EL ANTIGUO DILEMA ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
A propósito de la realización del seminario ¿De dónde viene nuestra Revolución? (marzo, 2004), concretamente, sobre el tema de la trascendencia de la misma, afirmaría un sociólogo y docente atento a lo que sucede en la Venezuela Bolivariana del siglo XXI “Este es una proceso revolucionario en marcha, que todavía no es totalmente una revolución, pero que va camino de serlo y lo será con la participación popular, con la lucha popular y con la democratización, cada vez más profunda, de este país. Porque aquí hay una transferencia de poder a nivel de clases sociales y de eso no hay duda…” (Acosta, 2004).
Esa reflexión general nos conduce a interrogantes y consideraciones propias de la cultura. El planteamiento viene a tino a propósito de la gestión cultural pública y la revolución cultural. En otras palabras, cabe preguntarse: ¿Dónde se encuentran los presupuestos conceptuales de la revolución cultural bolivariana? ¿Dónde iremos a buscar la teoría cultural revolucionaria? ¿Dónde se encuentran algunos preceptos teóricos culturales revolucionarios para emprender, con éxito, una práctica cultural revolucionaria, que se traduzca en una gestión pública cultural de nuevo tipo?
Algunas respuestas nos remiten a la otrora discusión entre la teoría y la práctica. Sin embargo, dar respuesta a tales interrogantes tienes que hacerse desde los preceptos culturales constitucionales, partiendo de la relación orgánica entre la teoría y la práctica. En otras palabras, las categorías, preceptos, términos y principios culturales señalados en la Carta Magna de 1999 podrían constituirse en el asidero conceptual de una teoría cultural revolucionaria, la cual oriente a las gestiones públicas culturales.
“…toda consideración teórica se entenderá como subordinación a las recomendaciones concretas para una práctica cultural revolucionaria. Esto supone una tensión peculiar entre teoría y práctica: si bien una práctica cultural carente de directrices teóricas está condenada al caos y al gasto inútil de energías, también es cierto que ninguna directriz teórica- como ninguna teoría en general- adquiere su desarrollo y su perfeccionamiento reales más que como resultado de una práctica cultural…” (Silva, 1975: p 152).
DOS DOCUMENTOS FUNDAMENTALES
Lo que se ha dado en llamar la Revolución Bolivariana ha asomado muchos términos, verdaderamente, nuevos y ha redimido otros, que se consideraban en desuso. Tal situación ha dejado a más de un teórico con los crespos hechos. Categorías nunca antes asomadas hacen su aparición y comienzan a tomar cuerpo en el tejido social, en la vida cotidiana del munícipe y en las ciencias sociales. Democracia Participativa, Revolución Democrática y Pacífica, Democracia Cooperativista, Revolución Bolivariana y, finalmente, Socialismo del Siglo XXI, ello para citar apenas algunas. Definitivamente, muchas de estas categorías y términos reclaman caracterización y definiciones. En el Árbol de las tres raíces; una de ellas toma fuerza. Inventar parece ser la tarea impostergable, sine qua non, histórica ante un proceso tan telúricamente peculiar y culturalmente sui generis. Existe una voluminosa tarea teórica-conceptual a la par de una praxis, que tiene que expresarse y traducirse en realizaciones concretas, revolucionarias y en una gestión pública de nuevo tipo. Otro camino sería más de lo mismo.
Dos documentos, entre muchos otros, nos atrevemos a sugerir como fundamentales para adquirir algunos fundamentos conceptuales que orienten nuestra diaria gestión pública cultural y cotidiano trabajo en las distintas parroquias. Los documentos fundamentales son:
1. La Constitución del año 1999, concretamente las Disposiciones Culturales Constitucionales y
2. Los Objetivos del nuevo Mapa Estratégico.