La palabra ancestral se teje en la cotidianidad de la urbe caraqueña. El idioma originario de los andes, el quechua, brinda un término también solariego y hereditario: Minka, que significa trabajo colectivo realizado en favor de la comunidad. De esa manera, un lugar que estuvo abandonado en la tradicional parroquia de Altagracia, en pleno corazón de Caracas, es dignificado por los colectivos y la comunidad. Así se crea la Ksa Minka, un espacio abierto para cultivar procesos transformadores.
La faena colectiva diseña el tejido social, que teje la posibilidad de desarrollar nuevos sentidos de pertenencia. La posibilidad del encuentro toma por asalto los puntos comunes del encuentro. Un despertar de todos teje al unísono el logro colectivo, la realización entre todos y la meta compartida.
El cultivo de plantas, las elaboraciones textiles, la hechura del pan, nuestro de cada día, y los diversos talleres culturales se realizan en el trabajo comunitario. Kasa Minka, muestra a la cayapa, en tanto herencia indígena, como acción creadora de hombres y mujeres de la parroquia Altagracia que construyen una cotidianidad de obras colectivas. Ksa Minka comienza a formar parte de la memoria cotidiana de esa localidad; de la memoria histórica de la parroquia. Hombres y mujeres de la Altagracia caraqueña restauran una posibilidad colectiva.
Aquello del socialismo comienza por hacerse algo demasiado cotidiano. Un testimonio cooperado se hizo presente y una memoria presente es compartida con un nuevo sentido de pertenencia. Algo de urbe redimida se hace presente en la parroquia Altagracia del siglo XXI. Indudablemente labor de todos. Algo así como un socialismo cotidiano.