La mayoría de las normas en las instituciones oficiales venezolanas las han establecido, sin duda, quienes más se benefician del dolo, siendo por eso que aún en esta época al solicitarse un permiso, autorización, solvencia o llenar algún requisito oficial le pidan al usuario cualquier cantidad de documentos y por tal razón es que nunca deja de existir alguien que en el transcurso de las diligencias para, por ejemplo, hacer algún cambio en la pared frontal de su casa, diga: en la oficina donde fui lo único que no me pidieron fue el acta de mi propia defunción. Es algo horrible los obstáculos que ponen los empleados de las oficinas públicas para otorgar cualquier documento, y casi siempre esas trabas solo tienen el propósito de obligar al afectado a buscar la forma de aligerar los tramites mediante un obsequio en dinero al funcionario que lo atiende, quien al recibirlo le expresa: bueno amigo, con esto tendré suficientes argumentos para convencer a mis compañeros y hacer que den su visto bueno; véngase mañana como a esta hora que ya le tendré listo el permiso que ha solicitado.
El soborno ha estado vigente desde hace mucho tiempo en la casi totalidad de las oficinas públicas adheridas al poder nacional, estadal o municipal, incrementándose de manera exagerada en el pasado régimen puntofijista, en el cual se arraigó profundamente en el ánimo de los servidores públicos y que motiva el que usted todavía tenga que recurrir a un gestor interno o externo para poder resolver prontamente algún asunto, eso, si no está dispuesto a que su solicitud urgente le sea retenida por meses o años; o que finalmente le digan que tiene que introducir de nuevo los papeles porque ya los que usted llevó están muy viejos y hay que actualizarlos. Ahora bien, ¿quién es el usuario que sufre la mayor inclemencia por no poder conseguir un gestor o una buena palanca para solucionar rápidamente algún asunto en una oficina pública? Todo el mundo en Venezuela lo conoce, esa persona no es otra que aquella que a cada rato se le dice que él tiene el máximo poder en el país, su nombre es: EL PUEBLO.
Citemos un caso, de los miles y miles que seguro existen actualmente, que no ha sido resuelto debido a la negligencia oficial y la existencia del burocratismo.
En Valencia, Estado Carabobo, específicamente en el sector de Los Colorados, parroquia San José, prácticamente el nuevo centro de la ciudad, una compañía de telefonía móvil instaló una alta torre metálica y allí fue colocando antenas y más antenas, ellas de diferentes tamaños y modelos, hoy abril de 2.007, estas antenas pasan de sesenta, por favor, no piense el lector que es un exceso de quien redacta esta nota y que en verdad acaso si son unas diez antenas, no, no, pasan de 60 (sesenta) antenas las colocadas en esa torre; torre que además esta levantada sobre un terreno inestable. La comunidad se ha dirigido a la Alcaldía, a la Gobernación, al Ministerio de la Salud, a la Defensoría del Pueblo Carabobo, a CONATEL, etc., y no ha sido posible que algún ente oficial haga una medición para determinar la magnitud de los campos electromagnéticos generados por esas antenas y el posible perjuicio ocasionando a la salud de los habitantes de la comunidad, en fin, durante tres años se ha venido planteando este problema y no hay visos de que pronto se haga nada al respecto; es muy probable que la instalación de esa torre y antenas en el lugar se debió a que el interesado hizo un sustancioso pago a unos cuantos funcionarios que debían aprobar la permisología correspondiente.
Se sabe que el Presidente Chávez Frías está dispuesto a combatir a fondo la corrupción y su principal anclaje, el burocratismo, pero esto no se acabará porque él insista verbalmente en ello, no, es necesario crear un organismo nacional con suficiente autoridad, que esté encima del problema y que a la hora de castigar a algún alto funcionario por inepto y/o corrupto tenga el poder para hacerlo; y no absolverlo porque salga algún padrino, y ¡aquí no ha pasado nada! Bolívar fue contundente cuando el 11 de Abril de 1.928 le escribe al Dr. José María del Castillo y le dice: “TODO EL CUERPO DE LA HISTORIA ENSEÑA QUE LAS GANGRENAS POLÍTICAS NO SE CURAN CON PALIATIVOS”
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