El prófugo Rafael Ramírez tiene la cachaza de presentarse públicamente, pero desde fuera de Venezuela, fuera del país que lo solicita por estafa y otros daños contra la estatal PDVSA, enjundioso contra la ANC por la aprobación de la ley de presupuesto para el nuevo año, y por si poco fuere, - "¡qué bolas tiene bolaños, no trabaja durante el año y ahora pide vacaciones!" - ese tal Ramírez trata de exhibirse como si él fuese un niño de primera comunión -¡Si como nié, yo te aviso chirulí!
Ramírez es de tal cinismo que hasta se dice chavista pero el pueblo trabajador y en particular la clase obrera estamos curados con la convicción de que un ladrón no puede ser chavista ni viceversa.
Quisiera yo saber que tiene ese sujeto por dentro puesto que hacer como "la gatica de María Ramos", tirar la piedra y esconder la mano a la vez que lavársela como Poncio Pilato lavó la suya, es pavoroso; a mi modo de ver y ateniéndome a lo que el Fiscal Nacional, tanto como los tribunales competentes dispusieron al respecto de la estafa de la que se le acusa al mencionado sujeto de marras, se trata de un hombre de palabra y de hechos menguados y eso es triste; ser un farsante es una tacha que difícilmente se borra; agazapado y cobardemente, al parecer Ramírez hizo trabajo de zapa para minar las bases de la estatal PDVSA al tiempo que cargaba de repleta su cartera conjuntamente con una mafia de extorsionadores aguantadores y descarados.
Mas, no obstante saber a lo íntimo que su palabra está devaluada, Ramírez insiste en su desfachatez de querer darnos lecciones de honestidad y eso aquí también se llama caradurismo.
¿De qué vive Ramírez en el exterior, dónde trabaja ahora, quién le paga, no es acaso de la boloña de la que se dice le robó al pueblo venezolano?
Si él es tan probo debería venir a darle la cara a la justicia, las pruebas son las pruebas. Si a mí me acusasen de ladrón lo primero que haría yo en tal caso sería presentarme y demandar las pruebas porque el que no la debe no la teme.
El cornudo personaje, Ramírez, se puso a la orden de la justicia de otro país pero desecha la justicia propia y eso da idea de su talante cobarde lo cual se le nota de cerca y de lejos; en vez de defenderse, de ejercer su derecho a la justicia, huir lo remite directamente a las pruebas debidamente sustanciadas por los órganos del Estado competentes de administrar justicia.
Allá donde él está ahora probablemente le muerden una sustanciosa parte de su mal habida fortuna, lo declaran testigo protegido y lo dejan disfrutar su vidorra.
¡Qué asco!