Cotidianamente se suele escuchar en la opinión pública, que los principales problemas que presenta el país, radican en la ineficiencia e ineficacia de los funcionarios que se desempeñan en la administración pública, en las autoridades que no respetan las leyes y mucho menos las hacen cumplir, en la falta de continuidad de las políticas que omite el gobierno de turno con respecto a la gestión anterior, la corrupción galopante que ejercen los principales líderes del Estado, entre otras.
En particular, son muy sonados los comentarios de los adultos mayores en las colas para comprar alimentos ó durante la espera del transporte público, las reflexiones concluyen en el mismo tema, la crisis de valores en los venezolanos. Si bien es cierto que estas causas son percepciones completamente validas y acertadas que describe el venezolano común, también es cierto, que la raíz de los problemas pareciera que va mucho más allá de la simple percepción que nos da la conciencia colectiva venezolana, es decir, desde otro punto de vista, los problemas son más complejos de discernir y de aceptar. Por supuesto que todos los países del mundo tienen problemas económicos, sociales y políticos, al fin al cabo, quienes gobiernan los Estados son seres humanos, pero habría que preguntarse ¿porque algunos países superan muchos problemas con el transcurso de los años y en otros casos, más bien, pareciera que se profundizan?. Un ejemplo emblemático de país que superó heroicamente la devastación en todos los ámbitos, fue Japón luego de finalizada la II Guerra Mundial en 1945.
Que hace a Japón tan especial, como lograr superar la muerte de más de 1.200.000 personas entre militares y ciudadanos, la destrucción total de sus ciudades, sus cultivos y medios de producción en general. Será posible pensar que es necesaria una hecatombe de esa magnitud, para comenzar de nuevo la reconstrucción de un país. Algunos analistas, señalarían como variable influyente para la concreción del llamado “Milagro Japonés”, el importante aporte que brindó los Estados Unidos de América a través del Plan Dodge de 1949, el cual fue un Plan con propósitos parecidos al Plan Marshall aplicado en la Europa de la postguerra. Quizás, lo justo sería examinar otros casos con raíces culturales e históricas más similares a Venezuela, donde no haya tenido que ocurrir una devastación como se suscitó en Japón y que también haya logrado superar significativamente sus principales problemas, hasta convertirse en uno de los países con mayor calidad de vida en el mundo.
En este sentido, sería interesante observar a la República Oriental de Uruguay, un país sudamericano con una población aproximada de 3.500.000 personas y cuyos principales rubros de exportación (según el Informe Anual de Comercio Exterior del 2015 publicado en diciembre del año 2015 en Uruguay) son la carne de bovina, celulosa, soja y en menor medida los productos lácteos. De tal manera, que Uruguay ha tenido la virtud de reducir la pobreza de 32.5% por ciento registrada en el año 2006 a 9.7% por ciento en el año 2015 de acuerdo a las cifras publicadas por el Banco Mundial (BM). La Organización No Gubernamental “Social Progress Imperative”, señaló que para el año 2016, el segundo país con mayor calidad de vida de América Latina y el Caribe de acuerdo a su índice de Progreso Social (IPS) es Uruguay y ocupa el puesto 28 en un ranking de 133 países, lo cual cubre el 94% por ciento de la población mundial.
Ahora bien, que pasa con Venezuela, según “Social Progress Imperative”, nuestro país ocupa el puesto 81 de dicho Ranking. En otras palabras, nuestro país tiene un Índice de Progreso Social de 62.60 lo cual se clasificaría en -Medio Bajo-.En este orden de ideas, cabe la pregunta ¿qué es realmente el Índice de Progreso Social?, pues bien, este índice podría entenderse como un resultado estadístico que mide la calidad de atención que hay en un país en las siguientes categorías: desnutrición, acceso al agua potable, disponibilidad de vivienda, tasa de homicidio, acceso a telefonía celular e Internet, tratamiento de aguas residuales, derechos políticos, esperanza de vida, tolerancia a los inmigrantes, corrupción y muchas otras.
El caso de Venezuela reviste de mucho interés, no sólo por ser nuestro país de origen, sino porque a pesar sus enormes recursos energéticos y naturales, paradójicamente, es uno de los países con más baja calidad de vida a nivel mundial y ello ha estado generando como consecuencia, la emigración de jóvenes venezolanos a otros países buscando precisamente la ansiada “mayor calidad de vida”.
En un artículo periodístico publicado por El Nacional el 2 de diciembre del 2016, La Organización Internacional para las Migraciones reveló en sus informes que en el año 2015 salieron de Venezuela unas 606.281 personas buscando mejores condiciones de vida. Ante tales circunstancias, ¿quién o quiénes son los responsables de esta situación?. Desde un punto de vista político, una parte de la población tilda al gobierno de turno como único responsable, por su parte, para el gobierno, el responsable es el imperialismo liderado por los Estados Unidos de América aunada a la oposición y a la empresa privada quienes a través de una “guerra económica” están llevando al país a un abismo. Desde una perspectiva sociológica, se podría considerar que posiblemente el fondo de los problemas del país, estriba en la existencia de una profunda crisis cultural. Pero, ¿cómo se digiere esta abstracción?, al hablarse de lo cultural el tema nos remite a modos de comportamientos, modos de vestir, hablar y de pensar de acuerdo a un sistema de valores y creencias preestablecidos en la psique de las personas que comparten un territorio y una historia común.
Sin embargo, porque pensar hipotéticamente que el fondo del problema de los venezolanos es de índole cultural? y no económico o político. El análisis nos obliga a centrar la atención por ejemplo en la corrupción de Venezuela. De acuerdo al informe “índice de la Percepción de la Corrupción 2015” la Organización de Transparencia Internacional, señaló que Dinamarca es el país más limpio y transparente en este sentido, con un IPC de 91 puntos y por lo tanto, ocupa el puesto N° 1 a nivel mundial, por su parte, Venezuela desafortunadamente tiene un Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de sólo 17 puntos ocupando el puesto 158, es decir, nuestro país es considerado uno de los países más corruptos del planeta, solamente superado por países como Corea del Norte, Afganistán, Irak, Somalia, Sudan, Libia y Angola.
La corrupción indudablemente es un antivalor que ha acompañado a los venezolanos desde hace muchos años, algunas personas podrían señalar como culpable el rentismo petrolero y el enorme caudal de divisas que de manera no planificada ingresó al país por este concepto en los años setenta, lo cual, pudo haber facilitado la incubación de diversas formas de corrupción, y por consiguiente, la vía escogida más sencilla por muchas personas para enriquecerse sustituyendo la cultura del ahorro y la inversión programada.
Actualmente, en Venezuela lamentablemente muchos ciudadanos conscientemente de ello, tienden alimentar la cultura de la corrupción mediante el uso de mecanismos ilegítimos, y esto ocurre precisamente porque la administración pública no tiene la capacidad de dar respuesta oportuna a sus principales necesidades, y para ello recurren a medios como el del gestor para alcanzar sus metas. Indudablemente, el gestor es una consecuencia de la falta de procedimientos administrativos más expeditos, que faciliten al ciudadano común la consecución de documentos legales de interés personal. La cuestión es que la cultura del gestor, se ha ido posicionando estratégicamente en la burocracia a tal punto, que incluso, impide la aplicación correcta de los procedimientos legales a seguir.
El problema de la corrupción no es que sea un tema estrictamente vinculado a la administración pública y a los líderes de un país, lo peligroso es que es un hecho social que tiende hacer aceptado en la sociedad como un patrón de conducta normal y el ciudadano honesto no le queda otra que convivir con este flagelo. El Estudio del fenómeno de la corrupción como práctica política, económica y social nos obliga a examinar uno de sus posibles orígenes en el caso venezolano, nos referimos a la cultura de la viveza.
En un artículo periodístico publicado el 4 de febrero de 2015 en el diario Panorama el autor César Bracamonte cita una descripción muy interesante que da el sociólogo Miguel Ángel Sarmiento, en relación a la viveza criolla “la mal llamada ‘viveza criolla’ es un mal patológico de orden social, su estructura está fijada, saltarse la cerca, tomar atajos y pasar por encima del prójimo. Desde tiempos ancestrales hemos estado sometidos a este flagelo, llamado pleonexia, que no solo está avalado y constituido, sino que, además, es aplaudido. Se trata de una cultura individualista en la cual cada quien hace sus cálculos de lo que le importa y de cómo puede sacar provecho a los demás o de los acontecimientos.”
La viveza criolla se manifiesta de distintas maneras y se percibe frecuentemente en las grandes ciudades de Venezuela a través de un comportamiento que procura evitar las reglas sociales, ya que resulta más cómodo violentarlas que asumir el camino correcto, por ejemplo, es frecuente evidenciar este tipo anomias en el tránsito vehicular “para que esperar el cambio de luz si se puede avanzar rapidito con la luz amarilla”, ó “porque calarse el trafico de una vía si se puede avanzar tranquilamente en la moto por una acera”. Este tipo de desviaciones de parte de algunos ciudadanos venezolanos, son comunes observarlas debido a que las autoridades asignadas para controlarlas, están ajenas de voluntad para sancionarlas.
En este sentido, la viveza criolla es un mal cultural que se ha extendido en toda la sociedad venezolana, mediante patrones de conductas bien definidos, los cuales procuran alterar el orden mediante el uso de la trampa, la estafa y el engaño e incluso se ha hecho natural que sea alabado como algo heroico e inteligente y lo que es peor aún es estimulado en el lenguaje de los jóvenes venezolanos. De tal forma que en la calle se suele escuchar expresiones como por ejemplo: “donde hay un vivo es porque hay un idiota”; maracucho pendejo se muere chiquito; a mí que no me den, que me pongan donde haya; ó cuanto hay pa´ eso?.
En virtud de esta situación, si la sociedad venezolana se encuentra inundada de tantos infractores, corruptos y tramposos ¿cómo esperar que surjan nuevos liderazgos honestos y emprendedores que propicie los cambios económicos necesario y el mejoramiento de la calidad de vida de todos los venezolanos?. A primera vista, pareciera que estuviésemos atrapados en una paradoja.
Teniendo en cuenta estas reflexiones, ¿qué hacer ante semejante drama nacional?, pues bien, es pertinente considerar necesario la posibilidad de impulsar una revolución cultural en cada uno de nosotros mismos, donde cada ciudadano venezolano asuma el compromiso de cambiar de actitud ante la vida y ante el país. En la actualidad, el gobierno nacional ha logrado exitosamente entregar más de un millón de viviendas, lo cual significa que más de un millón de familias que se encontraban en condiciones de vulnerabilidad, tienen la oportunidad de cambiar sus vidas y para ello las políticas del gobierno deben estar enfocadas no sólo a la entrega de la vivienda en sí misma, sino también a procurar realizar el debido acompañamiento social que favorezca la creación de los nuevos hogares y a la siembra de valores positivos en el núcleo familiar.
En lo referente al tema político, es indispensable que los líderes de la nación no pierdan de vista que la política debe ser entendida como la vía que le da facultad a un grupo de personas para emprender proyectos que conduzcan a la solución de los problemas sociales y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, claro que, con el debido enfoque humanista que implica por supuesto, pero sin caer en la politiquería partidista, la cual es una trampa filosófica que genera discordia en la personas por la lucha de poder que ocasiona. Por consiguiente, la dirección de estos proyectos debe ser ejecutada con una vocación gerencial en primera instancia. Asimismo, es muy importante rescatar la meritocracia en todos sus niveles en la función pública, ello estimula la eficiencia, la eficacia y el sentido de pertenencia en la administración pública y contrarresta por lo tanto, la corrupción.
En materia de políticas educativas, las escuelas públicas y privadas en las edades iniciales y juveniles deben estar orientadas en el reforzamiento de los valores positivos, al amor a lo autóctono y a la protección de los bienes del país, esta misión es tan importante como el propio conocimiento técnico y científico.
A nivel de educación superior, es imperioso que el gobierno nacional promueva políticas de investigación en todas sus fases, en aras de propiciar tanto el surgimiento de nuevas tecnologías como soluciones estratégicas a los principales problemas que aqueja al país. Es absurdo pensar que las tesis de grado de los estudiantes de tercero, cuarto y quinto nivel se ueden archivadas en los estantes de las universidades.
La inversión en la concreción de la sociedad del conocimiento es tan importante como la construcción de una obra y para ello debe analizarse cuáles son las necesidades de las universidades y atenderlas con la premura del caso. Asimismo, debe reivindicarse al docente venezolano, para darle su justo valor en la formación de los futuros profesionales venezolanos. La economía nacional sería una de las áreas que se beneficiaría abiertamente gracias a los avances educativos que se lograsen impulsar en el país.
En materia de justicia, las autoridades deben ser depuradas severamente para que éstas retomen su razón de ser y se cumplan las leyes, asimismo, las sanciones no sólo deben estar dirigidas a los delincuentes y criminales, sino también debe rescatarse imperiosamente el castigo a los infractores de forma tal que se evite la reincidencia y la consecuente mala costumbre. En necesario que las autoridades comprendan que la impunidad incentiva la corrupción y el libertinaje, por ello, esta situación debe ser atendida urgentemente.
En lo que respecta al sistema penitenciario, sería interesante depurar toda la red presidiaria con la finalidad de concretar la inclusión de políticas de enseñanza para el trabajo técnico y de oficio, de manera de brindar al presidiario la oportunidad de especializarse en una actividad útil y que a su vez contribuya en alejarlos de las afecciones psicológicas que genera el ocio, al estar en lugares confinados por mucho tiempo. De tal manera, que debe haber un cambio paradigmático en las cárceles del país en función de ser menos represivas y más correctivas.
Todas estas propuestas, no pueden depender sólo del gobierno nacional, sino también del concurso activo de la ciudadanía venezolana mediante la participación de los Consejos Comunales, Comunas, partidos políticos del gobierno y de oposición, Organizaciones No Gubernamentales, Fundaciones y de todo el Poder Popular en sus diferentes manifestaciones.
Es momento de tomar consciencia que nosotros los ciudadanos tenemos deberes y derechos que cumplir y en la medida que practiquemos estos principios, mejoraremos significativamente nuestra calidad de vida.
Por lo tanto, los cambios profundos de un país comienzan desde el mismo ciudadano en su interacción con el entorno social al cual pertenece, la toma de conciencia de ello, sólo es posible a través de la educación conjuntamente con el cumplimiento de las leyes, por tal motivo, es importante respetar a las autoridades y éstas deben hacerse respetar mediante el cumplimiento efectivo de sus deberes. Los medios de comunicación tienen un rol fundamental que cumplir en las tareas de concienciación para el reforzamiento de valores y su programación debería estar dirigida principalmente a cumplir estos fines más allá de lo comercial.
*Soc.
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