El Che Guevara estaba consciente que una Revolución se hacía desde un alto perfil ético y con una clara vocación de eficiencia revolucionaria. Dos aspectos que a todas luces no posee el Banco Industrial de Venezuela. Hace años, en febrero de 2006 específicamente, introduje una carta solicitando que el banco respondiera por el hecho de que me habían sustraído de mi cuenta nómina un dinero que sobrepasaba los 325.000 Bs. (325 Bf.). Lo curioso es que me remitieron a la sede principal del banco en Bolívar (que queda en Puerto Ordaz); allí hicieron seguimiento a mi caso y, efectivamente, se pudo constatar la irregularidad. La sede del Banco Industrial en Puerto Ordaz abrió una averiguación y luego mi caso fue remitido a Caracas para que ellos le hicieran seguimiento. En varias ocasiones tuve la oportunidad de hablar con un funcionario del Banco Industrial a nivel central (creo que era del Departamento de Seguridad o algo así); de hecho hasta me dieron un número de expediente referido a mi caso. A cuatro años de aquel episodio, y luego de muchas llamadas para saber el estatus de mi caso en particular, hasta la fecha no he recibido ningún tipo de respuestas por parte del Banco Industrial.
El asunto no queda allí. Soy docente de la Universidad Bolivariana de Venezuela sede Bolívar, nuestra cuenta está afiliada a esa entidad bancaria; estoy seguro que a muchos colegas y trabajadores de la UBV Bolívar les ha sucedido algo similar respecto a este banco: sustracción de sus haberes; algunos han obtenido respuestas mientras que otros, al igual que yo, perdieron la esperanza de que les devuelvan su dinero.
La ineficiencia no sólo se materializa en estos casos puntuales de sustracción de dinero y la no reposición del mismo (¿adónde irá a parar por cierto ese dinero?, de seguro no cae en un limbo); esto se materializa también cuando vemos que, en mi caso particular, nuevamente yo, desde hace más de dos años estoy solicitando una tarjeta de débito y toda diligencia con el Industrial ha sido infructuosa, puesto que “no hay material” (eso lo he hecho en varias ciudades del país, incluso Caracas). O sea, lo que en cualquier banco es un asunto cotidiano y normal, en este banco se convierte en todo un vía crucis, un proceso que tarda más de dos años y parece que ya va para tres. ¡Por Dios, se trata de una simple tarjeta de débito!
Lo peor no es eso. El asunto se complejiza de tal manera, que aparecen toda clase de vicios. Como es sabido, las colas en el Industrial son muy largas (me ha tocado estar hasta seis horas y medias en una cola del precitado banco); buena parte de las personas, al no quererse “tirar” la cola, apelan a los subterfugios más anti-revolucionarios que pueden existir. Buena parte de los compatriotas (no todos, desde luego) simplemente le pasan un billetico al cajero, al vigilante o a la persona que hace la limpieza en el banco; así se ahorra las tres, cuatro, cinco o seis horas de cola. Lo que sin duda hace que el proceso sea más lento para aquellos que hacemos la cola. En mi caso, vuelvo yo conmigo, tengo que hacer una larga cola para pedir saldo, ¡tres o cuatro horas (o más) sólo para pedir saldo!, puesto que no tengo tarjeta de débito porque desde hace DOS AÑOS NO HAY MATERIAL (PLÁSTICO). Uno quiere hacer la Revolución, uno cree en esto de convicción, no por un carguito, no por un puesto en el Gobierno, sino porque cree con fe en un cambio, en una posibilidad de un país mejor; ha sido esa nuestra prédica y nuestro norte. Situaciones como la que pasan en el Banco Industrial conspiran en contra de la Revolución; si vamos sumando, de a poquito, una a una las instituciones que funcionan bajo la lógica del dejar hacer, dejar pasar; entonces el saldo puede ser el menos esperado. El Banco Industrial es un claro ejemplo de lo que no debe ser una institución del Estado; sobre todo si atendemos a la prédica guevarista: eficiencia revolucionaria.
Sólo recordar a la viejita de Moitaco, zona rural del estado Bolívar, hacer la cola del banco desde las 4:30 A.M. hasta las 3:30 P.M. y que luego estando a punto de entrar al banco a buscar su pensioncita, el vigilante le diga, sin empachos ni rubores: “Doña, no depositaron. La orden de pago nunca llegó”. Es un claro ejemplo de ineficiencia. De seguro, esa misma señora irá al otro día con la esperanza de cobrar la pensión y el mismo funcionario le dirá: “Doña, esta vez se acabó la plata y habrá que esperar a que venga el blindado”. Pero el blindado no llegó ese día. Mientras que el profesor espera tres, cuatro, cinco o seis horas para sacar su plata de la quincena, mientras los camaradas pagan deportivamente para no hacer cola y que le traigan su dinerito constante y sonante en apenas media hora. Se pierde la mañana y parte de la tarde en un trámite engorroso y pesado. Todo eso sin mencionar que no existen cajeros del Industrial, por lo menos en Ciudad Bolívar existe uno y queda en la 5ta. División de Selva, o sea un cuartel que cierra a las 3:00 P.M. y además, por lo general, está descompuesto. Dato curioso: el funcionario que atendió mi caso me demostró que me habían sustraído el dinero de ese cajero precisamente a las 9:00 P.M. ¿Ladrones tipo escuadrón de asalto entraron al cuartel militar de noche para robarme el dinero de ese cajero? Cosas que pasan.
Espero que este mensaje, esta carta sin destino, logre llegar a alguien lo suficientemente revolucionario y anti-burocrático para que de una vez por todas ponga seriedad y eficiencia en un banco que es parte de la revolución. El mensaje político, así, se ve distorsionado; cualquier distraído pudiera pensar que las revoluciones son ineficientes y que instituciones como el Banco Industrial de Venezuela son parte fundamental del proceso de cambio que vive el país, ¿o no? Ese banco, tal y como viene funcionando, es un plomo en el ala del vuelo revolucionario. No deberíamos permitirnos que el Banco Industrial de Venezuela, con su lógica burocrática e ineficiente, se siga asociando indisolublemente a la Revolución Bolivariana.
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