento popular al cual ella no se acercaba, descubrió como falsa el carácter que le daba a la contradicción con el ejército, etc. Sería largo enumerar los logros alcanzados por aquella visión, propuesta y hasta hazaña del de Sabaneta.
Pero lamentablemente pasó lo que sabemos, Chávez dejó delineado el Plan de la Patria, el movimiento, pero surgieron como eran de esperarse discrepancias y naturales; pero también la falsa creencia que dejó una herencia como la de Don Vicente que hay que repartírsela, donde quien tanga más saliva trague más harina, mientras los abogados gozan y suman.
¡Si Chávez se levantara de su tumba!