A raíz de mi artículo de prensa de la semana pasada titulado “La alcaldesa de la Ciudad”, he recibido casi un centenar de correos con reacciones diversas sobre lo que allí escribí. En verdad, no escribo para destruir, ni mucho menos para satisfacer eso que llaman el álter ego; tampoco para ofender o alterar la tranquilidad de ninguna persona.
Es por ello que agradezco a todos mis lectores, quienes los días lunes comparten conmigo estas reflexiones, que más que reflexiones vienen siendo algo así como vuelos de la imaginación fertilizante que busca decir las verdades que yacen ocultas en las mitologías de la conducta humana, que a veces ligadas al poder y al cemento, crean una realidad de concreto donde no es posible la rectitud, la racionalidad y la eficacia, sino el engaño, la manipulación y el fraude; estableciéndose de esa manera una gran lucha entre quienes desean una gestión donde la consigna “Familia, gestión y futuro” no sea puro arena, cemento y agua de playa, porque entonces el edificio de la fe se corroe y se socava; y otros que avalan la ineficiencia y el irrespeto a la dignidad de un pueblo.
En ese sentido, quiero agradecer a quienes siempre están atentos a mis artículos, a los que están abiertos y ganados para el debate profundo de las ideas. En el marco del respeto y de la tolerancia se puede llevar una discusión seria que navegue sin borrascas hasta los confines de los argumentos y desde allí coordinar las fuerzas divergentes y ajustar las diferencias de opinión. Mientras el remolino arrequintao arrecia no debemos retirarnos a las escenas del silencio, sino asumir el reto y buscarle solución a los problemas de la ciudad para no vivir eternamente entre la desilusión y el sufrimiento.
Respecto a los mensajes ofensivos y llenos de odio, ingratos por lo demás que aparecieron en mi buzón de correo, quiero decirles a sus destinatarios que no me dio ni coquito, sino que sentí una profunda pena por todos ellos porque al final son personas moralmente cobardes e intelectualmente deshonestas, miserables seres humanos que no debieron haber nacido y que le harían un favor a la patria si realmente se murieran.
Imagínense ustedes que había un mensaje escrito por una dama de la alta sociedad que con espuma en la boca y los ojos vidriosos maldecía “los vientres podridos que habían parido a los chavistas”. Eso mismo debieron haber dicho los hipócritas fariseos y los miembros del Sanedrín (especie de Conferencia Episcopal) de María, la madre de Jesús de Nazaret. Al final, terminaron propiciando el martirio de la crucifixión del hijo de Dios. Ahora bien, si esa derecha de entonces fue capaz de entregar a sus verdugos al mismísimo hijo de Dios para que fuera juzgado y crucificado, entonces que se espera para el resto de los creyentes en el Ser Supremo.
Cada día levántate con entusiasmo y valentía, porque el coraje es la confianza completamente honesta en las cosas que uno profesa creer. Así pues, abre tu correo y no te desanimes por la actitud irreflexiva y severa de tus semejantes; tal vez sean almas descarriladas, algunas que no logran elevarse más allá de las nubes del sufrimiento y otras que navegan iracundos por el mar de sus propias frustraciones. Finalmente, a los que sufren en verdad os digo que no dejen de enviarme un correo.
Politólogo.
eduardojm51@yahoo.es