Francisco Santander, el solapado demócrata y mañoso hombre de leyes (X)

Francisco de Paula Santander obtiene su generalato de división a los 27 años de edad. El 12 de agosto de 1818 fue ascendido a general de brigada del ejército de Venezuela, escogido para reorganizar las fuerzas revolucionarias dispersas y anarquizadas del Casanare, Colombia. Trabajó infatigablemente, impuso disciplina y marcialidad en las díscolas tropas, atendió todos los campos de la logística y del aprovisionamiento, diseñó el plan estratégico y la ruta para la invasión al Virreinato de la Nueva Granada. En la historia colombiana ningún hombre ha dividido tanto las opiniones, ninguno ha originado tantas controversias como Santander. Es un decir entre oficiales que militar en épocas de confrontaciones bélicas puede serlo cualquiera, como se puede comprobar a lo largo de las tantas guerras conocidas en la historia; pero sólo son pocos los que acceden a la categoría de políticos, legisladores o estadistas.

Es por ello que la verdadera dimensión de Santander no la debemos ver en el caudillo militar, sino en el estadista, en el legislador, taimado, ambicioso y ávido de poder, a quien no le importó la dignidad del hombre capaz, sensato y laborioso. La labor del General Santander después de la batalla de Boyacá, como Vicepresidente de Cundinamarca primero y luego de Colombia, Venezuela y Ecuador (Gran Colombia), al final fue nefasta, fue un calvario para la persona que osó llevarle la contraria. Observemos como hace para que la gente alrededor suyo conozca y tema su autoridad, ello al ordenar la ejecución de 38 prisioneros realistas capturados en la batalla de Boyacá. Ese acto de crueldad innecesaria, fue precisamente el que le posibilitó gobernar efectivamente en un país donde las masas populares eran indiferentes a las nuevas ideas revolucionarias independentistas, y en donde la alta clase social, en un elevado porcentaje, simpatizaba abiertamente con la monarquía española; así ocurría en Santafé de Bogotá.

Es probable que la razón principal que influyó en Santander mandar a dar muerte a estos realistas, fuera la cantidad de chistes y rumores adversos a la revolución libertadora y entonces considerará aquella acción que tomaba haría se respetara y acatara con mayor celeridad las ordenes se impartiera a los habitantes de la localidad. Después del fusilamiento del General José María Barreiro y de sus compañeros españoles, ya nadie en las calles de la capital añoró la presencia de los virreyes. Boyacá apenas había abierto a los independistas de la Nueva Granada cierta porción de su territorio en su parte central, pues el norte y todo el sur continuaron bajo la esfera del poder realista. Y he aquí precisamente la poquedad de gallardía en Santander, por una parte se podría estimar sus altas cualidades vencedor, pero dejaba al descubierto su crueldad a la hora de conseguir afirmar su mandato y hombre fuerte.

Es así como este ser humano egoísta, ambicioso y leguleyo se las arregló para convertir el caos en disciplina y la miseria en facultades. Se imponía en aquel momento una ardua labor ideológica, tendiente a permear los sentimientos realistas arraigados en las masas por más de tres siglos de dominio, era necesario imponer nuevas concepciones institucionales y políticas, otras ideas y formas de gobierno. Si, Santander, como hombre culto, estudioso del comportamiento y psicología humana, hace ver ostentosamente su consagración a las leyes como garantía de vida social y base del Estado de Derecho. Es por ello que se gana el aprecio de la burguesía bogotana para ello Santander tenía un gran mérito, al hacer creer a la población que su gobierno era un dechado de libertad, democracia y justica. Para asegurarse que tal apreciación la compartiera el pueblo sin chistar, hace se corra el siguiente estribillo político, este decía así: "Santander es el Padre de la República" De allí que Santander realice sus aparentes aspiraciones por trazar las pautas para el establecimiento de un Estado de Derecho.



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José M. Ameliach N.


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