Todo paradigma cultural posee su política, sus agentes, su modo de organización y su vínculo política-cultura. La Democracia Cultural define e instrumenta su específica política en términos de distribución masiva y popularización del arte. De allí su aberrante deformación eventista. Se trata de que “la alta cultura” llegue a las mayorías. Su precepto conceptual y práctico parte del supuesto de que el conocimiento científico y la música culta, por ejemplo, en cuanto cultura académica y bienes simbólicos “elevados”, con una mayor y más efectiva difusión, permitirán superar las desigualdades en el acceso a los productos culturales. La animación cultural y los medios de comunicación industriales masivos vendrían a ser sus más significativos agentes. Su praxis en la Venezuela de estos últimos 45 años se ha traducido en la amarga Sátira de Juvenal: Panem et circenses. En otras palabras, Pan y Circo; Pan y Toros. En raudo castellano venezolano: sonido y tarima.
El Mecenazgo Liberal, impulsado, también, en el marco de la Democracia Cultural, por sus principales agentes: las fundaciones industriales y las empresas privadas, tiene su génesis en los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica y en las monarquías. Su objetivo moderno es la inversión en el patrimonio en función de la creación individual. La organización del vínculo política-cultura se expresa en el apoyo a la creación y distribución discrecional de las bellas artes. Predomina la estética elitista del concepto oligocrático de la cultura.
El Tradicionalismo Patrimonialista y el Estatismo Populista, en cuanto paradigmas culturales, coinciden en sus agentes: son impulsados por los Estados, sus aparatos políticos y por el poder público cultural. En el primer modelo, el patrimonio folclórico es el punto de encuentro de la comunidad y la identidad nacionales; en el segundo, “lo nacional reside en el Estado y no en el pueblo”. En uno la herencia tradicional es archivo osificado y museístico; en el otro lo nacional-popular traduce los intereses del Estado.
Ahora, si bien es cierto de que la Carta Magna del año 1999 no expresa de manera taxativa el paradigma cultural de la V República; no menos cierto es que es posible derivarlo de su mismo paradigma político. “La República Bolivariana de Venezuela es un Estado federal descentralizado (Art. 4. CBV: 1999); El gobierno de la República...y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo... (Art. 6. CBV: 1999); desde este paradigma político, que constituye la gran revolución conceptual del proceso bolivariano, es posible inferir positivamente que el paradigma cultural no puede ser otro que el de la Democracia Participativa Cultural.
Este modelo asume la coexistencia de múltiples culturas en una misma estructura societaria. Aquí se nos presenta el carácter multiétnico y pluricultural de la nación venezolana. Este último paradigma impulsa, de manera resuelta, el desarrollo autónomo de las comunidades étnicas en cuanto familias étnicas-culturales vecinales, así como las relaciones de interculturalidad: “relaciones igualitarias de participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de los demás (García Canclini, 1987).
Desde el paradigma de la Democracia Participativa Cultural nos atrevemos a proponer una cuantas líneas estratégicas, gruesas, básicas y fundamentales, de la Política Cultural, tanto de carácter ejecutivo como deliberante, a saber: actualización y creación de una legislación cultural; capacitación, perfeccionamiento y formación permanente de los recursos humanos culturales; la protección y defensa del patrimonio cultural, tangible e intangible; la investigación cultural; la comunicación social con el campo industrial masivo e impulso a las experiencias de comunicación comunitaria y alternativas; la promoción y difusión de la diversidad cultural; el estímulo a la producción y creación artístico-cultural; el rescate y desarrollo de los espacios e infraestructuras culturales; las asesorías culturales, en su más amplio sentido; la fiscalización y control de la gestión pública cultural; el estímulo al proceso de conculturación entre las distintas comunidades étnicas criollas, indígenas, afroamericanas y binacionales-biculturales, entre otras.
Viene a tino aquello que en su oportunidad señalaría la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE): La planificación, la formulación y ejecución de las políticas siempre han transitado por sendas distintas. Esta situación puede verificarse al observar que los lineamientos de política propuestos en los programas de gobierno no se llevan a la práctica...Las Gobernaciones y los Concejos Municipales...ejecutan acciones en las cuales no se han contemplado las proposiciones ni del organismo planificador nacional ni del órgano rector de la actividad. La cita es algo añeja: 1988.
El espíritu, propósito y razón de ser del paradigma: Democracia Participativa Cultural, a propósito de la recién elección de los Alcaldes, es factible recogerlo en el Capítulo IV. Artículo 168 de la Carta Magna vigente: Las actuaciones del Municipio en el ámbito de sus competencias se cumplirán incorporando la participación ciudadana al proceso de definición y ejecución de la gestión pública y al control y evaluación de sus resultados, en forma efectiva, suficiente y oportuna... Lo anterior es como para citar a Ismael Miranda: La cosa no es como antes....
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